Caoitulo 1

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Una mañana fría de otoño, partí de mi pueblito querido, con solamente diecisiete años y toda las ilusiones de quien quiere forjar un futuro mejor, me encaminé hacia un mundo desconocido.

Dejaba atrás toda una vida llena de amor, hace apenas unos días había perdido a mi madre, el único ser que me quedaba pues mi padre ya había partido cuando yo era a penas un niño.

Dejaba además un amor, de esos amores que a nuestra edad creemos tener el mundo en nuestras manos.

Sentado a un costado del andén esperando aquel tren que me alejaría de mi mundo de paz.

No sé cuándo volveré, las despedidas nunca me han agradado, pero el destino es así. En esta espera los recuerdos revolotean en mi mente cual mariposa de flor en flor en día de primavera, Soledad, mi único gran amor, crecimos amándonos, un amor limpio como el cielo e inmenso como el mar.

El día anterior a mi partida y con aquella tristeza característica de dos enamorados que se despiden, en aquella noche nos fundimos en un placer divino como presintiendo que jamás nunca volveríamos a vernos. Le entregue un medallón cuyo interior llevaba una pequeña fotografía mía y a su vez ella me entregó un blanco pañuelo en el cual se destacaban sus iniciales bordadas por ella misma con hilo de color burdeo.

El tren partió y en mis retinas se alejaba ese pueblo que llevaré en mi corazón.

Llegué a una ciudad desconocida para mí, donde me endurecí a fuerza de trabajo y de melancolía.

Fueron pocas las cartas que recibí ce Soledad, como también fueron menos las respuestas que le prestaba, el tiempo y la distancia acrecentaba más la lejanía de aquel recuerdo de amor.

EL MEDALLONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora