Capítulo 5. "Abrázame fuerte y todo estará bien"

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Ese momento donde sientes que el mundo se te cae encima; todos a tu alrededor desaparecen y te hundes en tu propia soledad. Como si todo lo demás ya no importara. Abres los ojos y te das cuenta de que todo lo que te rodea se ha vuelto de color gris. No le encuentras sentido a las cosas, te cuesta hablar y los ojos te arden por las lágrimas retenidas. Porque no quieres que nadie te vea en ese estado de vulnerabilidad. Te ahogas con el nudo en la garganta. Quieres gritar y llorar, pero no lo haces. Sólo te quedas ahí parado, mirando un punto fijo, perdido en tus pensamientos y escuchando como tu alma llora en silencio.

En ese momento hasta respirar dolía...

Un hijo es una de las cosas más importantes, especiales, únicas y maravillosas que puede sucederle a una persona. Ser padre es una bendición. Nada se compara con tener a una pequeña criatura entre tus brazos, mirarlo a los ojos y sostener su diminuta mano; es como estar sosteniendo al mundo. No existen palabras para describir lo que se siente cuando tienes por primera vez a esa pequeña criatura en tus brazos. Los ojos se te llenan de lágrimas y tu pecho se infla de tanta felicidad que sientes en ese instante.

Ver por primera vez, después de nueve largos meses, a ese pequeño bebé es una experiencia inolvidable. Única. Y lo único que deseas hacer en ese momento es gritar de felicidad, porque después de tanto tiempo, por fin lo puedes abrazar y mirar a los ojos. A partir de ese día donde lo tienes sobre tu pecho, se convierte en tu prioridad. La razón de tu sonrisa. Y sientes ese amor; el amor más grande de toda tu vida.

El día en que te enteras de la gran noticia, tu vida da un giro de ciento ochenta grados. Sabes que todo cambiará. Y contarás los días para que el tiempo pase rápido. Estarás siempre al pendiente de que el bebé esté en perfectas condiciones, le comprarás ropa, decorarás una habitación sólo para él y mimarás a su madre, como nunca antes lo habías hecho.

Pero... ¿Qué pasa cuando esa pequeña ilusión se cae en pedazos?

Esto era exactamente lo que pasaba.

¿Ahora cómo podré decirle a mi esposa que acabamos de perder a nuestro bebé? Se le partirá el corazón. No tengo las suficientes agallas para decirle que sufrió un aborto espontáneo, como explicó el doctor. Todos nuestros sueños se irán al carajo. Y no sé si podré mantenerme fuerte ante esta difícil situación, porque me afectó más de lo que me pude imaginar. Nunca creí que pasaríamos por esto... ¿Por qué Dios fue tan injusto con nosotros? Lo único que queríamos era formar una familia. Ser felices.

Suspiré pesadamente y abrí la puerta de la habitación en donde se encontraba Ava. Ella seguía durmiendo, al parecer los medicamentos eran fuertes. Caminé hasta el interior de la habitación, le di un pequeño beso en la frente y tomé asiento en el pequeño mueble al lado de la camilla. Agarré delicadamente su mano y la miré durante unos largos minutos hasta que empezó a despertarse.

Ya era hora.

—Hola... —dijo en voz baja—. ¿Estás bien? Te noto deprimido.

—No, no estoy nada bien —miré fijamente el suelo—. Tengo que decirte algo importante, pero no quiero que te alteres y te pongas muy mal, ¿bien?

—Justin, me estás asustando —frunció suavemente el ceño—. ¿Qué ha sucedido? No recuerdo todo lo que pasó. Ahora tengo la mente en blanco.

Levanté la mirada al escucharla decir que no recordaba lo sucedido.

—El bebé... —susurré casi sin aliento.

—¿Qué pasó con nuestro bebé? —agaché la cabeza, mirando el suelo—. ¿Por qué estoy en el hospital?

Me quedé en silencio, sin saber qué decir o hacer. Darle la devastadora noticia era muy difícil para mí. Demasiado difícil.

—Perdimos a nuestro bebé —mencioné sin rodeos, tragándome el nudo que se formó en mi garganta—. Te caíste de las escaleras, todo el impacto lo recibió el bebé y sufriste un aborto espontáneo.

—No, no... Eso no es cierto —negó con la cabeza—. ¡No puede ser cierto!

—Lo siento mucho, mi amor —le di un leve apretón a su mano—. Tenemos que ser muy fuertes. Estoy aquí contigo, no te dejaré sola.

—Mi bebé... —murmuró y se tocó el vientre que ahora ya estaba más plano—... ¡no, no, no! ¡Mi bebé no! —gritó desesperada, echándose a llorar.

—Shh, tranquila, no grites —le pedí. Intenté calmarla pero fue en vano—. Por favor, no te pongas así...

—¡¿Y cómo quieres que me ponga?! —exclamó, mirándome entre dolida y molesta—. Mi hija murió...

No dije nada.

Escuché sus sollozos y mi corazón se rompió.

—Ava...

—No digas nada, Justin.

—Hay que ser fuertes, cariño—dije con voz rota mientras me sentaba en la camilla y tomaba firmemente su mano—. Te prometo que saldremos adelante.

—Perdimos a nuestra bebé —lloriqueó—. Mi culpa... ¡Todo fue por mi culpa! Debí cuidarme más.

—Mírame —tomé su mentón, obligándola a mirarme a los ojos—. Nada de lo que pasó fue tu culpa, ¿entendido?

—Pero...

—Nada —la interrumpí—. Lo que pasó fue porque así Dios lo quiso, tú no tuviste la culpa de nada. Eres una mujer fuerte, estoy seguro de que lo superarás. Y después de la tormenta, seremos muy felices.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo —sonreí levemente. La envolví en mis brazos y besé la cima de su cabeza.

Su cuerpo se relajó y sus sollozos cesaron.

—Abrázame fuerte y todo estará bien.

****

¡Holaaa! ¿Qué tal todo? Espero que estén bien🙆 como leen, hemos llegado al final de esta historia. Para mí fue un poco difícil escribir este capítulo, creo que no reflejé demasiado los sentimientos de Justin pero hice lo que pude. Nunca he pasado por una situación como esta, aunque intenté dar lo mejor de mí con esta historia corta.

Espero que les haya gustado y no se olviden que todavía falta subir el epílogo. Probablemente lo suba en la noche o más tarde. Y muchísimas gracias por leer, son las mejores💘

Tengan un buen día, se les quiere mucho hermosas

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