Día 7

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[Lo que nos depare el futuro]

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La vida tiene una extraña forma de juntar los destinos de la gente, Bon nunca creyó enamorarse a tan temprana edad, menos de su propio rival, y muchísimo menos de un chico, pero no se arrepentía de haber sido sincero con sus sentimientos. En menos de lo esperado, los años habían pasado como un relámpago, él junto a sus amigas terminaron la escuela, ganando el resto de concursos en los que participaban, demostrando realmente quiénes eran los mejores músicos. 

Por supuesto, la rivalidad con los Animatrónicos se mantuvo en el escenario, pero aprendieron a convivir entre ellos tras anunciar su floreciente relación amorosa con el conejo morado guitarrista, llenando de alegría a ambas bandas. Incluso aquello llenó de coraje a cierto osito que también manifestó sentimientos por la linda rubia pianista, así que había aún más motivos para que ambos grupos de amigos se fusionaran en uno solo.

Sin darse cuenta, ahora mismo se encontraba recién levantado en la cama de su propia casa, preparándose para ir a su trabajo, mientras se arreglaba el pelo en frente del espejo notó que unos bracitos lo rodeaban por la espalda, sintiendo que alguien se acurrucaba por detrás recién despierto.

— Buenos días, conejito~ — saludó feliz acariciando las manos del contrario, recibiendo solo un suspiro de cansancio —. ¿Aún no te despiertas del todo?

— Nooo... Quiero seguir durmiendo, pero no puedo si no estás conmigo... — se quejó abrazándose más a él, empezando a dar besitos en la nuca del más alto —. ¿No te puedes quedar hoy en casa, pliiis~?

— Jaja, qué caprichoso me saliste, mi amor — se dio la vuelta para abrazarlo y besarle la frente, siendo correspondido al instante —. Sabes que no puedo faltar, pero te prometo que volveré temprano, y mañana es mi día libre, así que pasaré todo el día contigo, ¿sí?

— Mmm... No me convence — hizo un puchero con sus labios y lo miró con los ojitos entrecerrados —. Necesito un besito que lo prometa.

El peliturquesa sonrió sonrojado, amaba cuando Bonnie se ponía tan meloso y afectuoso por las mañanas, por lo que aprovechó para darle un largo y profundo beso que lo dejó satisfecho, aunque casi pierde el control de sí mismo.

— Vale, ahora sí te creo — lo soltó finalmente acomodándose su largo cabello hasta la mitad de su espalda, sonriendo bobamente —. Ahora baja a desayunar si no quieres llegar tarde, maestro~.

— Nunca vas a dejar ese apodo, ¿verdad? — le acarició la mejilla con cariño, el pelimorado se hundió en su palma con gusto.

— Nop, siempre serás mi maestro.

(...)

Ambos iban tomados de la mano mientras paseaban por aquel parque que tantos recuerdos les trasmitían, tantos años que habían seguido acudiendo a la misma banca con la excusa de practicar con sus guitarras, solo para pasar tiempo a solas ellos dos. Bonnie sonrió de nuevo al ver el perfil del menor, su rostro pareciéndole aún más atractivo con el pasar de los años, pero con los mismos sentimientos que le dieron la primera vez que lo vio. Sin necesidad de palabras, ambos se dirigieron a esa banca que bautizaron como suya, sentándose el uno al lado del otro para contemplar el paisaje, ahora sin sus instrumentos, con la calma de la tarde llenando el silencio.

— ¿Alguna vez pensaste que esto llegaría a pasar? — preguntó suavemente el pelimorado recargando su cabeza en el hombro del más alto, Bon acomodó la suya sobre la de Bonnie.

— Sinceramente, ni siquiera creí que llegarías a aceptarme — soltó una pequeña risita sin despegar la vista del cielo, apretando ligeramente la mano de su pareja —, pero sé que no me arrepiento de nada... Fuiste lo mejor que me ha pasado en la vida.

— Tú también lo fuiste... — cerró los ojos por un momento —. Mi vida no habría sido la misma si no te hubiera conocido, sin duda...

El moreno sonrió, aquel ambiente era perfecto, idóneo, y quiso aprovechar la oportunidad. Tomó suavemente la mejilla del contrario, mirando profundamente sus ojos escarlata que nunca habían vuelto a perder su brillo tan especial, y le brindó un beso. Un beso en el que le quería demostrar sus más íntimos deseos, su amor incondicional y todo el cariño que tenía para darle. Bonnie correspondió con gusto aquel gesto, con sus manitas también sujetando las morenas que le mantenían con tanto cuidado. 

— Te amo, Bonnie — murmuró finalmente, agitando el corazón del conejito sintiendo el tono serio que de repente había adquirido su voz —. No sabes lo muy feliz que me hace estar a tu lado, y realmente no quisiera jamás apartarme de tu lado — Bonnie no contuvo su sorpresa al ver cómo sacaba del bolsillo de su abrigo aquella cajita negra aterciopelada, ahogando un jadeo en su garganta —. No sé exactamente qué será de nosotros en el futuro, pero lo que sí sé es que quiero estar contigo cuando eso ocurra, y quiero demostrártelo de la mejor forma posible.

Dejando aún sentado al pelimorado en la banca, se hincó con su rodilla izquierda en el suelo, abriendo la cajita y mostrando un bello anillo de oro con un pequeño diamante, robando el aliento a Bonnie que tenía los ojos ligeramente húmedos.

— Bonnie Valentine, mi bello conejito... ¿Quieres casarte conmigo?

— B-Bon... — a pesar de taparse la boca con la mano, la gran sonrisa de felicidad que tenía en el rostro era imposible de esconder —. ¡Sí, sí, sí! ¡Claro que quiero, maestro!

Y así, aquel parque que se había vuelto el punto de encuentro de unos adolescentes guitarristas, se convirtió en un santuario que mantendría viva la promesa de un amor que duraría por los siglos de los siglos.

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Día 7: Día libre / Futuro ✅

-- FIN DE LA HISTORIA --

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