Cuento de onis...

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Ha pasado semanas desde aquella confrontación. Tadashi se siente traicionado, roto, atrapado en una jaula dorada de mentiras y decepciones. Su marido sigue engañándolo descaradamente, sin siquiera molestarse en ocultarlo. La familia real se hace de la vista gorda, fingiendo que todo está en orden, como si su dolor fuera un simple capricho pasajero. Pero no lo es. Es real, es asfixiante. Y su embarazo, en lugar de traerle consuelo, solo añade más peso a la carga que lleva sobre sus hombros.

¿Acaso este era su cuento de hadas?

El matrimonio con Tsukishima había sido un sueño al principio, o al menos así lo había creído. Un príncipe, un amor que parecía eterno, un futuro lleno de promesas. Pero ahora, cada promesa se desmoronaba como un castillo de arena bajo la marea. Tadashi no podía evitar preguntarse si alguna vez hubo amor en primer lugar, o si todo había sido una ilusión fabricada por la necesidad de mantener la imagen perfecta ante el pueblo y la corte.

Ahora se siente solo. Inmensamente solo.

Y no es solo el desprecio de Tsukishima lo que lo destroza. Es su traición, su descaro, su manera cruel de humillarlo.

El adulterio con Kuroo ya no es un secreto. Tadashi lo sabe. Siempre lo ha sabido. Pero ahora es diferente. Ahora Tsukishima ni siquiera se molesta en ocultarlo. Ni en negar las acusaciones. Cada vez que ve los encabezados en los periodicos sobre el amorío de Kuroo y Tsukishima, Tadashi siente que su corazón se rompe un poco más.

Le duele. Le duele en el alma.

Le duele saber que su esposo encuentra consuelo en los brazos de otro hombre, mientras él se consume en la soledad de su habitación. Le duele que Tsukishima lo mire con fastidio y frialdad, mientras a Kuroo le regala sonrisas y susurros. Le duele que, a pesar de todo, aún anhele ser suficiente para él.

Pero no lo es.

Nunca lo ha sido.

Yamaguchi se encuentra en su habitación, las cortinas cerradas, el aire pesado con la ausencia de esperanza. Apenas ha hablado en días. Apenas ha comido. Se siente tan triste y vacío que ni siquiera abre la puerta cuando escucha los golpes insistentes de Tsukishima. No quiere verlo. No quiere escuchar sus excusas, su ira disfrazada de preocupación, su autoridad impuesta con violencia.

El príncipe se limita a subir el volumen de la televisión. Está viendo una película de Enonshita Productions, aunque no le presta demasiada atención. Es solo ruido de fondo, un intento desesperado de distraerse de la realidad. No tiene ganas de discutir. No tiene ganas de salir de la cama.

Pero Tsukishima no se rinde.

Tsukishima: ¡YAMAGUCHI!

Su voz retumba al otro lado de la puerta

Tsukishima: TE RECUERDO QUE NO SOLO ES TU SUEGRA, ES TU EMPERATRIZ! ¡ABRE DE UNA MALDITA VEZ, YAMAGUCHI!

Pero Tadashi no se mueve. Siente la frustración de su esposo al otro lado de la puerta, pero no le importa. ¿Por qué debería hacerlo? Para Tsukishima, él es solo una pieza más en su vida, una obligación, un estorbo...

El único que tiene permitido entrar en su santuario de desesperación es su secretario privado Sugawara. Y solo cuando sabe que está completamente solo.

El le lleva el periódico del día, una pequeña cortesía que Tadashi ya no sabe si agradecer o ignorar. Hojea las páginas con desinterés. Las elecciones para decidir al nuevo Primer Ministro están en todos los titulares. Ushijima Wakatoshi, el líder de la oposición del partido conservador, contra Oikawa Tooru, el actual Primer Ministro del partido liberal.

Los analistas políticos dicen que la contienda está demasiado reñida, que ambos candidatos tienen exactamente el 50% de aprobación. Una nación dividida. Lo han denominado como la lucha del angel y el oni.

The Crown (Tsukiyama Teruyama)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora