Capítulo 3

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Me despierto con unos ruidos constantes en la pared que vienen de la habitación de al lado. Aprieto los ojos, molesta, pero los abro en seguida. Las cortinas están abiertas, dejando pasar la luz de la mañana.
Los ruidos no cesan, así que me levanto a inspeccionar que es lo que causa ese sonido. Abro lentamente la puerta y salgo de puntillas de la habitación, intentado hacer el mínimo ruido; me acerco a la puerta, la abro lentamente...
-¡¡¡AAAAAAH!!! -grito y cierro seguidamente, quedándome pegada a la puerta hiperventilando.

Me voy a mi cuarto, cojo el móvil y escribo.
- "Heyy petardoo, quedamos? -le envío a Jordan temblando como un flan pero en seguida me contesta."
- "Claro, Great Mall en 15 min."
Perfecto.

Me voy al armario y me pongo un vestido negro corto que todavía no había estrenado, botas militares y medias rotas.
Cojo una galleta que encuentro por el camino y me voy.

- ¡Jordaaan! -grito mientras corro agitando la mano como una eufórica.
Lleva vaqueros grises ajustados y una camisa blanca, creo que nunca había visto una camisa tan blanca y tan bien planchada en mi vida.

- ¡Hola panditaa! -me abraza.

- Lo siento, necesitaba llamarte, ha pasado una cosa muy rara en casa.

- ¿Vamos a tomar algo y me lo cuentas?

- ¡Claro!

Vamos a una cafetería pintada de verde, "Cafetería Goya".
Nos sentamos en una mesita redonda con sillas de hierro y cojines verdes. Pedimos dos cafés, un muffin y un trozo de pastel de chocolate.

- Bueno, de qué querías hablarme.

- He visto algo que no tendría que haber visto, pero ha sido muy raro, algo dentro de mí ha explotado por así decirlo. He sentido cosas que nunca había sentido en mi vida.

- ¿Qué has visto? -dice tomando un sorbo de café. Parece un psicólogo, que mono.

- He visto a mi hermano... ya sabes... -me quedo callada, no me salen las palabras.

- ¿Follando? -dice sin escrúpulos. ¿Cómo puede decirlo así de tranquilo? Le admiro por esa valentía.

- Sí, pero por si fuera poco no era con una tía... sino con dos. -me tapo la cara con las manos.

- Eh, tranquila que no pasa nada. -suelta una risa inocente.- Es normal, todavía no has tenido relaciones sexuales, cuando las tengas no te parecerá tan raro decirlo ni verlo ni nada por el estilo, ¿tú ya me entiendes, no? -me guiña un ojo y seguidamente se rie.

Me acaloro, me pongo como un tomate, ¿cómo puedo estar hablando de esto con mi mejor amigo? Dios mío, qué verguenza.

- Bueno, venga, que no pasa nada.

Nos terminamos lo que pedimos y pagamos.

- ¡Vamos de tiendas ahora! -digo muy alegre, intentando cambiar de tema.

- Lo siento, pandita. Tengo que irme hablamos luego por el móvil. -me da un beso en la frente y me guiña un ojo mientras se va.

Camino hacia mi casa, sin prisas, tranquila, pensando en todo. Creo que mi madre está trabajando. ¿Estará así de "bueno" mi hermano por lo que vi hace un par de horas? ¿Qué es lo que sentí? Miles de preguntas pasan por mi cabeza. Tengo 17 años y mucha gente habla de esas cosas, pero yo me sigo avergonzando ante tal tema, me vuelvo a poner como un tomate y la gente me mira, acelero el paso hasta llegar a casa.

"Que no estén, que no estén, que no estén..." me repetía mi mente una y otra vez a la vez que abría la puerta de casa, por otra parte, otra parte de mí querían que siguieran allí... ¡Pero qué me está pasando! Tengo que buscarme un hobby.

Entro en la cocina y veo a mi hermano sentado en la mesa de madera comiendo un bol de cereales, por su aspecto un poco pasados.

- Hola Sam. -dice seco.

- Hola Eric.

- Ya se han ido, no te preocupes. -"¡mierda!" grita una parte de mí.- Siento que hayas visto... eso.

Nunca había tenido tacto con mi hermano, desde muy pequeña siempre me tenía una especie de asco enorme, claro que ha ido cambiando pero no se le puede considerar el mejor hermano del mundo.

- Ah, por cierto. Ha llamado mamá y tenemos que hablar.


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