SEGUNDO INTENTO

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          Al día siguiente , con la primera luz del día , se podía apreciar mejor el desastre . Por la noche se había oído en el campamento los lamentos de los heridos y moribundos .
         Allí donde miraban , veían en sus guerreros rostros serios . El desánimo era evidente . El ataque había iniciado bien , hasta el punto de casi vencer a la caballería romana . Pero los jinetes germanos habían luchado con valor y tenacidad . Además de ser ayudados por los temidos escorpiones romanos .
         
        - Tenemos que hablar Viridomaro - le dice Vercasivelauno , líder de los arvernos  y primo de Vercingetorix .

         - Si . Pero tienen que estar presentes los demás jefes tribales . Si se ha de hacer algo , es mejor contar con apoyo - asiente Viridomaro .

          Lanzando un suspiro resignado , Vercasivelauno piensa en cuán diferente es el modelo romano que el galo . Julio César podía pedir consejo a sus legados , pero al final era él , quién tomaba la decisión .
         Una única voz , un único mando .
En cambio , hasta Vercingetorix tenía que sentarse a negociar la forma de llevar la guerra . Ya fue muy difícil , convencer a los jefes de otras tribus de practicar la tierra quemada , arrasando los campos de cultivo propios  y las aldeas , para evitar que los romanos pudieran conseguir suministros .
         También fue difícil convencer a los jefes , de lanzar ataques pequeños y por sorpresa a las columnas de suministros , y destruir los pequeños fortines de los auxiliares romanos .
        Los líderes al igual que los guerreros querían librar una batalla gloriosa . También lo había querido así Vercasivelauno .
         Pero fue Vercingetorix quien le dijo :

        - En campo abierto , la forma de luchar de los romanos es imbatible . Salvo que se tenga un gran número de guerreros y se les ataque por todos los lados . Y aún así , perderemos muchos guerreros . Es mejor desangrar al oso , para debilitarlo , antes de entrar a matar .

         Mira hacia la llanura , donde se hallan las defensas romanas . Y más allá , Alesia , donde está atrapado su primo .
          ( El oso está desangrado y somos muchos los cazadores primo . Por desgracia , se ha metido en su guarida y va a ser muy difícil matarlo ) piensa Vercasivelauno .

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           A pesar del desánimo , los jefes tribales seguían queriendo luchar .

        - Pero cómo lo hacemos ? Los romanos se niegan a salir - les dice Comio .

         - Habrá que asaltar las defensas romanas , y destruirlas - responde Viridomaro .

        - El foso está repleto de agua . Hay que quitar estacas . La empalizada es fuerte y alta . Además tienen a esos malditos escorpiones . Atacar de día , es un suicidio - le dice el líder de los carnute .

          - Pero no podemos abandonar la batalla . Quedaríamos como cobardes y abandonaríamos a los defensores de Alesia - dice el líder de los secuanos .

         - Por eso tenemos que lanzar un ataque esta noche . Pero antes hemos de prepararnos para asaltar con éxito las defensas - les dice  Viridomaro .

         - Tenemos que dejar nuestras diferencias a un lado y trabajar juntos . Entre nuestra gente tenemos  a carpinteros y herreros . Hemos de construir escaleras y arpones para asaltar las empalizadas - les dice Vercasivelauno .

         - Y no hay que olvidar el foso . Hay que cegarlo - les recuerda Comio .

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          Los cuervos , los buitres, y hasta los lobos se estaban dando un festín con los cadáveres tendidos en el campo de batalla .
          Hasta al campamento llegaba más hedor de los cadáveres en descomposición . Aunque eso ya era lo  habitual , pues las semanas pasadas habían tenido que soportar el hedor de los cadáveres putrefactos de los civiles y guerreros de Alesia .
       Con un pañuelo tapado el rostro , Julio César había subido a la torre .  Miraba no solo el campamento del ejército galo de socorro , sino los alrededores .
        Después miraba a la ciudad fortificada de Alesia . En ninguno de los dos lugares se veía movimiento .

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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EL SITIO DE ALESIA - Escrito por Jesús Quintela Navazo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora