Aún seguía agitada por todo lo ocurrido; bueno, por lo menos, mi pulso había disminuido.
— ¡Ya estoy cansada de toda esta mierda! — grité a la nada.
Camine con pasos lentos hasta mi no tan pequeño departamento, debo decir; mi madre me lo obsequio poco antes de su muerte.
Estaba demasiado cansada para cenar, y tampoco es que tuviera hambre; así que, opte por despejar mi cuerpo y mi mente. Fui a mi habitación por un poco de paz, mañana sería un día pesado en la universidad, lo presentía.
"Solo recargaré un poco de energía", me excusé mentalmente.
El sonido de mi pequeña y ruidosa alarma me despertó, hoy comenzaba una nueva mañana; en menos de tres meses— 85 días, para ser precisa— terminaría mi carrera y dejaría atrás la universidad, aquella que alberga tantos recuerdos. No sabía cómo sentirme al respecto; es decir, no me sentía feliz ni triste por dejarla, simplemente no tenía ningún sentimiento profundo que expresar.
Hice mi rutina matutina: Darme una relajante ducha, vestirme, hacer desayuno; en este caso, con la ayuda de la cafetera, hice un café y las acompañé con unas tostadas. Las comí tan rápido como pude, pues la idea de llegar tarde me ponía un poco histérica.
Después de unos 25 minutos en bicicleta llegué a la universidad, no queda tan lejos de mi casa, pero se alarga, pues mi pequeño vehículo no es lo suficientemente rápido como una camioneta. Estacioné mi pequeño y hermoso vehículo, para luego dirigirme a los pasillos del lugar; mis ojos estaban en busca de ella, mi única y mejor amiga, debe estar asustada, no he contestado sus llamadas, por lo ocurrido ayer.
— Hola. — Escuché su fina voz, inmediatamente me giré para verla. — ¿Otra vez? ¿por eso no respondiste mis llamadas, cierto?
— De hecho, no respondí porque me quedé dormida ni bien llegué al depa. — Traté de evitar el tema.
No es que no confiara en ella, pero odiaba tener que incluirla en este lío. Mientras menos supiera, sería mejor para ella.
— ¿Y por qué llegaste tan cansada a casa? Estabas brincando por toda la facultad cuando te dejé. — Suspiré resignada.
Me había atrapado; por lo que, solo atiné a quejarme después de algunos segundos:
— ¡Ya no sé qué hacer para quitármelos de encima!
— ¿Qué es lo que quieren? Ya te han quitado tu preciado auto que tanto te costó conseguirlo. — acompañó mi queja algo molesta, la entendía, yo me sentía peor.
— Mi departamento. — susurré.
— ¿Se enteraron en dónde vives? — Preguntó asustada.
— No, — ella soltó un suspiro de alivio— pero lo van a encontrar pronto y no lo venderé, sabes lo que significa para mí. Es el único recuerdo que me queda de mi madre— comenté con melancolía.
— Lo sé. — Me tocó el hombro tratando de animarme.
La miré sin expresión; ella, por lo contrario, se había perdido en sus pensamientos, su rostro pensativo lo demostraba. Luego de algunos minutos de silencio, comento:
» Tengo una idea. — Su habitual sonrisa la acompañaba.
— Te he dicho que no la venderé. — La reté de inmediato. Tenía las cejas un poco arrugadas.
— No es eso. — Su sonrisa creció aún más, si es que eso era posible, como si hubiera encontrado una gran solución— ¿Y si la alquilas? — soltó de la nada— Ya sabes, vivir con alguien más, — estaba a punto de articular palabra, pero continuó— así podrás pagar tu deuda de una vez y, también, tendrás la casa protegida. — Eso cambiaba todo, ¿Cómo no lo había pensado antes?
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Viviendo con un vampiro
VampireRachel es una joven con una vida común y corriente, según ella. A sus 25 años, en el último año de su carrera universitaria y con tantas deudas pendientes por pagar, decide compartir su preciado apartamento para que este le genere más ingresos. Lo q...