El Bosque de los niños perdidos

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Greg fue el primero en divisarlos en la oscuridad; ambos hermanos iban caminando entre el Bosque, mientras el hermano menor tarareaba por lo bajo.

Hasta que los vio.

Exclamó, alzando ambos brazos hacia el cielo, mientras su rana saltaba a su lado, y el pequeño llamaba la atención de Wirt entre gritos:

—Wirt, ¡Wirt! ¿Lo has visto? —Señaló a la oscuridad, donde solo la luz tenue de la Luna se filtraba entre las ramas.

Wirt alzó la mirada del suelo, para observar: sólo escuchaba suaves pasos, y el viento atemorizando las hojas.

—No, Greg —se limitó a decir, encogiéndose de hombros, restándole importancia.

Pero el niño no se dio por vencido.

— ¡Wirt! —Gritó, comenzando a correr hacia los sonidos, internándose entre los troncos.

— ¡Greg, no! —Soltó un quejido, cercano al fastidio y el miedo, salió corriendo tras el pequeño, que, con velocidad, esquivaba los árboles.

Las suaves voces se atenuaron, convirtiéndose en un par de sonidos, una femenina y otra masculina, temblorosa; Greg no esperó una señal, se escondió detrás de un árbol para observar mejor.

Wirt llegó inmediatamente a su lado, a punto de reprenderlo, cuando una luz de una lámpara zurco la oscuridad: no había estado equivocado, pues, delante de ellos, había un par de niños, caminando, mientras era la niña la que rompía el silencio de ambos.

—Tenemos que irnos —masculló, en un susurro, y jaló del brazo de Greg para alejarlo-. Pueden ser peligrosos...

—Nosotros también somos niños —adjudicó Greg, haciendo una mueca infantil—, y no somos peligrosos.

—Es una mala idea —susurró Wirt, frunciendo el ceño, y dio un paso en falso, que provocó que rompieran hojas secas debajo de sus zapatos.

Ambas figuras se detuvieron cerca de su árbol, volteando la mirada a su alrededor.

— ¿Qué ha sido eso? —Preguntó el niño, escandalizado.

Wirt se apresuró a esconderse nuevamente, evitando la luz amarilla que barreaba los arbustos, en busca de intrusos. Greg miró por un largo rato, y antes de que su hermano menor volviera a jalarlo, saltó entre los arbustos, con la rana bien agarrada entre sus minúsculos brazos.

— ¡Greg! —Gruñó Wirt, manteniéndose escondido.

Ambos hermanos —que parecían de cerca algo así como mellizos— miraron a Greg: el niño soltó un grito infernal, y la niña gritó pero inmediatamente silenció, acercándose corriendo hacia Greg, con una mueca que distaba mucho del miedo.

— ¡Dipper! -Chilló, soltando un grito—. ¡Es un pequeño!

Greg no soltaba la rana entre sus brazos.

— ¿Son ustedes peligrosos? —Preguntó Greg, removiendo a la rana entre sus brazos. La inocencia palpitaba en su pregunta.

— ¿Tú lo eres? —Replicó el chico de la gorra, aferrando la lámpara entre sus dedos.

—No, nosotros no somos peligrosos —señaló hacia el escondite de Wirt—. Estamos buscando el camino de regreso a casa.

A regañadientes, Wirt salió detrás del árbol, colocándose justo al lado de su hermano, que mantenía una tranquilidad inmaculada.

— ¡Eres un gnomo! —Gritó la pequeña, pegando brincos, abalanzándose hacia Wirt, tomando de la punta de su capa.

Por su parte, el otro miraba de lejos, manteniendo el margen, mientras miraba a Mabel a forma de advertencia.

— ¿A casa? —Preguntó el de la gorra, al parecer llamado Dipper.

—Sí, Wirt y yo estamos perdidos —adjudicó bajando a la rana de entre sus brazos—. Dijo que podían ser peligrosos.

— ¡Shhh! —Wirt se llevó un dedo a los labios, inclinándose hacia Greg.

— ¡Tú, shhhh! —Respondió Greg de la misma forma.

Ambos mellizos se miraron entre ambos, y fue Mabel la que se echó a reír, mientras Dipper se acercaba cautelosamente hacia ellos.

— ¡Somos Mabel y Dipper! —Exclamó la niña, Mabel, tomando a su hermano por los hombros—. También estamos perdidos, ¡podríamos viajar juntos!

—Oh, bueno —Wirt se encogió de hombros, incómodo por la mirada de Dipper, que no dejaba de aferrar la lámpara entre sus manos-, no es mala idea.

— ¡Compañeros de viaje! —Gritaron Mabel y Greg al mismo tiempo, alzando los brazos hacia el cielo, triunfantes.

A Wirt en verdad no le parecía una mala idea, pero ese par de mellizos le transmitían una sensación extraña, parecida al peligro. Pero guardó el comentario, y camino en silencio a su lado, mientras Greg seguía cantando, rompiendo el silencio de la oscuridad.

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