Cuando los sueños se conviertan en tormentas (#2)

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Ausencia dentro de un pasado.

21 de octubre, Austria.

Tomas Wolf.

La frustración me llena en estos momentos al no poder recordar ni un solo día de mis últimos años en Alemania, excepto de aquella tarde en que decidí dejarlo todo. Aquella tarde que ella llegó, tan rápido como se había ido pero como un recuerdo duradero. Solo mi niñez y las imágenes de una joven alegre son los protagonistas de mis sueños.

Y su risa.

Una sinfonía tan meliflua que amenaza con jamás salir de mi memoria y quedar grabada por el resto de mis días; sin embargo, el vacío llena las lagunas de las imágenes tormentosas de mi adolescencia, donde mi mente estaba en una ensoñación constante y mis sentidos ausentes. Me encontraba viviendo en automático, sin noción del tiempo en absoluto. Llenando aquellos espacios en blanco con escenarios que quizá nunca serían posibles.

Haberme distanciado de todos me hacía pensar constantemente en aquellos días, momentos que quisiera revertir cada vez que tocó el sofá de mi departamento.

Bolt duerme plácidamente en una esquina mientras las noticias son transmitidas desde la televisión de la sala, hablando de chismes de la realeza austriaca y sus constantes críticas.

-Dime Leonni, que te parece el nuevo romance de el príncipe heredero al trono, Gilbert Hohenberg-oigo a la reportera de esta noche-. Dicen que la chica no posee sangre azul. ¡Una plebeya damas y caballeros!

Decido apagarla y buscar algunos libros para meter en la mochila mientras se hace hora de ir a casa de Hanne, hoy será el primer día de sus tutorías. Esperaba poder concentrarme con su presencia a mi lado.

-No me extrañes tanto-digo, levantándome del sofá.

Volteo a ver a mi compañero perruno.

-Prometo que volveré temprano.

Al salir, intento maniobrar con el espacio de mis piernas, puesto que llevo entre ellas una caja con un regalo. Conducir no estaba siendo lo más cómodo pero al menos no quedaba tan lejos la residencia.

Quisiera creer que no estaba nervioso, pero mis manos sudaban a medida que subía cada escalón del edificio. Aquello significada un paso más para estar más cerca de ella.

Doy dos toques a su puerta y a lo lejos se escucha un grito que me hace saber que estará en unos segundos frente a mi.

-Hola Tomas-dice tímidamente al abrir la puerta.

-Hola Mei...Hanne-corrijo, aquel apodo de su infancia solo es el recuerdo latente de una época que yo no soy capaz de olvidar, comparación de otros días.

Tan pronto como abre paso, entro al pequeño apartamento, un lugar sencillo, acogedor y con una mezcla de perfumes femeninos que jamás pasarían desapercibidos. Era obvio que tres mujeres residían en este espacio, más que todo por los tres pares de zapatos en estilos totalmente opuestos que reposan en la entrada.

-Lindo hogar-me oigo pronunciar.

-Esta un poco desordenado, no sabía que eras tan puntual-admite en voz baja, cosa que me hace voltear a observarla. Por primera vez en el día, me tomo el tiempo de detallarla-.Disculpa mi aspecto, no encontré otra ropa más cómoda que esta.