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CUANDO CIARDIS TERMINÓ SU SEXTA SEMANA de entrenamiento, recordó con tristeza su deseo de una nueva vida, lejos de matones y de trabajo duro.
Ese día le había demostrado que en su vida había cambiado todo y nada.
Había vuelto a encontrarse con Patricia y la irritación de la chica telepática había sido más grave esa vez.
Ciardis se ocupaba de sus asuntos en uno de los jardines exteriores. Estaba practicando los distintos niveles de reverencias que había que hacerle a una persona en función de su estatus social. Tenía las rodillas dobladas y la falda extendida por el suelo cuando una ráfaga de viento repentina le hizo perder el equilibrio y cayó al suelo con las faldas volando por encima de su cabeza.
Se incorporó rápidamente y, cuando se apartaba el pelo de cara, oyó una risa detrás de ella. En las sombras de la entrada principal había dos chicas y un joven que claramente se burlaban de ella. La chica situada al lado de Patricia imitaba la caída de Ciardis con cara de exageración y agitando ampliamente los brazos en busca de equilibrio.
El chico que había con ellas observaba en silencio. Un viento bajó del cielo y empezó a girar a su alrededor, de modo que él quedó dentro de su propio torbellino. Observó a Ciardis con mirada calculadora y ella supo que él había sido la causa de su caída. Pero el viento que giraba a su alrededor y el de antes no eran lo bastante fuertes para derribar a una persona sin la ayuda de magia.
Ciardis se sonrojó de vergüenza, pero no podía salir huyendo. Los tres chicos bloqueaban el único camino que llevaba a la seguridad y a su cuarto.
Como no podía ir a ninguna parte y no había modo de esquivarlos, alzó la cabeza con la barbilla trémula y agarró un pedazo del vestido con ambas manos para evitar que temblaran.
—Oye —dijo Patricia con un deje de crueldad en la voz—. Si hubiera sabido que deseabas tanto aprender a presentarle tus respetos al suelo, le habría dicho a Terris que te enseñara.
Ciardis se puso rígida de ira al oírla.
—Hay que ser una lame tierra para reconocer a otra, Patricia. Yo creo que deberías enseñarme tú.
El joven que había al lado de Patricia reprimió la risa tosiendo con un puño en la boca.
La sonrisa encantadora de Patricia se convirtió en un ceño tan furioso que habría podido rivalizar con la ira de la legendaria Bella Mickens, una chica de Vaneis con la que nadie se atrevía a meterse. Ciardis se encogió y se agachó un poco instintivamente, esperando recibir un golpe y olvidando por completo sus clases de defensa.
Pero había subestimado a Patricia. Esta no sería capaz de golpear a nadie. No quería correr el riesgo de estropearse la manicura.
—Al menos yo no soy una perra ilegítima cazafortunas —dijo con saña—. Vuelve al lugar de donde viniste. Allí tampoco encontrarás un esposo, pero es mejor que las humillaciones que tendrás que pasar aquí.
Se volvió y se alejó con un resoplido y sin mirar atrás, dejando a Ciardis con lágrimas corriéndole por las mejillas.
Los amigos de Patricia la siguieron al instante y Ciardis se preguntó cómo era posible que aquella persona tan alejada de su vida en el norte se hubiera enterado de su relación rota con Fervis Miller. ¿Acaso allí no había nunca secretos?
"Nada mío es secreto", pensó con tristeza.
Después de patear varias veces el suelo con furia, con lo que consiguió dar la impresión de que un gnomo de jardín había decidido redecorar, Ciardis volvió a su habitación.
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Juramento de Crianza (Libro 1 Luz de la Corte en Espanol)
Teen Fiction¡Empieza a leer hoy la serie Luz de la Corte en Wattpad! Por cada mil lecturas, la autora elegiría un ganador de un lote regalo. Ciardis era una joven de diecisiete años que se había criado en la pobreza, una lavandera en un pequeño valle en la peri...