En mi estudio y debido a mi borrachera, me dormí profundamente entre sentimientos de ira y emotivos recuerdos de juventud cuando era feliz con Soledad, su pañuelo, el único recuerdo físico que tenía de ella, era lo que calmaba en parte esa tristeza de mi corazón.
Al otro día y con un gran dolor de cabeza, salí del escritorio, me dirigí a mi habitación, me dí un baño y aún con la pena oculta que tenía en mi corazón y se disimulaba con mi forma dictatorial que había adquirido, salí de casa sin mencionarle a nadie mi dirección.
Siempre que esta honda melancolía me ahogaba, el silencio era un gran calmante y lo encontraba en las solitarias colinas que se encontraban detrás de la casa, allí y mirando el horizonte sentía la presencia de Soledad, pero ahora era diferente, entre los recuerdos de mi amada, éstos se mezclaban con las imágenes de aquella muchacha que había llegado a trabajar a la casa. mi mente me jugaba malas pasadas pues yo que me había prometido llenar mi corazón de piedras y de que en mi vida el amor ya nunca más se alojaría, me cuestionaba que era lo que estaba sintiendo por esta extraña mujer que había aparecido en mi vida. Ese día pasé completo en la colina y regresé a casa cuando la tarde expiraba y se tornaba el cielo con esos colores que sin duda me había olvidado que existían.
Mariana me esperaba para servirme la cena, era extraño, fue la primera vez desde hace muchos años que le decia "lo siento" a alguien, y ese día se lo dije a Mariana.