Luego de varios años ambos se reencuentran durante un fuerte verano.
Ren, la herrera designada de Genya, necesita su ayuda para poder cumplir su objetivo. Y él, desesperado por volverse más fuerte, hará lo que sea necesario para ayudarla.
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"Calido" ◞───────⊰·☼·⊱───────◟
El pequeño ruidito de una campana se hizo presente cuando abrimos una puerta.
— Buenas noches... — Murmure entrando por delante de Genya, él mantuvo la puerta de la finca de glicina abierta para que pase primero.
Ambos estamos agotados, de una vez por todas. ¡Podría acostarme en el piso y dormirme al instante!
— Buenas noches. — Respondieron dos ancianos sentados frente a un mostrador, tomando té.
Ambos nos miraron de arriba a abajo antes de hablar nuevamente.
— ¿Necesitan algo? — Preguntó el señor dejando su taza de té a un lado.
La mujer, probablemente esposa del mayor, nos miró con cierto disgusto que no entendí en ese momento y pase por alto.
— Si, una habitación, por favor. — Pidió Genya acercándose a ellos y yo fui detrás de él. Tengo toda la cara transpirada por la mascara, pero no quiero sacarmela en presencia de esa gente.
— Esta bien, pero él no puede. — En ese momento me señaló a mi.
Sin poder creerlo, me señale también. — ¿Yo? — Pregunte con el dedo indice pegado a mi pecho, indignada.
— Esa finca es solo para cazadores, nada más. — Dijo la mayor y vi como la expresión de Genya se convertía en una de duda.
— Pero... — Intento hablar y se quedó en blanco, mirándome de reojo.
En ese momento se me prendió una campanita en la cabeza que en ese momento me pareció la mejor idea del mundo.
— Lo que pasa es que... estoy embarazada, señores. Permitanme quedarme esta noche con mi marido, por favor. —
El silencio reina en la habitación.
Un segundo, uno más, luego otro. Pasaron tres segundos para que el rubor le suba a Genya por el cuello y abra los ojos como platos.
Los viejos se miran entre sí antes de desviar su vista hacia mi, dudando de la historia hasta que llevo una mano a mi vientre.
— ¿Y por qué esa máscara? — La pregunta me molesta. ¿Acaso no saben de la existencia de los herreros del escuadrón? ¿Creen que las katanas caen del cielo?
Cuando estaba a punto de improvisar una historia, Genya habló por mi.
— Es una tradición familiar. No molesten a mi mujer. — Dijo y fue la primera vez que lo escuché hablar tan serio.
La anciana terminó creyendo y me compadeció, pude notarlo en su mirada misericordiosa. ¡Como si no me hubiera querido echar hace 5 minutos!
— Disculpen el malentendido... pueden ocupar la habitación 16 del segundo piso. Esta subiendo a las escaleras a la derecha. —