El Secreto de Ellos

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—¡No, no, noooooo!

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—¡No, no, noooooo!

     Álvaro abrió los ojos al oír los gritos de Bruno y la insistente negación acompañada del molesto ruido de abrir y cerrar puertas con golpes. Seguro que estaba soñando. 

     Hacía tres meses que dormía en un sofá, y volver a hacerlo anoche en su propia cama, aparte del reconfortante sueño y bienestar para su espalda, había sido una catarsis emocional que lo dejó agotado. Y es que al fin Patricia salía de su vida, de su casa y por supuesto de su cama. Alex esa noche se adueñó de todo eso, incluido su corazón. 

     Alex —pensó, y se le escapó una sonrisa.

     Anoche fue todo con ella tan perfecto, tan íntimo, tan extremo, que su colega Bruno junto a ellos, además, lo hizo inigualable. No había podido hablar con él a solas, todavía, pero Álvaro supo que no era necesario que verbalizasen lo que sintieron. Nada de vergüenza entre ellos,  todo con mucho interés de complacer a Alex. ¡Si solo había que verle la cara a su amigo para calibrar lo que él también sentía por ella!

     —¡Me cago en mi puta suerte!

     Aunque el insulto de Bruno lo alarmó de veras esta vez, no lo hizo tanto como ver que estaba solo en el dormitorio. Su amigo no gritaría así de estar hablando con Alex a las diez de la mañana. Bruno a veces podía ser grosero, pero desde que lo descubrió enamorado de Alex no se lo imaginaba siendo así de bruto con ella.

    ¡Ah, no!, ¡eso sí que no! 

    Vio una zapatilla de deporte de Bruno atravesar por delante de la puerta y estamparse contra la pared del pasillo, ¡a él, que le gustaba tanto el orden y la limpieza!

     Un par de segundos tardó en salir de la cama y acudir al nuevo grito desgarrador de Bruno.

     —¿Qué coño te pasa? —preguntó con ganas de frotarse los ojos y  de darle dos hostias a Bruno,  solo que lo vio preocupado y se contuvo.

    —¡Se ha ido!

     —¿Quién?

     —¡No me jodas, Álvaro!, ¡mi puta madre es la que se ha ido!

     —¡Oye!, más respeto que es tu madre. Cuando vuelva a verla le diré cómo habla su hijo de ella — amenazó entre risas.

     —Deja de reírte, y no me toques los huevos, Alvarito.

     Bruno no quería excederse en insultos, pero si Álvaro quería reírse y jugar con algo tan serio como era la huida de Alex, su amigo sería el próximo objetivo de su ira. 

     —Ahora esa frase debería quedar fuera de nuestras conversaciones si no está Alex delante —le dijo Álvaro molesto, una cosa era no hablar al respecto, sin vergüenza. y otra hacer coñas de lo que hicieron en la cama. 

CAFÉ A CIEGAS, solo, sin azúcar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora