Allí estábamos, después de todo, riendo nuevamente como niñas, entre muchos chicos ebrios y descuidados. Recibíamos codazos y empujones de todos lados. Una chica tropezó sobre mí, haciendo que me acercara más a Liz. La rodeé con mis brazos y le susurré que la extrañaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas y dejó de reír.
—¿Dónde están los chicos? —preguntó mientras disimulaba las ganas de llorar.
Miré hacia todos lados, no había señales de ellos. Tomé una lata de cerveza sin abrir que estaba tirada en el suelo y comencé a caminar lejos de la multitud. Estaba distraída y tarareaba la canción que los demás bailaban. Sentía los pasos de Liz detrás de mi, así que no me molesté en mirar hacia atrás. Estábamos ya bastante alejadas de todos y comenzábamos a adentrarnos en el bosque. No sabía que hacíamos allí, pero luego de ver una sombra rojiza, continué la marcha.
—Ven aquí, estúpido. —dije mientras lo seguía.
—¿Leslie? Creo que deberíamos volver. —Lizbeth comenzó a detenerse.
Hice un gesto con la mano para que dejara de hablar y me detuve. Podía oír susurros lejanos, y estaba totalmente segura de que era ese par de tontos. Ya me había acabado la cerveza, la lancé hacia los arbustos de los que estaba casi segura que provenían los susurros y me acerqué a ellos. Allí estaban, sentados en el suelo. Me acerqué sin que pudieran oírme y grité en sus oídos. Ambos dieron un salto y me eché a reír.
—¡Shepard! —gritó Ed, enfadado.
—¿Qué están haciendo, niñas? —pregunté mientras se ponían de pie. Matt intentó interrumpirme. —¿Acaso comparten sus dulces? Yo quiero algunos de esos.
—¡Leslie! —gritó Matt, y alcé las cejas. —¿Dónde está Liz?
Señalé hacia atrás, y sus expresiones se volvieron aún más serias. Me di la vuelta y, como era de esperarse, Lizbeth ya no estaba detrás de mí. Comenzamos a buscarla, no estaba en el camino de regreso a la fiesta. Matt y Ed comenzaban a preocuparse, pero yo no. Sabía que estaba por algún lado llorando dramáticamente por Christopher, al recordar su primer beso en esa rueda oxidada o tal vez la primera vez que él expulsó un gas junto a ella.
Exactamente como lo imaginé, estaba en la rueda de la fortuna. La vi desde lejos, en posición fetal sobre el césped. El efecto del alcohol hizo que comenzara a reír al verla cubrir sus oídos y comenzar a gritar, como si el mismo Satanás chillara a su lado. Al verla, Matt me tomó del brazo, corrió, y se arrodilló frente a ella. Tomó sus manos y las apartó de sus oídos. Lizbeth lo miró y vi cómo sus ojos pedían ayuda a gritos. Su frente estaba empapada de sudor y su piel se volvió más pálida.
—Dile a Chris que deje de gritarme. —dijo, y comenzó a llorar.
* * *
No volvimos a ver a Lizbeth hasta un par de días después. Luego de tranquilizarla, Ed la llevó con su padre, quien no quiso saber nada de lo que sucedió en el parque, sólo quería que nos marcháramos. Ella estaba dormida, y su padre creyó que habíamos hecho que bebiera alcohol. Le dijo a Ed que no iba a volver a permitirle salir con nosotros y dio un gran portazo que casi le arranca la nariz. Mientras tanto Matt y yo caminamos a su casa.
Ese día no fui a clases. Desperté por la tarde, al oír que Matt abría la puerta. No quise saber de dónde venía. No quise saber absolutamente nada sobre nadie. Lo único que pasaba por mi cabeza era la imagen de Lizbeth cubriendo sus oídos y luego "Chris está gritándome". Perturbador.
—¡Hey, Leslie! —exclamó Matt, sacudiendo su mano frente a mis ojos. —¿Acaso no me oyes?
Negué con la cabeza. Me senté sobre la cama y el me imitó. Pasó un brazo por detrás de mi espalda y dejó un beso sobre mi cabeza. Nos quedamos en silencio por varios minutos.
—¿De quién era el cabello, Matt?
Lo miré a los ojos y él apartó la vista. Suspiró y se alejó de mí. Se quitó la camiseta y la arrojó con brutalidad sin mirar hacia donde. Cayó junto a mi y una de las mangas me golpeó en la cara. Luego se fue de la habitación y escuché el golpe de unos platos en la cocina, luego la puerta del refrigerador. Algunas veces él se comportaba más como una mujer histérica que yo misma; pero su carácter no le ganaba al mío. Ni siquiera le llegaba a los talones. Tomé la camiseta, la apreté entre mis puños y la estiré hasta rasgarla. Un gruñido salió de mi boca y la lancé al suelo. Pensé en unas cuantas bonitas palabras para gritarle, pero el teléfono de Matt interrumpió mi idea y atendí.
—¿Leslie? Liz me ha llamado. No sé qué sucede, Les, no puedo con esto. —dijo Ed, del otro lado del teléfono. Me mantuve en silencio, sonaba preocupado. —¿Puedes ir a verla? Si su padre me ve, va a enloquecer.
Dejé sin cuidado el teléfono descolgado sobre la mesa sin decir nada. Pateé la camiseta rasgada que interrumpía mi camino y me marché de allí. Matt se asomó a la ventana al notar que me iba, pero no dijo nada y volvió a suspirar. Sus suspiros eran para mi tan irritantes como el llanto de un bebé a media noche.
Al llegar a la casa de Lizbeth, golpeé la puerta, y sin esperar más de diez segundos a una respuesta, rodeé la casa hasta llegar a la ventana de su habitación. La abrí con dificultad y entré, lastimándome un poco con el marco. Lizbeth me observaba desde el otro lado de la habitación, junto al armario.
—Leslie, saluda a Chris.
ESTÁS LEYENDO
Don't love the monsters [MDL2]
RandomContinuación de Monsters don't love. Luego de una gran pérdida, Leslie debe cargar con la tristeza de su mejor amiga y el vacío en el corazón de su novio, e intentará reconstruirlos mientras ella se está derrumbando.