Epílogo

41 3 2
                                    

​Mi relación con Juliet va viento en popa, somos muy felices juntos. Pero últimamente hay algo que me preocupa, el sentimiento de culpa.

​Estamos sentados en un banco, relajados, y decido que ahora es momento de hablar.

​-Juliet, debo confesarte algo. Yo fui quién mató a tu padre -suelto de sopetón.

​-¿Qué? ¿Hinks, qué clase de broma es esa? -pregunta riendo.

​-Es la verdad.

​-Pero mi padre murió asesinado por los extraterrestres.

​-Exacto -me mira con ojos confundidos-. Yo no soy humano, soy un extraterrestre -veo una tremenda sorpresa en sus ojos cafés.

​-Hinks, por favor. No me gusta que bromees con esto -no me cree, es de entender.

​-No lo hago, te estoy diciendo la verdad.

​​Me mira interrogante y entonces es momento de dar pruebas. Le muestro el dispositivo que tengo en la barriga con el que controlo todo mi cuerpo, y también mi visión especial con la que soy capaz de hacer que cualquier cosa aparezca. Y al fin, me cree.

​-Siento no haberlo dicho antes, de verdad, pero no podía, no quería perderte. En serio, lo siento.
​​Sin decir nada se levanta, sin siquiera dirigirme una mirada, y se marcha del lugar. Lo entiendo, se acaba de enterar de que su novio es un extraterrestre y, para colmo, el asesino de su padre. Espero que podamos salir de esta.

​Cuatro días han pasado, y no tengo noticias de ella. Comprendo que necesite espacio, días para asimilar todo, pero ya no aguanto más. Ahora mismo voy camino a su casa. Ando decidido, a paso ligero, y me asombro al verla sentada en los escalones de la entrada de su edificio. Sus codos sobre sus rodillas y sus manos acunando su cara. Me acerco a ella.

​-Juliet -susurro, provocando que eleve su mirada hacia mí- Lo siento, de verdad. Siento muchísimo lo de tu padre y me avergüenzo de que sepas que clase de ser era antes. Pero eso fue antes de conocerte, cuando no me importaba nada más que yo mismo y pensaba que los humanos eran los peores seres del universo. Pero ahora no es así. Desde que estoy enamorado de ti, veo las cosas de otra manera y me siento diferente. Incluso me considero verdaderamente un humano.

​Sin yo verlo venir, se pone de pie y me abraza. Un abrazo reconfortante.

​-No te preocupes, Hinks. Entiendo que antes no eras la mejor persona, y también sé que ahora sí lo eres. Me alegro de que me hayas confesado todo eso. Ya todo está bien -¿podría pedir yo una novia mejor que ella?

​​Y nos besamos. De nuevo nos besamos.

​​De repente, surge un viento huracanado, estruendoso. Un viento que ya había vivido antes. Un viento que solo podía ser provocado por mi nave espacial. Echo la vista atrás y la veo ahí, recién aterrizada. ¿Pero qué es esto? Oh, no. ¡Cuán imbécil soy! ¿Cómo he podido olvidarme de mi dispositivo de seguimiento? Seguro que me han estado vigilando durante toda mi estancia en la Tierra. ¿Y ahora vienen a por mí?

​-¿Qué es eso? -pregunta mi novia a voz en grito para que pueda oírla.

​-Juliet, prométeme que serás feliz. Y que te olvidarás de mí. Por favor -la miro triste, adivinando lo que ocurrirá a continuación.

​-¿Pero qué dices? -pregunta asustada.

​-Recuerda que te quiero, te quiero mucho -digo esta última frase al tiempo que antiguos compañeros vienen a por mí.

​-¡Hinks! ¡Hinks! -aclama mi nombre mientras soy arrastrado hacia la nave, y otros compañeros la agarran a ella para que no pueda venir en mi búsqueda.

​-Te quiero, Juliet Te querré pase lo que pase -digo por última vez antes de entrar a la nave. Veo su rostro empapado en lágrimas, y el mío, que poco lo aleja de estar igual.

​​Me pinchan algo en el brazo. Siento como mis párpados pesan, hasta hacerme caer en un profundo sueño.

​​Despierto bastante aturdido. Miro extrañado mis manos esposadas manteniendo mi cuerpo retenido contra una pared. A mis lados hay dos hombres armados. Levanto la mirada y veo a una mujer rubia parada frente a mí. Sin rastro de canas en su melena, perfectamente conservada. Es la comandante Pitty, que me mira con una sonrisa arrogante.

​-Vaya, un placer verte de nuevo, Hinks -exclama escupiendo mi nombre- ¿Qué tal tus días en la Tierra? Te has divertido, ¿verdad? -me limito simplemente a mirarla con odio, no pienso contestar a nada- Nos has traicionado, 604. Y la traición tiene un coste muy caro. ¿Algunas últimas palabras, Hinks? -y ya sé perfectamente lo que viene ahora, algo que ya le han hecho a varios de mis compañeros. Solo esperaba que eso no llegara nunca a mí- Se acabó tu tiempo. Chicos -llama la atención de los dos reclutas a mis lados que se disponen a llevar a cabo su labor.

​​Sé que estos serán mis últimos pensamientos, e inmediatamente pienso en Juliet. Si voy a morir, que sea con su imagen en mi cabeza. El ruido del gatillo suena y mi campo de visión se tiñe completamente de negro, para siempre.

​​Te quiero, Juliet.

PrisioneroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora