Capítulo 1

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Me pareció bastante curioso cómo todos los recuerdos de mi historia como porrista vinieron a mi mente la mañana de mi cumpleaños número diecisiete, justo antes de que mi madre irrumpiera en mi habitación con una tarjeta de felicitaciones y un trozo de pastel casero libre de grasas.

Pude verme a mí mismo, tres años atrás, en la audición para ser admitido en el escuadrón de la escuela. Realmente fue algo difícil, sobre todo porque había personas mayores, pero todo se puede lograr con esfuerzo. Mi primer día de entrenamiento, cómo había tratado innumerables veces hacer una vuelta hacia atrás. Y al caer la noche, que todos los músculos de mi cuerpo estaban adoloridos por el exagerado estiramiento de los mismos.

Mis ojos se abrieron de golpe al escuchar la voz de mi madre. Eran las nueve de la mañana, y yo la recibí con una amplia sonrisa en mis dientes. Aunque no estaba de acuerdo con levantarme a esa hora, puesto que el día había comenzado hacía mucho, sabía que mi madre tomaría la misma excusa de cada año "Es tu cumpleaños, Alek. Sólo por eso te dejé dormir de más, descansa un poco" Había escuchado esas quince palabras tres veces en mi vida, una vez cada año. Agradecía que no hubieran sido demasiadas.

Después de recibir un abrazo de mi madre, y comer rápidamente el trozo de pastel que había preparado para mí, me puse de pie y caminé rápidamente hasta el baño. Mi padre aún dormía, y aunque día a día se ponía de pie a las cuatro de la madrugada, no me parecía una buena razón para desperdiciar de aquella manera el tiempo. Mi día comenzó con la rutina usual: bajé al comedor para tomar mi desayuno, luego subí nuevamente a la segunda planta para tomar un baño, me vestí con ropa deportiva, y después fui hasta el jardín para poder trotar un poco. Desde aquel lugar podía observar completamente la parte trasera de mi casa: era una construcción bastante amplia de dos pisos, hecha en mármol blanco en su totalidad, dándole una vista clásica, tal como les gustaba a mis padres. A decir verdad, el dinero era algo que nunca le había faltado a mi familia, y eso era algo que debía agradecer, pues además de permitirme conocer varios lugares, también había podido costear varios viajes con mi equipo para competencias nacionales e internacionales.

Luego de veinte minutos de aquel calentamiento suave, me tumbé boca arriba en el piso, y comencé con una pequeña rutina de acondicionamiento: algunos abdominales, flexiones de pecho, burpees y demás. Cuando mi cuerpo estaba listo para comenzar con el estiramiento, comencé con algo que no exigiera demasiado, pues me gustaba hacer las cosas progresivamente. Tomé mi talón izquierdo con mi mano, y lentamente estiré mi pierna hasta que esta quedó extendida en su totalidad a un costado de mi cuerpo, con mi rodilla pegada a mi mejilla, formando así un ángulo de ciento ochenta grados con mis extremidades inferiores. Mantuve la posición aproximadamente unos cuarenta segundos, y luego repetí con la pierna derecha. Tardaría mucho describiendo la cantidad de ejercicios que acostumbro a hacer a lo largo del día, por lo que simplemente diré qué una hora después, la sesión de estiramiento había terminado, y estaba de vuelta en el interior de la casa. Al ver mi mochila escolar tirada en uno de los sillones de la sala, recordé mis deberes, por lo que inmediatamente subí a mi habitación para terminar de leer el libro "Romeo y Julieta". Por lo que había visto hasta ahora, era realmente una obra muy romántica, en donde sus protagonistas se enamoraban profundamente a primera vista. Era una historia simplemente perfecta.

Otro beneficio que traía ser animador en la escuela, era el hecho de que a los miembros del equipo nos reducían considerablemente la cantidad de deberes académicos, para darnos más tiempo a nuestras prácticas.

Las lágrimas invadían mis ojos cuando acabé la última página del volumen que había entre mis manos. Era simplemente algo trágico. No habían podido estar juntos después de tantos esfuerzos que habían realizado. Todo, absolutamente todo había sido en vano. Era algo duro de asimilar, pero algunas historias simplemente no tenían un final feliz. De todas maneras, estaría bien poco después: al fin y al cabo era sólo un libro, producto de la imaginación de William Shakespeare.

Balones & pompones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora