Durante muchos años vi como mi mamá se desvanecía tras el abandono de mi papá. Él no era precisamente el padre o esposo del año, sin embargo lo amábamos. Su partida dejó a mi madre hecha un mar de lágrimas, lamentaciones y depresión. Por cuatro años tuve que verla quedarse pegada al teléfono esperando su llamada o frente a la pantalla del computador esperando un correo electrónico de su parte.
Mi padre nos dejó cuando tenía seis años. Por esa razón a esa corta edad me propuse la meta personal dejar que ningún hombre me marcara tanto como para darle el poder de destruirme.
Por años, cuidé lo mejor que pude a mi ausente madre, con la efímera ayuda de mi abuela. Esa mujer había dado en adopción a su hija en cuanto el padre de la niña la dejó para meterse en un matrimonio de conveniencia, mientras ella aprovechó para casarse con un hombre que la amó con locura sin importarle nada. "Mi amada abuela" reapareció en nuestras vida en mi octavo cumpleaños, presentándose en la fiesta con su esposo; el padre de mi madre. Sentándose con nosotras nos explicó su actual situación y cómo mi madre tenía un hermano menor de su primer matrimonio. Desde ese momento quise conocer a mi tío. Algo me decía que debía ser mucho mejor persona que mis abuelos y más estable que mi madre. Dos meses después lo conocí a él y a su papá, descubriendo que yo tenía razón con respecto a mis suposiciones y haciéndome desear formar parte de su familia.
Cuando cumplí diez años encontré a mi mamá frente al televisor, viendo el vídeo de su matrimonio con mi padre, completamente ida. Me cansé de llamar su atención, de hacerla reaccionar, de llorar para que me oyera; pero no volvió hacerlo. Así que con mucho dolor y vergüenza llamé a mis abuelos para que ayudaran, después de todo seguía siendo una niña y no podía cuidarme por mi misma. Cuando llegaron, se llevaron a mi mamá para un sanatorio mental privado y me dijeron que recogiera todas mis cosas, porque a partir de ahí viviría en otra casa. Asumí que viviría con ellos, que finalmente tendría una familia nuevamente y que mi vida sería normal otra vez. Pero estaba muy equivocada.
Ese día por la tarde, con todas mis cosas en el maletero y puesto trasero del carro en el que íbamos, paramos en una casa amplia y hermosa. Al entrar mis abuelos bajaron mis cosas y explicaron que no podía cuidar de mi porque no sabían cómo cuidar de una pre adolescente. La cara de mi tío y su padre era de completo desconcierto, sin embargo el hermano de mi madre le entregó a mi prima de dos años a su padre y tomándome en brazos me cargó y me consoló. Con una voz fría y dura despachó a mis abuelos, augurándoles que ellos se harían cargo de mí, que a partir de ahí ellos tres serían mi familia. Los otros dos adultos salieron sin mucha ceremonia dejándome con mis maletas y mi dolor con unas personas que conocía muy poco.
Por semanas despertaba llorando por horrorosas pesadillas, hasta que llegaba tío Cristóbal a calmarme. Por la mañanas su padre besaba mi frente antes de ir al colegio dándome la bendición, después de habernos dado el desayuno a todos en la casa, mientras su hijo me llevaba y me buscaba al colegio sin faltar. Me sentía amada y protegida. Y un día sencillamente, dejé de tener esas pesadillas y ese mismo día lo llamé papá y a su padre abuelo. Carolina seguía siendo mi prima, pero la quería como a una hermana. Y a partir de ahí fuimos una familia.
Todo marchaba bien, no necesitaba más. Entonces en el colegio mezclaron las secciones y me tocó conocer gente nueva, lo que me provocó mucho temor, los cambios no se llevan conmigo. Estaba por llamar a papá Cristóbal para que me buscara y no volver hasta el siguiente mes, cuando conocí al que sería mi mejor amigo de por vida Alberto, alias Beto.
Creo que no necesito explica la dedicación, sin embargo ella lo entiende!!!
No se pierdan esta nueva historia, prometo que los hará reía y llorar!!!
Love Bee ;)
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Yo No Nací Para Ésto
NouvellesElla era su mejor amiga. Él era su pañuelo de lágrimas. Ambos comienzan una historia de amor que al parecer no tiene un final positivo... Pero como todo, los planes divinos no siempre se cumplen, y las voluntades son más fuertes que el destino.