8. Sospechoso empresario avistado con supuesto amante en hotel de lujo

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Claro que Renzo podría haber rechazado la invitación de Dante, que quedó flotando en el aire luego de que este la susurrara

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Claro que Renzo podría haber rechazado la invitación de Dante, que quedó flotando en el aire luego de que este la susurrara. ¿A qué tipo de lugar sin interrupciones se refería? ¿Seguía hablando sobre amuletos? Desvió la vista, algo avergonzado por el pensamiento. No era como si Dante lo fuera a llevar al subsuelo de un castillo embrujado para robarle el alma.

—Me parece bien —respondió al fin con su sonrisa más profesional, la misma que usaba con los clientes de la funeraria.

Al salir, Dante se colocó los lentes oscuros y guio a Renzo hasta un automóvil rojo de estilo antiguo, que se veía más como un juguete gigante que un vehículo real. El techo le pareció extraño hasta que entendió que se trataba de un descapotable. Era fácil imaginarlo avanzando por las laderas de la Costa Azul una tarde de verano, una escena digna de alguna película de Hitchcock. El viento cálido echaría hacia atrás su pelo mientras traía una melodía de jazz de algún restaurante instalado en un risco con vistas al mar.

—Es un Rolls Royce de los años 50 —explicó Dante, ante la callada estupefacción de Renzo—. De los favoritos de mi colección.

—¿Colecciona vehículos, también?

—Colecciono muchas cosas. —Dante le abrió la puerta del acompañante, que estaba del lado opuesto al acostumbrado—. ¿Usted tiene alguna colección?

Renzo resopló. Desde que era niño le decían que tenía un alma vieja. Serio y responsable, a pesar de ser el hermano menor, estaba acostumbrado a que bromearan con que parecía un anciano en miniatura. A Luana le frustraba que fuera él quien le recordaba las responsabilidades y reglas que a ella tanto le gustaba romper. Era otra de las razones por las que solía caerle bien a la gente mayor, que no cuestionaba su forma de ser, con excepciones como el insufrible de su vecino, por supuesto.

Sus intereses también reflejaban eso. Le fascinaban las películas antiguas, con su aire más teatral y su ritmo más pausado, y la música de décadas pasadas, que despertaba en él una nostalgia por algo que en realidad nunca había vivido. No tenía sentido, aunque tenía la impresión de que Dante podría entenderlo.

—Colecciono discos de vinilo. —Renzo se acomodó en el asiento, forrado de suave cuero restaurado—. Me gusta el sonido, es distinto que lo digital, más rico. Es como la diferencia entre café recién molido y el café instantáneo de supermercado.

Con aire pensativo, Dante asintió, y le sonrió mientras ponía en marcha el vehículo, dentro del que comenzó a sonar una suave música que fluía como agua. Aunque tenía bien presente la hora, conversar con Dante hacía que perdiera noción del tiempo. Su meticulosa agenda amenazaba con desbaratarse. Era un poco asustador.

No le sorprendió que Dante se alojara en una suite del hotel más antiguo de la ciudad, que se levantaba imponente frente al mar. La exquisita decoración exterior, con columnas que enmarcaban la entrada, hacían juego con su estilo clásico.

El corazón de la medianoche (EN CURSO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora