¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? Vivo aquí encerrado, muerto del asco y aburrido a más no poder. El invierno está pasando factura a las calles de Gowan y, por consecuencia, a mí, unos de los varios transeúntes que dedican la mayor parte de su día a caminar por la ciudad. Han pasado cinco días desde mi no tan agradable conversación con Juliet, y desde entonces no he vuelto a saber de ella. Bien. Punto para mí. Aunque, tengo que admitir que estos pocos días han pasado más lentos de lo normal. Simplemente por el hecho de no habérmela encontrado por la calle cada vez que he salido, por muy pocas que hayan sido. He de admitir que me entretenía hablar con ella, era una especie de distracción a todos los pensamientos negativos que abarcan mi cabeza desde el momento en que llegué a Gowan.
El viento se aplaca un poco, por lo que aprovecho para salir. Paseo por las frías calles en una helada tarde de invierno. Sin rumbo fijo, sin medir mis pasos, simplemente camino. Noto que llevo un buen tiempo dando tumbos por la ciudad cuando al levantar la mirada veo el cielo más oscuro que cuando salí, deduzco, hace un par de horas.
Mi estómago ruge en petición de comida. Me adentro en el local más cercano a mi posición actual, una cafetería. Nada más entrar, noto la calefacción programada a altos grados, por lo que me veo obligado a desprenderme de mi abrigo. Una mujer bien entrada en años aparece por detrás del mostrador. Lleva su cabello rubio atado en una coleta y sus ojos azules, algo más claros que los míos, me observan por detrás de sus gafas de señora mayor. Pido un chocolate caliente y una porción de tarta de queso, a la larga me he acostumbrado a la comida de aquí. Mientras la señora me prepara mi comanda, presto atención a lo que ocurre a mi alrededor. El único grupo de adolescentes que había en el local se marchan, no sin antes despedirse de la señora y, por ende, de mí. Poso mis ojos sobre un cartel que me ha llamado la atención.
-¿Necesitan nuevo empleado? -pregunto leyendo el cartel, más para mí que para la señora.
-Así es -contesta al mismo tiempo que pone mi pedido frente a mí-. ¿Estarías interesado?
Medito la oferta durante algunos segundos. Mi cartera ya está algo ligera, por lo que el dinero no me vendría nada mal y, además, trabajar aquí me serviría de distracción. Una muy buena distracción.
-Claro, por qué no -acepto poco entusiasmado.
-Genial, hijo -me sonríe la señora con aire maternal- ¿Tienes alguna experiencia de camarero?
-Para nada, no he hecho esto en mi vida.
-No te preocupes, aprenderás rápido -añade con una pequeña risa.
-Entonces, ¿estoy contratado?
-Por supuesto -exclama alegre- Empezarás mañana, si no te importa.
-Claro que no, estaré aquí a las diez.
-Ocho y media.
-Bien, a las ocho y media -completo devolviéndole la sonrisa. Esta mujer es realmente agradable.
Converso un poco más con ella mientras me zampo la comida que ocupará lugar en mi cena. Tras la despedida, salgo del local y una brisa helada acaricia las pocas zonas de mi piel que permanecen desnudas.
Camino a paso apresurado de vuelta a mi casa, pues las extremadamente bajas temperaturas características del invierno a altas horas de la noche han llegado y yo no estoy dispuesto a congelarme de frío. Al fin y al cabo, mi cuerpo se podría comparar perfectamente con un ordenador y eso sería demasiado peligroso para mi ser.
Despierto por obra del despertador y, una vez más, intento averiguar la forma de que ese ruido irritante que desprende cese, pero, una vez más, me doy por vencido y espero a que pare solo. Me abrigo bastante y tras tomar un par de galletas para desayunar, emprendo mi camino hacia la cafetería. Son justo las ocho y media, ni un minuto más ni un minuto menos, cuando entro por la puerta del local.
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Prisionero
Fiksi IlmiahLa Tierra ha sido siempre un lugar increíble, maravilloso. Un lugar que todos sus habitantes estaban orgullosos de habitar. Un lugar envidiado por todos los seres que no se crían en él. Siendo así, un planeta de seres fríos y calculadores planean ac...