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A los diecinueve nos reencontramos, tenés una barbita incipiente, pero el resto de tu ser sigue intacto. Ambos somos felices con lo que hacemos, cada uno por su lado.

Es en una juntada a las cuatro de la mañana, que por primera vez me preparas un café que sabe a gloria. Jugamos en grupo y nuestra conexión es impresionante.
Tus ojos me buscan y esa sonrisa me desarma, me siento como el primer día en que te conocí.

Es difícil ser un fantasma. Sobre todo cuando vamos a comprar una gaseosa caminando y me soltás un simple "¿Cómo estás?" mientras pateas una piedrita.

Es difícil ser un fantasma, cuando las galaxias salen a la luz.

Cuando todo parece normal entre nosotros.

Dudo sobre contestarte, quiero gritarte que durante dos años logré sacarte de mi cabeza, que durante dos años no te necesité, pero me hablás y me olvido de todo. No quiero contarte sobre las pocas raíces que logré hacer, sobre lo poco que disfruté estos años. Estarías decepcionado.

En cambio, te hablo de mi carrera, de mis nuevos sueños, me escuchás atento. Me preguntás por mi familia, por mi abuela, mi tía, mis padres, mis hermanas... 

Y por más tiempo que intente pretender ser una sombra, me doy cuenta que me encanta ser parte de algo, me encanta saber que alguien me recuerda, me conoce. 

Me encanta saber que tenemos raíces, conocimientos, recuerdos, sabores, perfumes.

Podrías haber prendido fuego mi mundo y yo no te hubiese culpado.

25 Excusas [#Wattys2016]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora