PRÓLOGO

7 1 0
                                    

Madrid
03 de enero, 2009
Cumpleaños de Almu

Fijé mis ojos llorosos en el plato caliente frente a mí. Aún salía humo de la sopa que había preparado mi madre. Aunque había insistido en que se lo tomase ella porque yo no tenía hambre, no aceptó y me tendió la poca comida que nos quedaba para que yo no pasara hambre.

Mamá, minutos antes , me sonrió ofreciéndome la cuchara, fingiendo como si fuera un mini avión que debía aterrizar en mi boca. Yo, la abrí apenada, y enseguida me sentí triste sabiendo que ella estaba sin comer por mí; para alimentarme.

—Come, cariño.

Miré las velas de cumpleaños en mi tarta apagadas y suspiré.

Hasta unos minutos después, que mamá se levantó y fue corriendo al baño porque algo le sentó mal. ¿Fue por no comer? ¿Por mí? ¿Por eso estaba mala?

La culpabilidad empezó a abordar mi pequeño cuerpo y eché la sopa a un lado, renegando a alimentarme por mucho que mi estómago rugiera. Me distraje agarrando las velas y jugando con ellas mientras escuchaba a mi madre a lo lejos tirar de la cadena.

Ella me había ordenado varias veces que no fuera a buscarla al baño cuando se enfermaba, así que una vez más obedecí. Porque aunque fuera pequeña, era consciente de que le ponía triste que yo me sintiera culpable de ello.

A veces los carros de comida que los abuelos traían a casa para que comiéramos no eran suficientes, el novio de mamá arrasaba con todo, o incluso cambiaba la comida con algún vecino por alcohol para él.

—Seguro que el yayo está a punto de venir —susurré a las velas.

El novio de mamá apareció en casa, dando un fuerte portazo, y me dedicó una mirada rápida de desaprobación antes de dejar una botella de vino casi vacía en la mesa, casi derribando mi pequeña tarta con la fuerza que ejerció. No rechisté al notar que estaba enfadado y seguí jugando con las velas viéndole dirigirse hacia el cuarto de baño, donde estaba mamá.

¿Había hecho algo mal? Cuestioné mirándome las piernas o los brazos, buscando la respuesta del porqué me había mirado mal. No estaba comiendo, ¿era por eso?

¿O era una broma por mi cumpleaños?

—¡Tu puta hija solo desperdicia mi comida!

Volví mi vista a la sopa y se me retorció el estómago.

—Ahora no, Miguel. Me encuentro mal.

Escuché un golpe y me sobresalté, pero me obligué a tomar una cucharada.

—¿Has robado comida para hoy?

Silencio.

—¡Eres una puta cobarde!

—Seguro que mis padres traerán algo hoy —su voz fue más débil.

—¿Te recuero que eres tú quien debe traer la comida a esta casa?

—No es tan fácil, no me gusta hacerlo.

—¡Tú decidiste traer a esta mocosa con nosotros y eso conlleva más gastos!

—¡Es mi hija!

Escuché pasos aproximarse y al mirar arriba vi dos ojos azules perforarme con frialdad.

—Cómete la sopa.

Agaché la cabeza.

—No puedo más, estoy llena —me levanté—. Le diré a mami que se la puede tomar ella.

Fui corriendo a la cocina y dejé el plato de sopa para volver al salón y encontrarme al novio de mamá bebiendo un largo trago de la botella.

Nada más verme, tiró la botella al suelo, haciéndola añicos frente a mí. Pero no me asusté tanto como cuando vino hacia mí rápidamente con la mano extendida en el aire.

Di varios pasos hacia atrás con torpeza, atemorizada de lo que podía hacerme y sin saber porqué. Como consecuencia choqué con un mueble y un gran dolor recorrió mi espalda.

—¡Almu, ve a la habitación! —chilló mi madre interponiéndose entre él y yo.

La chica del vestido rojo [MY LIFE AFTER HIM] (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora