Prólogo - El Juicio del faraón Tutankhamon (Año: 527 a.C.)

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—Mortal, este es tu juicio —habló el dios con cabeza de perro mientras el alma joven frente a él temblaba.

—Anubis, ¡oh! Gran dios de la resurrección, te imploro, no me sometas al juicio de Osiris, no deseo que mi corazón se lo coma el Ammit, no he tenido una conducta intachable, pero tampoco he vivido lo suficiente —rogaba el joven faraón mientras el dios lo conducía hacia el Duat, el inframundo.

La magia del dios los condujo a una gran habitación donde varias entidades los esperaban. Anubis se posicionó en medio de la misma, frente a la gigantesca balanza donde iban a medir sus pecados.

—Mortal —resonó la voz de Anubis—, yo tomaré tu corazón, la representación de tu moralidad y lo pesaré en contra con la pluma de la diosa Maat, la verdad y la mentira serán juzgados por el tamaño que adquiera tu corazón —explicó al alma, y con su mano endrina traspasó su pecho y tomó su corazón. No hubo dolor ni sangre, pero saber qué le avecinaba le hacía temblar las piernas.

El órgano fue colocado en la balanza y las preguntas comenzaron, si había cometido algún pecado su corazón se encogía hasta alcanzar el tamaño de un limón, si había hecho una buena acción su corazón crecía algunos centímetros. Cada acción que realizó, cada decisión que tomó, todo lo que hizo en su corta vida fue cuestionada y juzgada, al finalizar, preguntaron por su muerte.

—Dioses... solo recuerdo estar enfermo, fallecí por una enfermedad —pronunció con lentitud esperando estar en lo correcto, no recordaba su muerte, solo haberse enfermado de gravedad y despertar de pie frente al imponente Dios Anubis.

—Joven faraón Tutankhamon, de dieciocho años de edad, tú has aprobado el juicio de Osiris, los dioses concordamos en tu fuerza vital puede ir con tu cuerpo, el cual en este momento está siendo momificado. Se formará el ser benéfico y podrás ir al Aaru, al paraíso —sentenció Anubis mientras incrustaba el corazón en el pecho del que fue extraído—, pero antes, tendrás que cumplir la justificación, debes probar que eres digno del Aaru. Los dioses te podrán labores que debes cumplir en su debido momento. —Finalizó a la vez que el dios Tot se levantaba y se retiraba con papiros bajo el brazo.

—Dioses, yo no he cometido iniquidad respecto a los hombres, no he matado a ninguno de mis parientes; no he mentido en lugar de decir la verdad, no tengo conciencia de ninguna traición; no he hecho mal alguno, a nadie he causado sufrimiento, no he sustraído las ofrendas a los dioses. ¿Debo cumplir aquella tarea que me será impuesta? ¿No he sido suficientemente bueno? —clamó Tutankhamon, decían que si debías cumplir la justificación podrías pasar siglos o milenios encerrado dentro del sarcófago, solo rogando que llegue la hora de cumplir aquella tarea, solo esperando ser necesario.

—Tu deber ahora es esperar hasta que se te sea invocado, si no puedes cumplir con la tarea el Ammit devorará tu corazón —dictó ignorando las súplicas del faraón.

Tutankhamon luego de aquel evento, estuvo encerrado por más de mil doscientos veintitrés años dentro de su sarcófago hasta que llegó el día de su justificación, el día que probaría que no había sido un santo, pero tampoco un pecador.



Notas:

Aquí está el prólogo de mi historia para el concurso de Nanavd.

-AH

La Resurrección del Faraón TutankhamonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora