Shigaraki Tomura x Male Reader
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La aprobación por parte de su madre lo era todo.
Su amistad con cierto pelinegro era su escape de todo el peso que lo obligaron a cargar en sus pequeños y frágiles hombros.
¿Qué pasará si pierde su único...
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Seis años después...
La vida transcurre con una lentitud engañosa. Un día eres un niño sin mayores responsabilidades y, al siguiente, el peso del futuro de tu familia recae sobre tus hombros. Madre nunca ha estado del todo satisfecha con mis logros, y no puedo culparla. Mi vida ha estado marcada por fracasos, empezando por el tiempo que desperdicié en el campamento de conversión. Cuando eres un niño semi-adolescente, son más indulgentes, pero al descubrir que era mi segunda vez allí, las cosas se volvieron drásticas.
A madre no le gustó darse cuenta de que Yoko-chan tenía un parecido inquietante a... no importa. Esa fue mi segunda y última vez en ese lugar. No pienso regresar por aquellos gustos que, en su momento, definí como parte de mi identidad.
Desde que salí del campamento, no volví a contactar a Yoko-chan. Estoy seguro de que madre se encargó de explicarle las razones. Su indiferencia cada vez que nos cruzamos en la calle confirma mis sospechas. Pero no importa. Estar con ella habría sido un obstáculo para mis verdaderas metas.
Cuando finalmente dejé de resistirme al plan de vida que madre trazó para mí, todo se volvió más sencillo. La montaña rusa se convirtió en vías rectas, sin curvas ni giros inesperados. Todo en orden, todo perfecto.
Obtuve excelentes calificaciones y entré a una buena universidad en Japón, pero no era suficiente. Me esforcé aún más y logré un traslado a una universidad de mayor prestigio, con pasantías increíbles y una tasa de graduados exitosos impresionante.
Lo único malo era que debía mudarme de la ciudad donde crecí y dejar a madre atrás.
—Mi hijo se va a una gran universidad —se tocó el pecho con melancolía—. Me llenas de orgullo.
Su llanto exagerado ahogaba la suave música de la fiesta de despedida. Los invitados no podían evitar conmoverse ante la escena, susurrando palabras de ternura y admiración.
—Vendré a visitarte, mamá —nos abrazamos mientras los demás suspiraban.
—Más te vale conseguir el primer puesto —susurró, sabiendo que nadie vería sus labios moverse.
—Te lo aseguro, madre —respondí con una sonrisa controlada.
Al separarme de su abrazo, me despedí del resto de los invitados. Muchos insinuaron que conocería a una chica encantadora o que debería prestar atención a sus hijas. No tenía interés en eso.
Antes de partir, madre me susurró instrucciones en nuestro idioma natal, manteniendo las apariencias.
—No lo arruines esta vez, ¿de acuerdo?
—Lo prometo.
Cuando cerré la puerta de aquella casa, emprendí mi viaje hacia el aeropuerto, listo para comenzar una nueva etapa.
El vuelo fue una verdadera prueba de paciencia. El chequeo de seguridad parecía un ritual interminable, con cada paso acompañado de miradas aburridas y movimientos torpes. Abordar el avión no fue mucho mejor; los pasajeros se detenían en el pasillo, bloqueando el paso mientras buscaban sus asientos con una lentitud exasperante.