14. Pareja lésbica intentó colarse en un colegio de monjas

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—Esto no es una buena idea —dijo Renzo por lo bajo

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—Esto no es una buena idea —dijo Renzo por lo bajo.

¡Él siempre tan correcto! Luana había tenido que rogarle para convencerlo de que las ayudara. A pesar de eso, allí estaba, vestido de traje, aunque fuera con la peor de las ondas. Por si no quedaba claro, tenía los brazos cruzados a modo de protesta y un mohín de fastidio que a Luana le recordó a los que hacía cuando era niño.

El plan para conseguir información en el colegio de la primera víctima no era demasiado sólido, sí, pero contar con la colaboración de Renzo al menos les abriría la puerta.

Quizás.

—Tal vez sí tendríamos más oportunidades fingiendo ser esposas —murmuró Luana, mientras acomodaba un arreglo floral en la parte trasera del auto de Pamela.

—¿Tantas ganas tienes de ser mi esposa? —replicó Pamela, sonriendo de lado.

—A ver, tú contrólate porque es tu culpa que tengamos que hacer malabares para entrar.

Luana cerró la cajuela de un golpe.

—Bueno, es verdad que no quedé en buenos términos con ese colegio cuando traté de ir con Leo para hacer un reportaje sobre el cura —admitió Pamela, y se dirigió al asiento del conductor.

—Es probable que hasta tengan un cartel con tu cara que diga «esta persona tiene prohibida la entrada».

—No sería el primer lugar, por eso siempre hay que tener un plan B. Una vez fingí ser camarera para infiltrarme en una muestra exclusiva de un museo. Había rumores de que iban a exhibir un huevo extraterrestre.

—No puedo creer que esté arriesgando mi reputación por ustedes —se quejó Renzo, desde el asiento trasero, y apoyó la frente contra el vidrio.

—Solo vas a tener que distraer y hacer las preguntas que te dijimos que hicieras, si te dejan entrar —dijo Luana—. Nosotras nos encargamos del resto.

En el camino hacia el colegio pasaron frente a la casa maldita. Era la primera vez en su vida que veía el portón abierto. Los obreros se movían de un lado a otro con instrumentos para limpiar el jardín, y aunque la luz del sol lo iluminara, Luana sintió un escalofrío al verlos moverse por el terreno de forma tan casual. ¿Estarían teniendo el cuidado necesario? ¿Eran conscientes de con qué se estaban metiendo?

Por el rabillo del ojo pudo ver que su hermano también observaba el movimiento con atención. Al verlo sonreír de repente, siguió su mirada y vio que entre los trabajadores estaba parado Dante, con sus lentes oscuros y su aire de heredero de algún pequeño principado europeo del que nadie sabía su nombre. Uno con hermosas playas, casinos y bancos donde los millonarios guardaban dinero de dudosa procedencia.

Pamela disminuyó la velocidad al percatarse del interés de los pasajeros, y Dante bajó un poco los lentes de sol para dedicarles una sonrisa y un discreto saludo antes de que siguieran adelante.

El corazón de la medianoche (EN CURSO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora