Capitulo 3

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Mi corazón como piedra no me permitía tener piedad con nadie quien se osara cruzarse en mi camino, logré el poder que tanto ansié y con él me convertí aún más en un hombre solitario, , compré una mansión a las afuera de la ciudad, todos me temían y sólo algunos valientes como les llamaba yo se animaron a servirme siendo ellos mis sirvientes, una cocinera vieja, una mujer que se encargaba de los quehaceres de la casa, un hombre que se encargaba de un jardín al cual tenía algo descuidado pero no me importaba y n mozuelo de 15 años que se encargaba de las caballerizas.

El trato hacia ellos era prepotente, les hacía saber en cada momento quien era el patrón.

Nadie se acercaba a la casa ni yo lo permitía, eran pocas las ocasiones que me dejaba notar en la ciudad, allí tenía mercantiles las cuales estaban a cargo de la única persona que podría decir era mi amigo, al cual conocí en aquel tren que me alejó de mi casa y de mi pueblo, Sebastián era su nombre y se convirtió en el administrador de todos mis negocios, conocía mi pasado y comprendía mi forma de ser pero no la compartía.

Veinte años pasaron y mi amargura se acrecentaba, pasaron muchas personas trabajando para mi, pues no aguantaban mi carácter y mis indolencias, el viejo jardinero murió y el jardín que antes estaba descuidado, ahora ya no tenía vida, el único rosal, estaba seco, la vieja mujer que se encargaba de la cocina ya no tenía fuerzas para hacer su trabajo y se marchó a su pueblo, lo que que llevó a buscar a otra persona para que se encargara de ocupar su lugar.

Sebastián se encargó de buscar a la mujer. Yo con mis cuarenta y siete años a cuesta, en ocasiones me acordaba de mi gran amor, Soledad y me atormentaba de manera cruel aquellos recuerdos, los que evadía bebiendo y embriagándome hasta perder el sentido.

Vivía encerrado en mi estudio donde me dedicaba a leer y a atormentarme con aquellos recuerdos, nunca lloré sólo me calmaba sentir la suavidad de aquel pañuelo que me entregó Soledad, era más que todo lo material que poseía, el mayor de mis tesoro, ese pañuelo.

Una mañana llegó muy temprano una mujer de unos treinta años, contextura delgada, de tez blanca, ojos y cabellera negra, la enviaba Sebastián para que ocupara el puesto de la cocinera, la atendió la mucama quien llevaba muchos años trabajando y quien se había encargado en ausencia de la cocinera de aquel quehacer, me aviso con su característico " Patrón Ramiro", comunicándome que la nueva cocinera había llegado, yo como siempre encerrado en el estudio no la recibí mas hice que enseguida le dieran las instrucciones y que comenzara enseguida a trabajar, Matilde, la mucama le enseño la cocina y el cuarto donde dormiría la mujer, sin antes advertirle a Mariana, la mujer, que yo era un ogro y no aceptaba errores.

Pasaron dos semanas y aún no conocía a la dichosa mujer que me cocinaba, ni tampoco me sentía con el ánimo de conocerla, Mariana en conjunto con su trabajo de cocinera comenzó a cuidar el rosal el cual estaba en un lugar cercano a la cocina y pasado el tiempo, éste comenzó a revivir,

La primera vez que la vi fue cuando por mi ventana la sorprendí regando el rosal , sentí ira y bajé enceguecido por la rabia y fui a la cocina a llamarle la atención, su belleza me deslumbró, pero mi trato hacia ella fue muy cruel, le advertí que se avocara a su trabajo y que dejará tranquilo el rosal, le prohibí que se acercará a él, me preguntó por qué, pero de un grito le hice callar y le di a entender que yo era el Patrón y que sin mediar explicaciones tendría que obedecer, y me fui a mi estudio a emborracharme y a sufrir con los recuerdos de Soledad. Aún más me atormentaba pues aquella mujer me traía recuerdos de mi gran amor.

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