Capítulo Cinco - La maldición de Seth

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Tutankhamon seguía estando en el mismo lugar, el sol ya estaba en lo alto del cielo y todo seguía igual que antes, claro el mundo continuaba su rumbo, a nadie le importaba que un muerto caminase buscando entrar al paraíso, o que un faraón sin importancia muriera en manos de Ammit, a nadie le importaba que un alma que no fuera la propia fuese torturada hasta desaparecer de la existencia humana.

Los escorpiones ya no se encontraban a su alrededor, habían desaparecido cuando informó que todo estaba hecho, que había terminado con su misión, aún tenía las instrucciones dichas por Anubis rondando en su cabeza, "vuelve a la tumba y recuéstate en ella, pronto tu alma se ira al Aaru, luego iré y momificaré tu cuerpo, nadie notará la desaparición."

Dormir eternamente era casi una bendición, morir era lo suficientemente aterrador como para considerar desobedecer las instrucciones directas de un dios.

No creía todo lo que debía hacer, seguir e investigar sobre cada copia producida durante estos meses o quizás años, le quedaba una eternidad por delante, si no cumplía Osiris se encargaría de él en persona o peor, invocaría a Seth y eso era algo que no deseaba.

Poco a poco el sol se fue ocultando de nuevo, un día entero pasó sin que el moviera un músculo, estar muerto era muy extraño.

—Buenas noches joven faraón. —Se oyó una profunda voz a lo lejos.

—¿Quién se encuentra en este lugar? —Inquirió confuso el difunto.

—Lamento incomodarlo su alteza —Sonrío burlón en hombre frente él, era lo más raro que había visto en su vida, era un hombre con piel oscura pero sin color definido, pico de ave con grandes orejas rectangulares de algún canino o felino, ojos tan verdes como los de un reptil, era un criatura muy extraña, incluso más que cualquier dios que hubiese visto en su muerte. La descripción le recordaba a alguien, un ser peculiar y malvado, al dios Seth—, pero debo decirle que se acerca una enorme tormenta de arena, mi trabajo es protegerlo, Osiris lo ordenó a todos los dioses.

Tutankhamon se sorprendió, el dios Seth, el dios de la fuerza bruta, de lo tumultuoso, deidad de lo que no es bueno y de las tinieblas, señor y maestro de la sequía, del desierto y de las tormentas de arena, el que patrona las guerras y la violencia, estaba cuidando de él. Todos los egipcios sabían que una caravana protegida por Seth llegaría a su destino, no todos tenía la bendición de la mano de Seth y se sorprendía que el fuera uno de los pocos.

Con calma ambos caminaron hasta el pueblo, el trayecto fue alargo pero muy poco cansino para el faraón. El dios ctónico estuvo todo el viaje en silencio, un silencio poco perturbador, sabiendo que estaba al lado del dios de la fuerza y violencia, se sentía afortunado de seguir con vida. Cuando llegaron a la entrada del pueblo ambos observaron desde varios metro alejados todo, era bastante lindo el lugar de noche, todo estaba en silencio y las pocas fuentes de luz se observaban dispersas entre la oscuridad.

Seth continuó su camino, incluso cuando ya se encontraban dentro de la seguridad que proporcionaban las casas del pueblo. Unos pasos después notó que el lugar a donde se dirigían era su propia tumba, no mencionó nada, en su corta vida le había reiterado más de mil veces que jamás hiciera enojar al dios del desierto. A pesar de que no confiaba en él, siguiendo los consejos que toda su vida le fueron dados, prosiguió junto al dios en absoluto silencio al lugar donde había pasado más de mil años.

—Deidad de los desiertos, lamento mi imprudencia al hacer esta pregunta, más ¿por qué me lleva usted hacia mi propia tumba? —Formuló su pregunta el joven con la cabeza gacha, pensando todavía en si fue buena idea interrogarlo de manera tan brusca e inesperada.

—Solo deseo acompañarlo a su tumba para que comience su camino hacia el Aaru, sé que ya completó su justificación, me sorprende que en menos de un año pudiera destruir más de cien mil copias —inquirió el dios con malicia en sus ojos, sabiendo a la perfección que Osiris no estaba enterado de la existencia de más de un libro de los muertos y que el joven faraón había sido tan ingenuo de no asegurarse de si había más de uno.

—Usted, ¿cómo lo sabe? —Con el ceño fruncido y la poca carne que quedaba en sus resecos labios apretujada una contra otra, el faraón se dignó a levantar la cabeza y observar bien a la criatura frente a él, le llevaba por lo menos sesenta centímetro de altura y su silueta era intimidante, más no iba a retroceder.

—Yo he pasado más tiempo en el mundo humano que ese arrogante de Horus, el tuerto, se supone que es su trabajo saber todo lo referente a la historia y civilización humana más ni siquiera pudo informar bien al gran Osiris sobre el libro que ha escandalizado el pueblo de Egipto —La ironía era palpable en el tono empleado por Seth, era imposible no notarlo, el odio y la envidia estaban tan presente en su ser cuando hablaba del padre y del hijo que era casi imposible no sentir temor hacia su persona.

Tutankhamon estaba preso del miedo que le producía estar junto a un dios molesto y todavía más si este dios era Seth.

—Dios, le suplico que no comente nada hasta que logre deshacerme de todas las copias, no contacte al dios Anubis, ni a Osiris, se lo imploro —rogó el joven muerto tomando la mano del dios junto con el Anj y doblando su cuerpo hasta que su frente tocara aquellos nudillos de color extraño.

—No se preocupe joven, no comentaré nada si usted hace un trato conmigo —afirmó el dios con voz suave y un aura diferente a la que anterior mente profesaba.

—Gracias, gracias —Antes de continuar agradeciendo se dio cuenta de lo que acababa de hacer—... Me equivoqué Seth, lo siento yo no —tartamudeaba el exfaraón mientras que Seth levantaba su cetro Uas y lo posicionaba justo sobre la cabeza del muerto.

—Joven Tutankhamon, le daré todas las localizaciones de los papiros desarrollados que reproducen El Libro de los Muertos —Al Seth decir esto los huecos ojos del faraón se agrandaron hasta su máximo tamaño, era algo que no se esperaba.

—Sí, acepto —Fue todo lo que dijo el joven faraón mientras que Seth retomaba la palabra.

—Ya que aceptas el trato, tu alma me pertenecerá por el resto de la eternidad.

—¿Qué? —Fue lo último que pronunció el faraón antes de que su alma fuera sellada dentro de su cuerpo mediante una maldición.

—Osiris se enterará de tus mentiras y tu desobediencia, como no habrá alma que juzgar no podrá hacer mucho contra ti, sin embargo, no obtendrá lo que él desea, no obtendrá la destrucción del libro de los muertos —habló el hermano de Osiris mientras recordaba cómo había sido degradado a dios del desierto, había perdido contra su descendiente en una batalla en la que había perdido el trono y el poder, pero consiguió la satisfacción de tomar como premio un ojo del gran Horus.


Notas:

-Según muchas leyendas la batalle menciona entre Horus y Seth, en la cual Seth pierde y es degradado a dios de los desierto, y Horus queda tuerto, sucedió gracias a que Seth asesinó a Osiris ya que quería quedarse con su puesto, pero Osiris en la historia está vivo.

-Seth lleva un el cetro Uas, o Was, que "tiene la forma de una vara recta coronada con la cabeza de un animal fabuloso, siendo el extremo inferior ahorquillado; simbilizando el poder, la fuerza y el dominio en la mitología egipcia". 

-En su otra mano lleva un Ankh o Anj, este "es un jeroglífico egipcio que significa "vida", un símbolo muy utilizado en la iconografía de esta cultura. También se denomina cruz ansada, crux ansata en latín, la "llave de la vida" o la "cruz egipcia".


(Ambos se pueden apreciar en el edit de multimedia)

—AH

La Resurrección del Faraón TutankhamonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora