Estaba esperando en el andén número 10, sentado en un banco, con su portátil sobre las rodillas. Tecleaba sin parar, paseando sus ojos ambarinos por la pantalla, escribiendo una entrada en su blog . La gente iba y venía a su alrededor con paso acelerado, intentando llegar al tren antes de su partida o corriendo a despedirse de sus familiares y amigos, a pesar de ser las cinco de la madrugada. El chico levantó los ojos y observó a su alrededor, buscando inspiración. Se apartó el rebelde pelo rubio de los ojos con un gesto impaciente, cogió su vaso de café y se lo llevó a los labios. Aunque el mes de Julio acabase de comenzar, agradeció el calor que la bebida le transmitió.
Acababa de bajar la tapa de su portátil cuando se escuchó la voz de la locutora llamando a los pasajeros del tren de Álvaro. Lanzó un suspiro y se puso en pie. Metió su portátil en una de las maletas y emprendió su camino hacia el andén número 16. Eligió el segundo vagón, ya que estaba casi vacío, y entró en él arrastrando su equipaje. Tomó asiento junto a una anciana, que dormía plácidamente apoyada sobre su bolso de piel de cocodrilo. El chico miró su reloj y calculó las horas que quedaban hasta llegar a su destino. Suspiró y, con una sonrisa en el rostro, se acomodó y se quedó dormido.
Le despertó el traqueteo del tren, eran las doce de la tarde y los rayos de sol entraban con fuerza por la ventana. No pudo reprimir un bostezo y estiró los brazos. Miró a su alrededor y observó atentamente a los demás pasajeros, inventando historias para cada uno de ellos como hacía cuando era pequeño. Imaginó a la anciana que dormía a su lado vestida de colegiala, esforzándose al máximo en sus exámenes, enamorándose y casándose. También imaginó sus momentos de dolor: como la muerte de su familia, de su marido... Imaginó el motivo por el que emprendió aquel viaje, puede que para visitar a sus nietos o asistir a una fiesta importante. Álvaro esbozó una sonrisa.
Cuando dejó de perderse en sus pensamientos reparó en una maleta azul, con el escudo del Manchester City estampado en el centro. Buscó con la mirada al propietario de la maleta pero el asiento estaba vacío. Se encogió de hombros y observó el exterior del tren con interés. Estaban atravesando un extenso valle y, a pesar del calor que hacía, Álvaro no pudo evitar estremecerse. A lo lejos se intuía una gran nube negra, que parecía cargada de electricidad. No le gustaban las tormentas, había tenido una mala experiencia cuando era pequeño y necesitaba una considerable fuerza de voluntad para no salir corriendo a la mínima señal de lluvia.
Percibió un movimiento frente a él y se giró para observar al propietario de la maleta. Se trataba de un chico de su misma edad, con los ojos verdes y el pelo castaño retirado en una especie de tupé, que le sonreía dejando ver un diente roto, lo que le hacía más atractivo. Iba vestido con una camiseta de tirantes del mismo azul que la maleta, que dejaba ver sus fuertes brazos, y unas bermudas. Álvaro le devolvió la sonrisa y pensó que el chico le había caído bien al momento.
- Hola. - Le dijo el chico. - Soy Daniel.
- Yo Álvaro. Encantado. ¿Vas al CAPED? - Respondió estrechándole la mano.
El chico asintió y se recostó en su asiento. Miró por la ventana y lanzó un suspiro.
- ¿No querías venir? - Preguntó Álvaro asombrado. Asistir al campamento había sido su sueño desde que comenzó el proyecto.
El chico se encogió de hombros.
- Debería estar compitiendo en un Campeonato Europeo de atletismo. Me llegó el
e-mail hace dos meses, daba por sentado que no me darían la beca.
Álvaro se quedó en silencio, pensando en su compañero. Iba a responderle cuando la señora que se sentaba con ellos empezó a toser. La pobre mujer abrió mucho los ojos y lanzó un alarido desgarrador que hizo estremecerse a los chicos.
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Chaos
Teen FictionEl campamento anual para estudiantes destacados, también llamado CAPED, es uno de los destinos más deseados por jóvenes de todo el planeta. Sus instalaciones brindan la oportunidad de aprender y desarrollar los conocimientos de los estudiantes. Álva...