PARTE 1: Estás enfermo. Te odio y te amo por eso. || Capítulo uno.

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Las diez de la mañana comenzaban a presentarse en la viva ciudad de Londres, Gran Bretaña. 

Sus ojos claros se paseaban por todos los kioscos de revistas habidos y por haber. Había terror en su semblante y el fuerte calambre en su mano izquierda no le dejaba pensar con claridad.

-¡Mamá, es el de la revista! -murmuraban aquellos pequeños niños tomados de las manos de sus madres, mientras que con sus cortos y regordetos dedos le señalaban. Él sabía que pronto su mirada cansada y perdida se encontraría en la primera página de medios amarillistas, detestaba salir si no era en auto.

Desagradables, tanto como los medios como los niños regordetos. Simplemente desagradables. Su corazón latía concorde sus pasos, rápidos y urgidos. Caminaba con su cuerpo cubierto por unos apretados jeans, los cuales hacían sus piernas delgadas y definidas, además de una camisa de color negro. Un abrigo envolvía su torso y acababa a la altura de sus muslos, el mismo le regalaba un poco más de ''actitud''. Hacía frío, y el lo sufría tanto que tenía que abrigarse como si estuviese en invierno, a pesar de que apenas era otoño. 

-Gran pedazo de mierda -murmuró para sí mismo, oyendo su propia voz rasposa y pensando en cómo iba a decirle de todo menos que era lindo a su manager. Divisó nuevamente su rostro en un puesto de revistas, por lo que tuvo que acercarse y comprar todos los malditos ejemplares 

-Gracias -le murmuró en voz baja al vendedor, su tono era frío y distante. No quería saber nada con nadie, no en ese momento.

Caminó con la misma velocidad de antes, ahora sintiendo cómo ambas manos se le comenzaban a acalambrar y así mismo cómo el frío las cortaba de par en par. Necesitaba quitar de todas partes su maldito rostro y era lo que iba a hacer, nada iba a poder detenerlo. 

Llevaba tres bolsas completas con una cantidad exorbitante de ejemplares en los cuales él aparecía, pero era imposible quitar ese asqueroso montón de papel de toda la ciudad. Su nerviosismo aumentaba a cada segundo, tenía que llegar a casa. Era ya un hecho que su anterior determinación fracasaría. Sus piernas delgadas recorrían las secas calles. Louis caminó unas cuadras más, hasta que encontró un contenedor verde de basura. Tomando con fuerza las bolsas, las levantó sobre su cintura. Logró sentir cómo sus brazos y manos temblaban, era mucho peso, por demás de lo que él habría podido soportar comúnmente...pero sin más, las arrojó. Con rabia, con ansiedad, con desesperación.

-Listo -dijo pensando en voz alta. Suspiró, cansado por el gran esfuerzo.

Su mente trabajaba rápido. Llamaría a la empresa apenas pisara el suelo de su departamento. Dicho y hecho, al entrar por el umbral de su hogar Louis se quitó el abrigo tirándolo a un costado con desprecio y corrió hasta el pequeño living. Levantó el mango del teléfono fijo, mientras que sus delgados dedos se peleaban por oprimir los botones. Esperó un puñado de minutos que fueron eternos, hasta que por fin se oyó una voz del otro lado de la línea:

-¡Qué mierda es esto! -gritó, sin siquiera esperar un ''hola'' para comenzar a hablar.

-Wow, ¿qué es lo que anda mal? -el hombre de 30 años del otro lado del teléfono frunció el ceño.

-¿Que ''qué es lo que anda mal''? ¿Acaso eres estúpido? ¡¿Qué es esa mierda de ''Monsieur Petit-Louis''!? -bramó, exasperado y pronunciando un perfecto francés.

-¿Qué?, ¿no te gusta?

-¿Es una puta broma?, ¿Saint Clairé, acaso te parió una vaca con retraso? ¡Es una puta mierda, imbécil!

La revista Monsieur et Mademoiselle había lanzado una edición especial dedicada a él, el mejor modelo de toda la famosisima empresa llamada Chic! La tapa de la revista era la primer fotografía que le habían tomado, hacía cuatro años, cuando se había incorporado al plantel de modelos masculinos. Cuando Louis no tenía aquellos huecos en sus mejillas, ni esas perfectas clavículas sobresalientes, sino que su estómago estaba apenas rellenito y tenía unos jóvenes 19 años de edad. Cuando era ''apenas un aprendiz que necesitaba encaminarse'', según los actuales pensamientos de la industria fashion. Además de eso, nadie había parecido interesarse en comunicarle lo planeado. 

La ansiedad de Louis | Larry Stylinson AU {Próximamente}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora