Capítulo 21

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Comunicarnos.

Olivia.

Nadia: No olvides nuestro entrenamiento hoy.

Nadia: Ah, y ten una buena mañana.

Nadia: 😺

Olivia: Nos vemos

Nadia había estado enviándome mensajes toda la semana, asegurándose de recordarme que este sábado empezaríamos nuestras prácticas privadas para la gala. La intensidad con la que se enfocaba en mi presentación, más que en la suya, era casi absurda. Por supuesto, tenía sentido: Nadia ya tenía un lugar asegurado en París. Su futuro brillaba como una constelación perfectamente alineada, mientras yo todavía intentaba encontrar mi estrella en el firmamento. Pero eso no me molestaba. Si algo me quedaba claro sobre Nadia, era que detrás de su fachada distante y sarcástica, había una persona que, cuando se preocupaba por alguien, lo hacía con todo su ser.

Esa mañana mamá me había preparado el desayuno. El aroma del café recién hecho llenaba la cocina, y el sonido de las tazas chocando suavemente contra el mármol tenía un efecto calmante. Nos sentamos alrededor de la mesa, como lo hacíamos siempre, hablando de las pequeñas cosas que habían marcado nuestra semana. Ser parte de esta familia siempre había sido fácil para mí. Claro, teníamos nuestras discusiones, algunas más intensas que otras, pero el perdón siempre llegaba rápido, como un río que fluye sin obstáculos. Aquí no había silencios prolongados ni resentimientos acumulados. Este era mi refugio, el lugar donde podía ser completamente yo misma.

Sabía que era afortunada. Mis padres eran comprensivos y cariñosos. Habían trabajado incansablemente para darme todas las oportunidades posibles y apoyarme en cada paso de mi sueño de bailar. Quería devolverles todo eso. Quería que me vieran brillar, que me vieran alcanzar lo más alto, como si cada sacrificio que hicieron por mí hubiera valido la pena.

—¿Y a dónde vas ahora? —Preguntó papá, tomando un sorbo de café.

—Voy a ensayar mi presentación para la gala anual. Nadia consiguió una sala de baile para los sábados y me está ayudando a prepararme.

—¿Nadia? ¿La chica de la que me contó tu madre? —Preguntó con una ceja levantada y una pequeña sonrisa asomando en su rostro.

—Mamá... —Me quejé de inmediato, sintiendo el calor subiendo hasta mis mejillas.

—Yo solo le conté que esa jovencita fue muy amable por recibirnos en su departamento en París. —Respondió mamá con tono inocente, aunque la travesura era evidente en sus ojos. —No tienes por qué ponerte así, ¿o hay algo que quieras contarnos, Liv?

Mamá disfrutaba demasiado estos momentos. Papá, a su lado, apenas podía contener su propia sonrisa. Había algo en la forma en que intercambiaban miradas, como si ya supieran lo que iba a decir antes incluso de que yo abriera la boca.

—Nosotras... nos estamos conociendo. —Dije finalmente, buscando la mejor manera de resumir algo que, en realidad, ya era mucho más. Claro que la conocía, mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir en ese momento. Pero mis padres no necesitaban saberlo todo, menos lo que hice cuando ellos se quedaron fuera de la ciudad. —No es nada oficial, aún.

—¿Entonces esta chica te gusta? —Preguntó papá con tranquilidad, pero su mirada estaba fija en mí, cálida y llena de interés genuino.

Asentí lentamente, incapaz de esconder el rubor que subió de inmediato a mis mejillas.

—Bueno, si es como tu madre dice, me alegra que hayas encontrado a una buena chica. Aunque... dile que, si te va a pedir ser su novia, tiene que venir a pedirme permiso.

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