Diferente.

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Podría empezar diciendo que soy una chica normal. Y es lo que pensaba hasta hace poco tiempo. Pero la normalidad no existe. Todos somos especiales a nuestra manera. Solo hay que creerlo con fuerza y no tener miedo a ser diferente.

Estaría bien que conocieras un poco mi historia, porque así entenderías qué es lo que me ha traído aquí, a este instante, a este mar de dudas. Pero prefiero contarlo poco a poco, cuando surja. De momento... decir que tengo 25 años. 

Que sí, que puedes pensar cuando leas esto que soy mayor para escribir todo, que es cosa de quinceañeras. Pero realmente espero que algún día, cuando pase mucho tiempo, alguien encuentre la historia de mi vida y le parezca fascinante.

Pues eso. No he tenido mucha suerte en la vida, y no puedo decir que no haya sido mi culpa. Pero ese es otro tema. El caso es que ahora estoy aquí. Nueva ciudad, nueva vida. La verdad es que me siento un poco sola. No tengo mucha gente con la que hablar aún, aunque intento hacer vida social. Es difícil cuando te mudas a un lugar completamente nuevo para ti. Tienes que empezar desde cero, cuando todo el mundo a tu alrededor tiene su vida prácticamente resuelta y te rodeas de gente mayor que tú. 

Me mudé por motivos laborales. Sí, al menos tengo trabajo, soy independiente y tal. Llevo dos meses aquí. No te puedes imaginar lo segura que llegué. Tenía tan claro que lo único que iba a hacer aquí sería trabajar, salir adelante, centrarme en mi carrera. Y por supuesto que sigo teniendo las mismas ganas de luchar por lo que quiero que antes. Sigo creyendo que estoy aquí porque tengo que demostrar todo lo que valgo.

Pero de repente, encuentras a alguien que te hace temblar.

Me había prometido a mí misma que estaría centrada, lo juro. Que no iba a buscar una relación, ni nadie en quien pensar por las noches. Que me iba a dar un tiempo lejos de los chicos. Que ya había tenido bastantes experiencias malas y que era hora de descansar. De hecho, hace poco más de dos meses que había salido de mi segunda y última relación. 

En serio, estaba jodida. No porque lo hubiese pasado mal ni nada de eso. De hecho, quise dejarlo yo. Aunque claro, era un capullo. De esos que parecen buenos pero que luego descubres que han estado jugando contigo todo el tiempo. Y que después de dejarlo se dedica a escribirle comentarios en las redes sociales a todas las tías que vea, conociéndolas o no. De esos que ponen cosas para que te des por aludida. De esos que admiten estar enamorados de otra chica, de haberlo estado todo el tiempo, y no les importa que puedas llegar a leerlo. Probablemente incluso deseen que lo hagas. 

Pues eso. Que después de darme cuenta de que me merecía algo más, decidí que era el momento de centrarme en el trabajo. Porque al fin y al cabo no necesitaba nada más. Que tampoco es que sea mayor. Y que si lo fuese pues tampoco importaría. Que lo de formar una familia y tal está bien, pero no es indispensable. Y que estaba harta de aguantar a estúpidos niñatos de mierda. 

Vale, lo admito, solo he querido a una persona en la vida. Y no fue a este último. No pude llegar a quererlo. En el fondo desde el primer momento supe que nunca llegaríamos a nada. Lo intenté, de verdad. Pero necesitaba a alguien que me diese confianza, que me hiciese ver que podía abrir mi corazón. Y no era él. Nunca le importó lo que pensaba ni como me sentía. En serio, no os recomiendo estar en una relación así. Nunca ganas nada. Eres el objeto sexual de una persona. Si buscas algo más, huye. Porque nunca podrás cambiarlo. Nunca. 

Había estado enamorada una vez. Demasiado. Tanto que me costó recuperarme bastante tiempo. Quizás un año, casi dos. Un día descubrí que podría estar lista para intentar tener algo con alguien, pero claro, elegí mal. Solo quería demostrarme a mí misma que podía hacerlo. Que no estaba todavía enamorada de una persona que no iba a volver, y que yo no quería que volviese.

Pero...las maripositas en el estómago, que se te aceleren las pulsaciones cada vez que esa persona entra en la misma habitación en la que estás tú, que se pare el tiempo en el momento en el que se cruzan las miradas...eso sí que hacía mil años que no me pasaba.

Y de repente un día lo veo. Y no me refiero a que fuese una persona nueva para mí. No. Lo llevaba viendo en el trabajo dos meses. Pero ese día nos fijamos el uno en el otro. Me fijo en él. Lo veo tal y como quiere mostrarse. Y hablamos y descubro que en ese momento se me para el corazón por un segundo. Que noto una química grandísima, incluso diría que por ambas partes. Que noto como nuestas miradas se entienden solas. 

Y joder, os juro que ese día me fui a dormir pensando en que esa sensación es la más maravillosa del mundo.


Al fin te encontré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora