1
—Hola, Chris.
Suspiré y temblando, me me acerqué a ella, que me miraba con bolsas en los ojos y el cabello destrozado, como si hubiera tirado de él. Su pijama estaba arrugado y las mangas algo rotas. Al observarla me sentí dentro de un loquero. Incliné la cabeza hacia un lado y entrecerré los ojos. La tomé de la mano y la llevé a la cama, haciendo que se sentara.
—Estás loca. — le dije, sentándome junto a ella.
—Chris me ha dicho que...
La interrumpí con una bofetada que hizo girar su cabeza y dejó su mejilla inmediatamente colorada.
—¡Christopher está muerto! —le grité a centímetros de su rostro.
Giró la cabeza para verme como si no lo supiera. Apartó la mirada hacia la esquina de la habitación y observé como levantaba lentamente el brazo para señalar hacia allí. Apreté los dientes y volví a abofetearla.
—¡Está muerto! —grité con todas mis fuerzas, haciendo que mi garganta doliera. —¡No va a volver, estúpida loca! ¡Está muerto!
Ella bajó la cabeza escondiéndola entre sus hombros, tapando sus oídos, y comenzó a llorar. Continué gritándole hasta que la puerta de su habitación se abrió. Su padre corrió hacia mí y me tomó con fuerza del brazo, lastimándome. Me apartó y tomó el rostro de Lizbeth para asegurarse de que estuviera bien. Luego se giró a verme y comenzó a gritarme.
—¡Lárgate de aquí! —se acercó furioso a mí y retrocedí. —¡Lárgate, maldita perra!
Me empujó y me golpeé contra la pared. El golpe en la cabeza me mareó y salí de la habitación tambaleándome, mientras los gritos de Lizbeth me confundían más. Recorrí el pasillo pegada a la pared y abrí con dificultad la puerta. Oí los pasos de su padre detrás de mí, y la cerré antes de que pudiera alcanzarme. Corrí a la calle tomando mi cabeza y tropecé. Puse una mano en mi frente, sobre el punzante dolor que recorría mi cabeza desde arriba de los ojos hasta el comienzo de la nuca. Me giré para ver la casa, y los gritos de Lizbeth aún se escuchaban. Chillaba entre el llanto haciendo que el dolor en mi cabeza aumentara.
Miré al suelo y me recosté, intentando no quedar inconsciente. Los gritos comenzaron a sonar más alejados y el suelo comenzó a verse más borroso. Me desmayé.
2
Abrí bruscamente los ojos al sentir una mano sobre mi brazo. Una anciana me observaba preocupada. Se apartó cuando comencé a sentarme y al mirar alrededor pude verme rodeada de extraños observándome. Agarré mi cabeza al sentir como si alguien me golpeara. Me puse de pie con dificultad y empujé a algunas personas para alejarme de allí. Tomé mi brazo y al verlo noté una hematoma por el apretón que me había dado el padre de Lizbeth. Miré a mi alrededor, tratando de averiguar a dónde ir. Mi casa no era una buena opción, y tampoco la de Matt. Pero aunque no lo quisiera, él era la única persona que podía ayudarme desde que Lizbeth había cambiado. No era justo, yo no necesitaba nada de eso. Ella era la que debía mantenerme cuerda, la que debía cuidarme e impedir que cometiera locuras. Yo no servía para ese cambio de roles. No tenía idea de cómo hacer lo que ella hacía por mí. Sólo sabía golpearla y gritar; y ella no necesitaba eso.
Matt abrió la puerta tras escuchar el timbre. No dijo nada al verme y se quedó parado en la entrada, observando mi estado desastroso. Mi cabello y mi ropa estaban sucios, y no creo que mi aspecto sea muy bueno luego de ser empujada contra una pared y haberme desmayado en la acera. De todas formas su rostro no hizo ninguna expresión de sorpresa. Al parecer no era algo nuevo para él verme ser un desastre.
—Golpeé a Lizbeth. —dije bajando la mirada.
Suspiró y se apartó para dejarme pasar. Caminé con lentitud y me paré frente a él.
—Veo que ella se defendió. —dijo, mirando mi brazo.
—Fue su padre. —dije, sonriendo.
Su rostro se volvió furioso y sus puños se cerraron. Se dirigió a la puerta y supuse que iba a vengarse del hombre. Lo alcancé y lo rodeé por la espalda con mis brazos. Se detuvo y tomó mis manos recibiendo el abrazo.
—Mi cabeza duele. —me quejé.
Se dio la vuelta, tomó mis mejillas y me besó en la frente. Volví a abrazarlo, y él posó su barbilla sobre mi cabeza, haciendo que me doliera aún más. Pero no me quejé. Me aparté de él y volví a entrar a la casa. Lavé mi cara y al secar mis manos descubrí otro cabello, exactamente igual al de aquel día. Lo tomé con un suspiro y lo sostuve frente a mis ojos. Definitivamente no era el cabello de Matt.
Atravesé la sala para ir a su cuarto y al verme, intentó detenerme. Al abrir la puerta me encontré con nada menos que Ed, sin camiseta, dormido en su cama. Confundida, me di la vuelta para ver a Matt, que me observaba desde el marco de la puerta con cara de preocupación.
—¿Qué sucede? —pregunté abriendo los brazos hacia los lados.
Él suspiró y se marchó de la habitación. Lo seguí hasta la sala y me detuve a metros de él. Pateaba muebles y se agarraba la cabeza sin explicarme lo que sucedía.
—Matthew. —lo llamé, y se giró para verme.
—Soy un maldito gay. —dijo con una sonrisa nerviosa, y luego se puso serio. —No quería que te enteraras así.
Mi mente se puso en blanco y me enredé en una molesta confusión. Fruncí el seño, su mirada me confirmaba que no había ni una gota de mentira en lo que acababa de decir. Se acercó a la pared y dejó caer su cuerpo para quedar sentado en el suelo. Apoyó sus codos sobre las rodillas y tapó su rostro con las manos. De pronto olvidé cómo se hablaba. Mis labios temblaban y mi garganta se negaba a producir un sonido.
—Quieres decir que, ¿me has estado engañando... con Edmond?—quise saber, con un hilo de voz.
—Lo siento. —susurró.
—¡Cállate! —grité forzando mi garganta.
El dolor de cabeza volvió y llevé una mano a mi rostro, cerrando con fuerza los ojos. Gritar me había hecho marearme nuevamente, y me retiré golpeándome contra algunas cosas hasta salir a la calle. Él no me siguió.
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Don't love the monsters [MDL2]
Ngẫu nhiênContinuación de Monsters don't love. Luego de una gran pérdida, Leslie debe cargar con la tristeza de su mejor amiga y el vacío en el corazón de su novio, e intentará reconstruirlos mientras ella se está derrumbando.