Capitulo 2: Bajo la lluvia

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Una sonrisa en el fondo de la habitación, brillante, adormilaba la vista, es frio, parpadea para ver mejor, pero solo se cambia de la sonrisa a dos botones de un violeta brillante, ojos hipnotizantes, viéndolo fijamente desde el fondo de la habitación oscura, y el solo está quieto arriba de la cama, viéndolos con curiosidad. Luego desaparecen, Julián se levanta hacia donde estaban antes por simple curiosidad, ya no están, siente un aire caliente en el cuello lo que lo hace girar rápidamente para mirar que es, pero no hay nada, la luz de la luna es muy tenue y no deja ver con claridad lo que ocurre en esa habitación. El sigue buscando, pero solo siente un sudor frio correr por su rostro y bajar por la espalda; se asoma por la ventana, - tal vez salió- piensa, y deja así, al girar de regreso a su cama ve el dueño de esa sonrisa y ojos brillantes, ahí parado justo frente a él, viéndolo fijamente, siente como la oscuridad lo agobia, llena y cubre, haciéndolo sentir pesadez en los ojos, cae, y siente como ese ser se acerca a él lo suficiente como para tragar su alma – descansa, te veré pronto- oye el joven tendido, antes de sentir un vacío destrozar su corazón.

¡AHHHHHH! – grita exaltado, empapado de sudor, se levanta de la cama rápidamente e inspecciona la habitación como buscando algo. No encuentra nada y se sienta en la orilla de la cama viendo hacia la ventana, con la luz de la luna dándole en la cara, suspira - así que fue un sueño- se acuesta de nuevo y concilia el sueño nuevamente.

Al otro día, el nuevo inquilino estaba listo para empezar, ya había hecho una lista con todo lo que tenía que hacer: reparar el techo, limpiar toda la casa, ir por más madera para la chimenea y comprar más comida. Eso era lo que tenía planeado, era un sujeto muy organizado y si se proponía algo lo hacía, así que tomo una ducha y salió.

Al llegar a la única tienda que había en el lugar, no pudo evitar dejar de ver a la señora que lo atendía, le parecía que estaba demasiado demacrada -sí, puede que sea un pueblo abandonado y casi nadie lo frecuente, pero ¡vamos! Una ducha al año no hace daño- se decía a sí mismo el joven, haciendo esfuerzo para guardárselo para sí mismo y no incomodar a la señora, él siempre era imprudente.

¿No es nada más?- agrego la señora luego de registrar el último producto a comprar.

No, así está bien. Gracias.- dijo, pago y se marchó de allí para su gusto.

Listo, ya tenía las herramientas y la comida, ahora solo faltaba ponerse a trabajar, descargo las cosas y se dirigió al cuarto útil en busca de escaleras – ¡la madera!-Exclamo, y salió corriendo por más.

Menos mal vivo en las afueras del pueblo, así me queda mas cerca el bosque y por ende la madera, jejeje - reía para sí. Al avanzar se encontró al cantinero del otro día recolectando madera de un tronco caído.

¡Hola muchacho! Me sorprendes, ¿qué haces por aquí?- dice el cantinero incorporándose y dirigiéndose al escritor.

Hola, también vengo por madera, ¿me ayuda?- dice mientras se agacha a tomar un pedazo de tronco del suelo, incrédulo de que se ofrezca a ayudarlo.

Por supuesto, después de todo te dije que me buscaras si necesitabas algo- con una gran sonrisa le responde, mientras toma un gran tronco que le permite cargar la composición grande y fuerte del dueño del bar, lo pone amarrado firmemente sobre su espalda, toma luego otro gran trozo de tronco y lo pone sobre su hombro derecho – ¿pasaste la noche bien?

Eh? Si, hay goteras en mi casa, pero hoy solucionare eso, así que ya no será problema- dice mientras ayuda a recoger un poco de leña.

¿Y no hubo nada fuera de lo normal?... quizá, ¿un mal sueño? – preguntaba sin dirigirse al joven, estaba concentrado cargándose de madera.

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