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La noche después de entrar a su apartamento fue diferente a todas las anteriores. Sentado en mi auto, estacionado lejos de su edificio, mi corazón seguía latiendo con fuerza. Todavía tenía su prenda conmigo, escondida en la guantera.

No podía dejar de pensar en ella. En cómo su aroma había llenado el aire de mi mente, en cómo su habitación reflejaba cada parte de su personalidad: tranquila, reservada, perfecta. Pero no podía detenerme ahí. Necesitaba más.

A la mañana siguiente, la vi salir de su edificio como siempre. Llevaba un abrigo claro que resaltaba su piel pálida, y el cabello recogido en un moño desordenado, dejando algunos mechones sueltos que enmarcaban su rostro. Caminaba con esa mezcla de prisa y calma que siempre me desconcertaba.

Me pregunté si sabía que había estado allí, en su espacio, tocando sus cosas. La idea de que pudiera darse cuenta y reaccionar me causó un extraño placer.

Pero no lo había hecho. Aera vivía ajena a mi presencia, y eso solo hacía que quisiera invadir su mundo más profundamente.

Decidí que no sería suficiente observarla desde lejos. No podía limitarme a imaginar cómo sería escuchar su voz al despertar o sentir el calor de su cuerpo junto al mío. Quería respuestas, quería saber cómo era realmente.

La oportunidad llegó días después.

Era sábado por la tarde, y Aera había decidido quedarse en casa. Lo supe porque no salió a su hora habitual y porque las cortinas de su apartamento estaban abiertas. Desde mi lugar en la calle, podía verla moviéndose por su sala de estar, con un suéter amplio y calcetines gruesos.

Parecía tan despreocupada, tan ajena a todo.

Decidí acercarme.

Llevaba días planeándolo, pensando en lo que diría si llegaba a hablar con ella directamente. Cuando subí las escaleras hasta su puerta, mi mano tembló ligeramente antes de tocar.

El sonido de sus pasos acercándose al otro lado de la puerta me hizo contener la respiración.

Cuando abrió, su rostro mostró una mezcla de sorpresa y confusión.

—¿Tú?

Me esforcé por parecer casual, incluso amable.

—Hola. Perdona que aparezca así.

Ella no dijo nada, pero no cerró la puerta, lo que interpreté como una invitación.

—Vi que estabas en las carreras hace unos días. No tuve la oportunidad de hablar contigo en serio.

—¿Y creíste que aquí sería el mejor lugar?

Su tono era seco, pero no me importó. Al contrario, me intrigó más.

Quería entrar, pero no podía forzarlo, no ahora. Así que sonreí, como si no entendiera su hostilidad.

—Solo quería conocerte. Pareces alguien... diferente.

Ella me miró con los ojos entrecerrados, como si tratara de descifrar mis intenciones.

—No sé qué quieres, pero no me interesa.

La puerta comenzó a cerrarse, pero puse una mano para detenerla.

—No te preocupes, no volveré a molestarte. Solo quería verte.

Fue un movimiento calculado, una forma de dejarle claro que no me iba a alejar fácilmente.

Cuando finalmente cerró la puerta, me quedé allí por un momento, grabando cada detalle de su reacción en mi memoria.

-Esto no ha terminado, Aera. Apenas estamos empezando.-





Esa noche, Aera empezó a darse cuenta de algo.

Estaba sola en su apartamento, tratando de concentrarse en un libro, pero no podía. Había algo en el ambiente que la ponía nerviosa, como si alguien estuviera observándola.

Dejó el libro a un lado y se levantó para cerrar las cortinas. Pero incluso después de hacerlo, no pudo evitar mirar hacia afuera, buscando algo que no podía definir.

No había nadie.

El sentimiento de inquietud la siguió durante días. En el trabajo, en el parque, incluso en su propia casa.

Una tarde, mientras recogía ropa del cesto, notó algo extraño. Una de sus prendas favoritas no estaba.

Buscó por todo el apartamento, revisando incluso en los lugares más absurdos, pero no la encontró.

Se quedó quieta en el centro de su habitación, con una sensación de vacío creciendo en su pecho.

No podía explicarlo, pero sabía que algo estaba mal.

Mientras tanto, yo seguía construyendo mi propio mundo alrededor de ella.

Cada día, aprendía algo nuevo. Un detalle más que añadía a mi colección: la manera en que se mordía el labio inferior cuando estaba concentrada, cómo siempre pedía su café con menos azúcar, cómo sus manos jugaban con el borde de su bolso cuando estaba nerviosa.

No eran solo detalles. Eran fragmentos de su ser, piezas que hacían que mi obsesión creciera como un incendio.

La prenda que había tomado de su apartamento se había convertido en un recordatorio constante de lo cerca que estaba de ella, de lo que podía lograr si me lo proponía.

-Pronto, Aera. Muy pronto.-

𝒪ℬ𝒮ℰ𝒮𝒮ℐ𝒪𝒩  ᴊᴇᴏɴ ᴊᴜɴɢᴋᴏᴏᴋ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora