Buscando a "Casa"

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Tanto Mabel como Greg dirigían la orquesta de salida. A unos metros alejados de ellos, hacían guardia los hermanos, cuyos pasos eran suaves y nerviosos; Wirt vigilaba a su alrededor, tratando de no perder los estribos, y Dipper de vez en cuando miraba sobre el hombro, pero no dejaba de hojear el ejemplar que pendía entre sus brazos.

Wirt pensó que el chico era tan iluso como para pensar que ese libro los sacaría de ahí.

Greg por su parte disfrutaba de caminar al lado de alguien que parecía seguirle la corriente entre sus tarareos o juegos con la rana que sostenía entre los brazos.

El bosque se hizo poco a poco menos oscuro. La luz del sol clareaba su alrededor, teñía de luz las hojas verdes de los árboles a su alrededor.

—No encontrarás ahí lo necesario para salir de aquí —replicó Wirt al mellizo, ¿él se llamaba Dipper?

— ¿Entonces cómo piensan encontrarlo? —Dipper lo miró por encima del lomo, arqueando ambas cejas—. ¿Perdiéndose en el bosque?

Wirt hizo una mueca de labios, y retiró la mirada del chico, encogiéndose de hombros; era cierto, el bosque era tan profundo que lo único que conseguirían era perderse en el corazón y nunca regresar.

O mucho peor.

Ser raptados por la Bestia.

Un escalofrío escaló por su espalda.

Sacudió la cabeza, al tiempo en que Greg daba un brinco, alzando los brazos hacia el cielo mientras soltaba un grito infantil y sacudía su cuerpo, a modo de sorpresa; Wirt detuvo sus pasos, provocando que Dipper chocara contra él en la espalda.

— ¡Wirt! —chilló Greg, corriendo hacia el chico para sacudirlo con sus minúsculos brazos—. ¡Tengo una idea para su nombre! —Señaló a la rana, que permanecía a poca distancia de Mabel.

— ¿No le habrás dado la idea de llamarlo por su nombre contrario, verdad Mabel? —Preguntó Dipper, sobando la frente con una de las palmas vacías.

— ¿Nombre contrario? —Inquirió Wirt, continuando con la caminata mientras Greg parafraseaba un listado de nombres que no parecía tener fin.

—Ella tiene un puerco —comenzó a explicar Dipper, encogiéndose de hombros.

— ¡Y se llama Pato! —Exclamó Mabel, emocionada, comenzando a dar brincos incontrolables.

Wirt frunció el ceño. Siguió caminando mientras los demás le seguían por detrás. Escondió los brazos debajo de la capa, guardó silencio y volvió sus pensamientos a la posibilidad de poder lograr salir de allí.

Greg era positivo. Seguía creyendo que su sendero sólo estaba ligeramente desviado. Y al parecer Mabel creía lo mismo, pero aquel chico -que Wirt miró de reojo- sabía que ese sitio no era común y corriente.

Al tiempo en que volvía su mirada hacia él, Dipper Pines alzó la mirada, cruzándola con la suya y ambos muchachos se miraron con detenimiento. Tanto a Dipper le causaba desconfianza ese chico de sombrero en punta como a Wirt le causaba intriga ese chico cuyo libro parecía tan viejo como las páginas amarillas de su contenido.

Separó la mirada, enfocándola en el cielo pardo. ¿En qué momento es que ese sitio había decidido anochecer?

Tembló de frío, el viento azotaba las ramas altas de los árboles. Los niños envolvieron instintivamente los brazos alrededor de sus cuerpos temblorosos, pero Wirt no dejó de caminar, tenían que encontrar algún sitio para pasar la noche.

Dipper le miró en silencio -la conversación de Mabel y Greg impedían algún comentario que relacionara una plática entre ellos- pero tomó el liderazgo del grupo, adelantando sus pasos por delante de Wirt, quien lo observó con cierta curiosidad.

Dipper, por su parte, sus pasos los dirigieron entre las ramas mientras el viento seguía azotando sus cuerpos, hasta que los pasos del niño los dirigieron a una cabaña considerablemente grande.

—Puede servirnos —musitó, encogiéndose de hombros.

Greg y Mabel salieron corriendo hacia el sitio, Dipper les siguió. Pero Wirt no tuvo más remedio que seguirlos, aunque el lugar le causara escalofríos.

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