Capítulo 3.

102 11 25
                                    


Mis gemidos se encontraban llenando toda la habitación, no podía parar de hacerlo. Christian me volvía realmente loco, y su cuerpo era algo que nunca dejaba de impresionarme, y aún más el tamaño de su pene. Estaba apoyado boca arriba en la cama, con él sobre mí, mirándolo a la cara. Verlo sudar era algo que realmente me resultaba sexy. Soltaba suaves gruñidos con cada embestida que daba, mientras mis gemidos se hacían cada vez más fuertes.

—Christian...— susurré entre gemidos cuando sentí que el orgasmo estaba cada vez más cerca. Él llevó su mano hasta mi entrepierna, y comenzó a masturbarme, mientras acercaba su rostro al mío para mordisquear mi labio. Mi espalda se arqueó cuando sentí el primer chorro de semen salir disparado, mientras soltaba un gemido que seguramente se habría escuchado en toda la casa. Agradecía que no hubiera nadie más en ese momento. Rápidamente, sacó su miembro de mi interior, y tras quitar el preservativo, se sentó sobre mi pecho, con las piernas separadas, dejando su pene a pocos centímetros de mi rostro. Comenzó a masturbarse rápidamente, soltando una serie de gemidos suaves, los cuales se intensificaron cuando llegó al clímax. Aquel espeso y pegajoso líquido entraba en mi boca, y también cubría parte de mi rostro. Su sabor era delicioso. Le di una lamida a su pene, y luego se dejó caer a mi lado en la cama. Ambos jadeábamos, tratando de regular nuestras respiraciones. Pasó un brazo por encima de mi torso, y se acercó a mí un poco más.

—Feliz cumpleaños— susurró con sus labios pegados a mi oreja.
No pude evitar soltar una suave risa ante aquellas palabras, recordando la nota que me había dejado aquella mañana en la escuela.

—Gracias por el regalo— le respondí en otro susurro, sonriendo levemente. Extendí mi brazo tanteando la mesa de noche, hasta que encontré el botón que apagaría la lámpara de allí, y Christian hizo lo mismo con la que se encontraba al otro lado de la cama.

Él pasaría aquí la noche, sus cosas estaban empacadas en una bolsa de tela en un rincón de mi habitación. Aunque no lo podía ver, si podía sentirlo, y noté cómo ponía sus labios sobre mi cuello, lo que hizo que dibujara una sonrisa en mis labios.

—Me encantas.

Cuando escuché su voz, no pude evitar pensar en Tyler, lo que hizo que abriera mis ojos de golpe. Ahora, cuando el momento ya había terminado, no estaba seguro de si realmente había dejado que Christian me follara porque quería hacerlo, o simplemente era una forma de venganza secreta hacia el jugador. Pensaba que era una mezcla de ambas, aunque no me arrepentía, realmente acostarme con el italiano era algo que me ponía loco. Con su brazo aún sobre mi cuerpo, me di la vuelta quedando boca abajo, tapado por las cobijas de la cama.

—Descansa— le dije, y unos minutos después, me quedé dormido.

Una de las cosas más divertidas que he visto en mi vida fue la cara de Christian cuando mi despertador comenzó a hacer ruido a las cuatro de la mañana.

— ¿Estás loco? — exclamó, lanzándome una almohada, pues ya estaba de pie, justo a su lado.

—Lo siento, debo hacer una rutina de estiramientos.

No podía evitar reírme. Me había puesto unos bóxers ajustados blancos, por lo que ahora el único que estaba desnudo era él. Me senté en el suelo, y abrí mis caderas, dejando mis piernas separadas a un ángulo de ciento ochenta grados, posición también conocida como spagat. La verdad es que yo nunca hacía esa clase de cosas, pues el estiramiento siempre lo hacía al volver de la escuela, o antes de las prácticas, pero pensé que sería una buena broma. Tomé mi teléfono celular, el cual estaba tirado en el suelo, y puse a sonar una canción de mi banda favorita con todo el volumen que me permitía el aparato electrónico, evitando de aquella forma que se quedara dormido nuevamente.

Balones & pompones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora