Agua y lana

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Mientras decía esto cogió el mantón al vuelo; miró alrededor suyo para ver si encontraba a su dueña: al momento apareció la Reina blanca, corriendo desolada por el bosque, con los brazos abiertos en cruz, como si viniera volando; y Alicia se acercó muy cortésmente a su encuentro para devolverle el mantón.

-Me alegro mucho de haberle podido echar una mano -dijo Alicia mientras le ayudaba a ponérselo de nuevo.

La Reina blanca parecía no poder responderle más que con una extraña expresión, como si se sintiera asustada y desamparada, y repitiendo en voz baja algo que sonaba así como «pan y mantequilla, pan y mantequilla...», de forma que Alicia decidió que si no empezaba ella a decir algo no lograría nunca entablar conversación.

La inició pues, tímidamente, preguntándole: -¿Tengo la honra de dirigirme a la Reina blanca?

-Bueno, si llamas a eso «dirigirse»... -respondió la Reina blanca- no es en absoluto lo que yo entiendo por esa palabra.

Alicia pensó que no tendría ningún sentido ponerse a discutir precisamente cuando estaban empezando a hablar, de forma que sonrió y le dijo: -Si Su Majestad quisiera decirme cómo debo empezar, lo intentaré lo mejor que pueda.

-Pero si es que no quiero que lo hagas en absoluto!-gimió la pobre Reina-. ¡Me he estado dirigiendo todo el tiempo durante las dos últimas horas!

-Más le valiera -pensó Alicia- tener a alguien que la «dirigiera» un poco -pues estaba tan desarreglada.

-Todo lo lleva mal puesto -consideró Alicia- y le sobran alfileres por todas partes. ¿Me permite ponerle bien el mantón? -añadió en voz alta.

-¡No sé qué es lo que le pasa! -suspiró, melancólica, la Reina-. Creo que debe de estar del mal humor. Lo he puesto con un alfiler por aquí y otro por allá, ¡pero no hay manera de que se esté quieto!

-No puede quedar bien, por supuesto, si lo sujeta sólo por un lado -le dijo Alicia mientras se lo iba colocando bien con mucho cuidado- y, ¡Dios mío!, ¡en qué estado lleva ese pelo!

-Es que se me ha enredado con el cepillo -explicó la Reina suspirando- y el peine se me perdió ayer.

Alicia desenredó cuidadosamente el cepillo e hizo lo que pudo por arreglarle un poco el pelo. -¡Vaya, ya tiene mucho mejor aspecto! -le dijo después de haberle cambiado de sitio la mayor parte de los alfileres-. ¡Lo que de verdad le hace falta es tener una doncella!

-Estoy segura de que te contrataria a ti con mucho gusto -aseguró la Reina-. A dos reales la semana y mermelada un dia sí y otro no.

Alicia no pudo evitar la risa al oír esto, y le contestó: -No quisiera verme empleada... y no me gusta tanto la mermelada.

-¡Ah! Pues es una mermelada excelente -insistió la Reina.

-Bueno, en todo caso, lo que es hoy no me apetece nada.

-Hoy es cuando no podrías tenerla ni aunque te apeteciera -atajó la Reina-. La regla es: mermelada mañana y ayer... pero nunca hoy.

-Alguna vez tendrá que tocar «mermelada hoy» -objetó Alicia.

-No, no puede ser -refutó la Reina-. Ha de ser mermelada un día sí y otro no: y hoy nunca puede ser otro día, ¿no es cierto?

-No, no comprendo nada -dijo Alicia-. ¡Qué lío me he hecho con todo eso!

-Eso es lo que siempre pasa cuando se vive marcha atrás' -le explicó la Reina amablemente-: al principio se marea siempre una un poco...

-¡Viviendo marcha atrás! -repitió Alicia con gran asombro-. iNunca he oído una cosa semejante!

Alicia a través del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora