Capítulo 4

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Él lucía un vestuario impecable; y es que combinar un pantalón clásico con un blazer en tono azulado, a esto sumarle esa camisa blanca con estampado casi invisible que marcaban su torso, y finalmente, luciendo unos zapatos elegantes de color cuero oscuro, eso lograba toda la impresión de cualquiera.

Lucia perfecto, incluso para quien no tenía buen ojo; a esto se tenía que añadirle su encanto natural, tenía un no-sé-que indescriptible, una belleza indiscutible, provocativa. Ellos siempre destacaban por eso, por ser seres indudablemente atractivos.

"Es tan perfecto", pensó mientras suspiraba.

"O simplemente podríamos resumirlo en que era tu tipo de chico", le recordó su yo interior.

"Bueno, también eso", le se respondió así misma. Como de costumbre.

No estaba al tanto de si otras personas tenían la costumbre de hacer lo que ella, nunca le había tomado gran importancia y tampoco se había cuestionado el hablar con esa vocecita que algunas veces le hacía ver la realidad de la cual muchas veces Rachel era ausente. Ella lo tomaba como un "mini yo" y dejaba de hacerse cuestiones.

Por otro lado, el muchacho que se encontraba frente ella aún la miraba confundido, no sabía que decir exactamente, esperaba muchas cosas, menos esta, ver a una loca frente a él. Miro hacía la puerta para asegurarse de que era la correcta, tenía esperanzas de que se haya confundido, aunque eso nunca le había pasado; Sin embargo, toda esperanza se perdió cuando el número de puerta afirmo su pequeña inseguridad. La miro, una vez más, de arriba a abajo.

"Hay algo mal en esto", pensó revisándola de pies a cabeza.

Ella, seguía con el traje manchado de cerveza y sucio por el polvo, descalza, pues se había sacado los zapatos lista para ir a ducharse unos minutos antes que tocaran el timbre; también tenía el cabello por todos lados, como si recién se hubiera levantado después de una noche de parranda. Y por supuesto, como toda una buena admiradora de la belleza, estaba babeando.

Eso lo fastidió aún más.

— ¿Este es el departamento de la señorita Rachel Steven? — preguntó después de acabar su trabajo de escaneo. Ella asintió levemente sin limpiarse la pequeña baba que se pronunciaba por su labio inferior— ¿Se encuentra aquí? — volvió a asentir.

"¿Es qué las ratas han comido su lengua?", la criticó para sí mismo.

— ¿Qué sucede Chi? — una rubia hermosa y bien vestida mujer entro en su campo de visión.

"Debe ser ella", suspiró aliviado.

— ¿Es Ud. la señorita Rachel Steven? — preguntó el hombre.

No es que discriminara a las personas, en realidad ni les tomaba en cuenta; pero sería más lógico pensar que aquella rubia era la dueña de este lugar, pues sin contar que tenía buena presencia, tenía esa aura de autoridad, de saber lo que hacía como él y sus rasgos físicos eran similares: rubia, ojos entre azulados, altura y porte. A diferencia de la otra, ella era lo opuesto. No había muchas posibilidades de que ella sea la tan hablada hija del Rey de la oscuridad.

— Mucho gusto— estrecho sus delicadas manos, él las recibió— me llamo Krystel McCall— él frunció levemente las cejas, confuso. Ella sonrió y se deshizo del saludo— y ella es Rachel Steven, la dueña de este departamento— para ese momento, Rachel ya lo miraba mal y toda su burbuja momentánea se había esfumado por completo, no le fue de buen gusto que aquel hombre, la tratase como si fuese nada. ¿Qué culpa tenía ella de que le hayan avisado a último momento?

"El primero en mi lista negra", aseguró completamente fastidia.

"Pero, si no tienes de esas listas", le recordó esa vocecita interna.

Viviendo con un vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora