𝒪ℬ𝒮ℰ𝒮𝒮ℐ𝒪𝒩 ᴊᴇᴏɴ ᴊᴜɴɢᴋᴏᴏᴋ

Epilogue

Jeon Jungkook
1 de noviembre de 2024, Seúl, Corea del Sur

La noche que parecía no tener fin finalmente se desvaneció, pero la verdad era más oscura que cualquier sombra. Mi mente seguía atrapada en los ecos de lo que creía que había sido una realidad. Los recuerdos que me habían perseguido durante semanas no eran más que fragmentos distorsionados, ilusiones creadas por una mente rota.

Aera nunca fue parte de mi vida, no de la manera que había imaginado. Lo que vi, lo que sentí, todo fue producto de mi obsesión. Mi desesperación por controlar algo que no podía dominar. Y en mi torpeza, arrastré todo a un abismo sin retorno.

Lo peor de todo fue darme cuenta de que nunca existió una "Aera" en mi vida. No de la forma en que creí. Ella era un espejismo, un deseo proyectado sobre una figura que nunca estuvo allí. Los momentos que compartí con ella nunca fueron reales. Eran solo una fantasía que mi mente enferma había construido para llenar el vacío de mi existencia.

No la maté, al menos no en el sentido literal. Pero mi enfermedad mental me llevó a destruir lo que podría haber sido. En la tormenta de mis pensamientos, mi obsesión se apoderó de mí, y lo que quedó fue un vacío más profundo que cualquier otro dolor.

Lo más aterrador de todo es que, aunque entendiera lo que había pasado, ya no había forma de volver. Ya no había forma de salvarme de la oscuridad que había sembrado. La gente que alguna vez estuvo cerca de mí, como Taehyung, había intentado advertirme, pero no lo vi. No entendí. Y ahora, al estar atrapado en la soledad de mi mente, la verdad se desmoronaba ante mí como un castillo de naipes.

Nunca tendré la oportunidad de arreglarlo. No porque no quiera, sino porque el daño ya estaba hecho en lo más profundo de mi ser. Nadie podría regresar de ese abismo.

El sol se alzaba sobre Seúl, pero para mí, todo era igual: sombrío, vacío, incierto. La ciudad seguía su curso, pero para mí, había perdido su brillo. Ya no podía mirar las calles, los edificios, las personas de la misma manera. Lo que había hecho me había marcado de forma irreversible.

Y así, como la mentira más amarga, acepté la realidad de que nunca tendría lo que realmente quería: redención. La obsesión me había consumido por completo. Lo que alguna vez creí que era amor, no era más que una distorsión de mi propia inseguridad y desesperación.

Lo que seguía en mi mente era la imagen de Aera, pero ya no la veía como una persona. Era la manifestación de todo lo que había perdido, todo lo que nunca podría alcanzar.

Y mientras el reloj marcaba el paso del tiempo, yo seguía atrapado en el mismo ciclo: persiguiendo algo que nunca existió, deseando lo inalcanzable, ahogado en una mentira que yo mismo había creado.

El final ya había llegado, y no podía cambiar lo que había hecho. Todo fue un sueño, un sueño que nunca despertó.