El portal hacia el descanso

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Comimos y la tía nos indicó las habitaciones, no eran tan preciosas a comparación de la sala de pintura pero estaban para dormir.

-Esta es tu habitación, querida-me dijo la mujer.

Asentí y abrió la puerta, tenía una cama para dos, una mesita de luz a su costado y un guardarropas orientado a la época Victoriana. Walt ya se había ido a su habitación, ahora estaba sola.

Y me tiré de una a la cama.

Sonreí, era acolchonada, me daban ganar de saltar.

Me levanté y abrí el ropero, tenía un montón de ropa. Busqué piyamas pero no encontré de mi talla, además algunos no me gustaban. Prendí la luz de la mesita ratona y abrí los cajones, uno de ellos llevaba un libro sucio y mohoso.

Me daba pena.

Toc, toc, toc.

La puerta se abrió y me senté en la cama, Walt entró y me sonrió tímidamente. Le devolví la sonrisa, todavía estaba vestida con la misma ropa, él igual.

-Necesitamos planear nuestra huída.

Fruncí el ceño.

-¿Qué?

-No nos va a dejar ir tan fácil, ella nos va a mantener aquí el mayor tiempo posible, nos vamos a las cuatro de la madrugada.

-Entonces es fácil, va a estar durmien...

-Ella nunca duerme-me interrumpió Walt serio.

-¿Por qué vinimos aquí?

-Es fácil entrar, pero no salir. Los monstruos suyos no pueden pasar.

Asentí temerosa.

-Primero de todo, no hay que dormir separados, es una forma de perdernos el uno al otro.

-¿Qué estás pensando?-dije desconfiada.

No iba a dormir con él.

¡Nunca!

Anubis bufó.

-Vas a poner un maniquí en la cama, y dormiremos debajo de ella. En diez minutos ella va a revisar cómo estamos y debemos permanecer callados.

Asentí con la cabeza.

-¿Sin almohada?

-Sin almohada.

Suspiré derrotada, me daba miedo el lugar. De alguna manera me iba a sentir mejor a su lado, para que me protejan.

Busqué en el ropero prendas de mi talla, modifiqué una almohada y con Walt hicimos un muñeco de mí.

Estábamos terminando de arreglar el maniquí cuando unos pasos se escucharon por la escalera. Ambos nos vimos y Walt me arrastró debajo de la cama, apagué la luz de la mesita.

Mi respiración era agitada, Anubis en la Duat lucía alarmado. Walt me recogió los cabellos porque estaban a la vista de ella.

La puerta se abrió, dejando a su paso un chirrido con cada latido mío. Caminó hacia la cama y Walt dejó de respirar, no debían notarnos.

-Muy bien-murmuró la anciana.

Y salió sigilosa de la habitación.

Quería hablar pero Walt me tapó la boca, pasó un rato interminable y sacó su mano de mi cara.

-Ahora hay que quedarnos hasta las cuatro y nos vamos-susurró despacito.

Asentí con la cabeza.

El baile del Encuentro (Nico Di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora