Aristea, con la bandeja de la cena en las manos, se sentó en la única mesa vacía que había. Nada más coger el tenedor sintió la presencia de alguien detrás suya y se giró para ver quién era. Se trataba de una chica mucho más alta que ella, con el pelo negro tan largo que rozaba su cintura y los ojos ligeramente rasgados eran color avellana. Su piel pálida estaba sonrosada en las mejillas y sus finos labios rojos estaban curvados en una sonrisa tímida.
- Soy Julie.- Su voz, puede que demasiado grave, tenía un claro acento francés.- ¿Puedo sentarme?
- Hola, soy Aristea. Claro.
La morena se sentó junto a ella y comenzaron a cenar.
- ¿De dónde eres, Julie?- Le preguntó Aristea cogiendo una porción de pizza carbonara, su favorita.
- Oh, soy de Barfleur pero estudio en París. ¿Y tú?
- Soy de Kea aunque llevo un par de años estudiando en Tesalónica. Es la primera vez que salgo del país.
- Perdonad, ¿podemos sentarnos?- Preguntó una voz tras ellas.
Las dos chicas se giraron para averiguar quién había preguntado. Se encontraron cara a cara con dos chicos que las miraban tímidos. Ambas se quedaron sin palabras.
- Claro.
- Gracias.- Dijo el que había hablado por primera vez. Se trataba de un chico con el desordenado pelo rubio ceniza echado hacia atrás con unas gafas de sol como diadema, una nariz grande y recta, y una mandíbula ancha y fuerte. Sus ojos eran grandes y estaban enmarcados por unas larguísimas pestañas doradas. Su sonrisa era amplia y tímida.- Soy Álvaro. Y él es Daniel.
- Va, cállate Álv.- Replicó el otro. Hacían una pareja extraña ya que, si Álvaro era todo él tonos dorados, Daniel era de tonalidades ocres. Él, más bajo que su amigo, tenía el pelo castaño peinado en una especie de tupé y su piel estaba bronceada. Sus facciones eran más afiladas y su nariz pequeña y curva, un poco torcida. Pero lo que más le gustó a Aristea fue su sonrisa, que se reflejaba en sus bonitos ojos verdes y dejaba ver un diente roto.- ¿Y qué hay de vosotras?
- Ella es Julie, de Barfleur. Yo soy Aristea, de Kea. Pero podéis llamarme Ari.
- Encantados, chicas.
Ambos se sentaron frente a ellas y sin decir nada más se pusieron a devorar su cena mientras Aristea y Julie retomaban su conversación. Una chica rubia y muy bajita entró en el comedor cargada con su cena. Aristea la vio y le hizo una seña para que se sentase. Ambas estaban en la misma cabaña y se habían hecho amigas enseguida.
- ¡Johanna!- La llamó. La chica se sobresaltó y caminó con la cabeza baja hacia la mesa.- Siéntate. Éstos son Daniel, Álvaro y Julie.
- Hola. Soy Johanna.- La chica les sonrió y se sentó junto a Álvaro, que le miraba fijamente. Aristea le dio una patada en la espinilla al rubio y, con una mueca de dolor y una mirada fulminante, desvió su atención hacia su cena.
- Eres alemana, ¿cierto?- Preguntó Daniel con la boca llena de pizza.- Perdón.
- ¡Danny! No hables con la boca llena.- Le reprendió entre risas su amigo.
- Sí, de Múnich.- Respondió la chica
- Oh, buen equipo.- Intervino Daniel, esta vez sin la boca llena.- Perdón.
- ¿Hay algo a parte del fútbol que te haga reaccionar, Daniel?
- Tú me hiciste reaccionar, guapo.- Respondió guiñándole juguetonamente un ojo a su amigo.
- Por el amor de Dios.- Suspiró el rubio poniendo los ojos en blanco. Las chicas comenzaron a reír ante las ocurrencias del dúo y siguieron con su cena.
Los cinco se dirigían ahora hacia el salón para pasar el rato antes de la hora de acostarse. Les faltaban unos metros para llegar a su destino cuando se cruzaron con un trío de pelirrojos que parecían un poco desorientados.
- Hola chicas. ¿Sabéis cómo se sale de aquí?- Preguntó el más alto de ellos guiñándoles un ojo de forma seductora. Los otros chicos pusieron los ojos en blanco.- Nos ha tocado en la cabaña de los profesores y queremos dar buena impresión. Pero nos hemos perdido.
- Seguid por el pasillo, bajad dos pisos y girad hacia la izquierda. La puerta está señalada con una luz.- Respondió Álvaro ante el silencio de los demás y continuó andando hacia el salón.- Suerte con los compañeros de cabaña, chicos.
- Gracias.
Aristea giró la cabeza una última vez para observar a los trillizos y, para su sorpresa, descubrió al mediano de ellos, con los ojos clavados en el sitio en el que el rubio había estado segundos antes y los labios entreabiertos. El chico tardó unos segundos en darse cuenta, pero cuando descubrió que ella le observaba, se mordió el labio inferior y, rojo como un tomate, se dispuso a seguir a sus hermanos hacia el exterior. No pudo evitar sentir una punzada de complicidad con aquel chico.
Continuaron su camino y, tras atravesar una futurista puerta de acero y cristal, llegaron al salón. Se trataba de una habitación de grandes dimensiones, con sillones y sofás de piel gris. Un cuarto de las blancas paredes era completamente de cristal y se podía observar el pequeño bosquecillo que había junto al edificio. También había mesas y sillas de madera negra junto a una gran estantería llena de libros polvorientos.
Los cinco ahogaron un grito de sorpresa y, aun boquiabiertos, se sentaron junto al enorme ventanal. No estaban solos. Sentada en uno de los sillones más apartados del salón, había una chica pequeña y pelirroja con varios mechones de color rosa fuerte, recogidos en una larga cola de caballo. Llevaba un bonito vestido de algodón estampado con florecitas y estaba descalza. Sentada con los pies sobre el sillón, escondía la nariz en un grueso libro. Levantó la vista de su libro y los miró con unos grandes ojos grises. Tras saludarnos con una mano volvió a la lectura.
- Dios mío.- Escuchó murmurar a Daniel, que la miraba con los ojos muy abiertos. Al verle así sintió que algo amargo se revolvía en su pecho y se dejó caer en el sofá junto a Julie con un resoplido.
Los demás se sentaron alrededor de una pequeña mesa de cristal. Y se quedaron en silencio observando cómo las estrellas desaparecían tras unas enormes nubes negras.
- Nunca había visto nubes así.- Comentó Álvaro con la voz temblorosa.- Y menos por aquí.
- Déjalo, Álv. Debe de ser una tormenta de verano.
Él se encogió de hombros e hizo un gesto de desdén con la mano. Aristea volvió a centrarse en las nubes y observó cómo unas finas líneas de electricidad las recorrían casi en su totalidad, iluminando la estancia con una luz fantasmagórica a intervalos regulares, como el latido de un corazón.
A su derecha notaba cómo el chico rubio se estremecía con cada trueno y podía ver sus bonitos ojos de color ámbar abrirse con cada relámpago. Le temblaban las manos, aunque intentaba disimularlo al juguetear con un pequeño soldadito de juguete. Miró a su alrededor para comprobar si alguien más se había percatado de ello y se encontró con la mirada de Johanna. Parecía preocupada por el estado de su nuevo amigo. Ambas llegaron a un acuerdo silencioso.
Se quedaron en silencio observando la tormenta aunque, con el rabillo del ojo, seguía vigilando a Álvaro. Estaba aterrado. Estaba a punto de intervenir cuando se oyó un golpe sordo desde el otro lado del salón, lo que les arrancó una exclamación de sorpresa. La chica pelirroja del sillón se había quedado dormida y el libro que tenía en las manos se había caído al suelo.
Fue en ese momento cuando decidieron ir a acostarse. Se pusieron en pie y Daniel, muy cortésmente y para desagrado de Ari, cogió a la pelirroja en brazos. Juntos salieron al exterior, corrieron hasta las cabañas y tras despedirse, se fueron a dormir.
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Chaos
Teen FictionEl campamento anual para estudiantes destacados, también llamado CAPED, es uno de los destinos más deseados por jóvenes de todo el planeta. Sus instalaciones brindan la oportunidad de aprender y desarrollar los conocimientos de los estudiantes. Álva...