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Después de su ducha se secó, bebió un refresco helado y cogió algunos objetos a los que pensaba dar un uso inmediato, los metió en una bolsa y los subió por las escaleras. Al abrir la puerta de la furgoneta vio que su prisionera se había despertado, se había puesto de lado y restregaba la cara contra el suelo, intentando quitarse el trapo que le tapaba los ojos. Se agachó ligeramente, le dio una fuerte palmada en el culo y ordenó "¡Para!" En el interior diminuto de la furgoneta, la palmada sonó como el disparo de un rifle de calibre 22. Su forcejeo paró en seco. Sin ninguna delicadeza, le dio la vuelta, apretando su estómago contra el suelo y la arrastró hacia él por las caderas, hasta que sus piernas quedaron colgando fuera de la furgoneta, sin llegar a tocar el suelo. Una de sus enormes manos la apretó por la nuca, aguantándole la cara contra la alfombra de la furgoneta, mientras su otra mano se apoderaba de la cintura de su falda y tiraba de ella hacia abajo, quitándosela, y echándola a un lado. Pronto, sus bragas se unieron a la falda en el suelo, y se maravilló ante la blancura de su trasero, estropeada sólo por una marca roja con forma de mano. Con otro tirón salvaje, le deslizó la camiseta por los brazos, y quedó retenida en las muñecas a su espalda por las esposas. Agarró las tijeras de la bolsa que había subido y dejado a su lado, cortó la tela y luego lanzó los trozos al suelo. Excepto por el sujetador y los zapatos, estaba totalmente desnuda.

Ya era hora de echarle la primera bomba. "Ahora voy a quemar tu ropa... ___", le dijo. "A partir de ahora no vas a necesitarla". Hizo una pausa para permitir que comprendiera sus palabras y la vio temblar. Era lo suficientemente inteligente como para percatarse de lo que aquello implicaba, para saber que, quien quiera que fuera él, había usado su nombre y seguramente llevaba un tiempo espiándola. Le soltó el cuello y acarició con delicadeza su trasero desnudo, y entonces volvió a hablar. "Te vas a quedar aquí tumbada en esta posición hasta que haya acabado. No me iré demasiado lejos, y no tardaré mucho. Si te mueves lo más mínimo, te castigaré. Asiente si me has entendido." Asintió con la cabeza, y esa fue su respuesta. Los zapatos y los jirones de ropa acabaron junto a un barril de 200 litros, ardiendo fuera del granero. El Depredador lo roció todo con queroseno y luego encendió el fuego, sabiendo que la mujer podría oler el humo. Cuando el fuego hubo prácticamente arrasado con todo, volvió a la furgoneta, satisfecho al comprobar que su presa no se había movido. Le dio la vuelta, la sentó y le acarició un pecho, apretando el pezón hasta que la notó removerse. Su otra mano se encontró con la masa de cabello sudoroso y se lo apartó de la garganta. Cogió un collar de cuero de la bolsa y se lo ató al cuello, asegurándolo con un candado. Ató una correa a uno de los aros del collar, y tiró de ella para comprobar la tirantez.

"Levántate", le ordenó. La mujer se levantó, agarrotada por el largo viaje. Intentó dar un paso y la cadena de sus grilletes a sus pies se agitó con mofa; se tambaleó y casi cayó. El Depredador la sujetó y ella se separó enseguida del contacto con su cuerpo; no tenía ni idea de que también estaba desnudo. La dirigió hacia uno de los establos y ató

su cuerda al aro de metal de una de las vigas de madera, regresando después con una manguera. La mujer jadeó sorprendida al notar el agua fría deslizarse sobre su cuerpo, seguida de un chorro de jabón. Quedó cubierta de espuma, y después la enjuagó. Durante todo el proceso no dejó de hacer pequeños ruidos de protesta, que pronto se vieron transformados en un grito ahogado, cuando él empujó el tubo entre sus piernas y echó el chorro de agua fría en su interior. Al acabar, apagó la manguera y fue a por su bolsa, trayéndola hasta donde su víctima esperaba de pie chorreando agua. Le soltó los grilletes y, sin perder tiempo, los reemplazó por un segundo par que tenían tobilleras de cuero, unidas por una cadena de 25 centímetros. Su andar seguiría teniendo la misma restricción, y el cuero no le haría daño en la piel. Una vez atados los grilletes, se trasladó a su espalda, apoyó su cuerpo contra el de ella y atrapó entre sus dos manos sus pechos, con la polla rígida contra su cintura. Le acarició la garganta y la sintió temblar, sintió su pulso alocado bajo sus labios temblorosos. Movió una mano hasta su coño. Atrapó suavemente su clítoris y le mordió con fuerza a un lado de la garganta. Ella dejó ir un grito amortiguado contra la mordaza y arqueó el cuello hacia atrás, sus caderas comenzaron a moverse, restregando su coño contra sus

dedos. Introdujo uno en su interior, sorprendido de lo mojada que estaba. Continuó chupándole el cuello e introdujo un segundo dedo en su interior, notando sus músculos contraerse ansiosos. Al notar que la mujer estaba a punto de correrse, paró, sacó sus dedos y la miró. "Todavía no te mereces un orgasmo", le informó. "Primero tienes que complacerme."

El Depredador soltó la correa y guió a su presa por las escaleras hasta su calabozo. En cuanto ella hubo entrado cerró la puerta con seguro, y la llevó hasta el centro de la habitación donde los esperaba un colchón. Ella tembló de frío y sus pezones se hincharon erectos. Cuando la tuvo al borde del colchón, le puso una mano en le hombro y la empujó hacia abajo, ordenándole. "De rodillas." La mujer se arrodilló y él se movió a su espalda, poniéndola tal como él la quería. "Baja la cabeza", ordenó. "Separa las rodillas, el culo arriba." Ella intentó hacer lo que le pedía, pero las esposas eran demasiado cortas; así que se vio forzado a soltarle uno de los tobillos. Enseguida sacó una cuerda negra de nylon, la ató a la parte posterior de su pierna derecha, encadenándola con velcro justo detrás de su rodilla, y pasó un lazo alrededor de su cuello. Enroscó el otro extremo alrededor de

su pierna izquierda y la ató con velcró tras la rodilla izquierda. Tiró bruscamente para asegurar el arnés, antes de fijar la última tira de velcro. Con tanta fuerza, que cualquier movimiento de sus piernas le daría un fuerte tirón en el cuello, cortándole la respiración. "Si opones resistencia, te ahogarás." La advirtió el Depredador. Deslizó aceite de bebé por la raja de su trasero e introdujo uno de sus dedos a través del agujero, sintiendo cómo el músculo se contraía contra la intrusión, pero incapaz de detenerlo.

Depredador|JK +18 (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora