Capítulo 2 Beto- Ser Cool.

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Ser cool no es solamente verse bien arreglado, vestir de manera pulcra y causar suspiros entre las chicas, también significa dar un paso adelante cuando nadie más quiere hacerlo por miedo. Y eso fue precisamente lo que ocurrió cuando conocí a Mariza o Mí Mary.

Vengo de una familia donde soy el menor de tres hermanos, y además el único varón. Mis dos hermanas mayores me trataban con un bebé la mayor parte del tiempo ya que entre ellas y yo nos existen diez años de diferencia. Sí mis hermanas mayores son gemelas y yo el hermanito que esperaron por mucho tiempo. Desde recién nacido hasta mis ocho años, sufrí con la excesiva sobre protección de mis padres, los arrumacos y abrazos de oso por parte de mis hermanas y sobornos de cualquier tipo por parte de los pretendientes de Sarah. Los sobornos me gustaban y los aceptaba, sin embargo no era de mucho ayudar a los pobres diablos que querían conquistar a la menor de las gemelas. La verdad es que crecí en un hogar repleto de amor, ternura y compresión. Pero como niño sentía que me ahogaban en atenciones, aunque yo daba tanto amor como recibía. Pero las cosas a veces cambian para mejor y a veces no cambian para nada. Por eso es que cuando cumplí nueve años, y Jessica se casó con su novio de toda la vida, creí que me dejaría en paz por un tiempo. No, para nada fue lo que pasó. Porque ellos tuvieron un bebé, al poco tiempo de casados y yo creyendo que todos volcarían sus atenciones hacia el recién nacido; me confié y bajé la guardia con respecto a las atenciones que me prodigaban, seguro de que pasarían por completo a mi sobrino, sin embargo resultó que el bebé se convirtió en mi sombra perpetua día y noche desde que cumplió un año y aprendió a caminar y hablar. Lo cual si me preguntan era aún peor. Aunque si debo ser sincero adoraba a ese pegoste.

A mis trece años huía de él, era exasperante tener a un mini yo copiando cada uno de mis movimientos y a la vez me hacía sentir muy bien conmigo mismo al punto de la arrogancia. En mi primer día de clases de primer año, entré a bachilleratos rodeado por llanto y no me refiero sólo al de mi sobrino. Nicolás o Nico iba por primera vez al colegio y lloraba a mares, desesperado porque sus padres no lo dejaran allí, mientras mis padres, hermanas, y cuñado lloraban por el primer día de clases en la nueva etapa de las vidas de sus bebés. Yo estaba al borde de matarlos o fingir demencia, así para no hacer ninguna de las dos opciones contemplé el panorama que me rodeaba en el preescolar del colegio. A pocos metros de mi melancólico grupo estaba un grupo familiar de cuatro personas, dónde una pequeña rubia de rizos marcados brincaba emocionada gritando <Coleyio> mientras su abuelo le seguía la corriente; el padre de la bebé revisaba obsecivamente el resto de una chica de cabello rizo y alborotado. La espalda del señor no me dejaba verle la cara, por lo que no reconocía quién de mis compañeras estaba ahí. En cuanto él se movió vi a la chica que había entrado al colegio hacía dos años y la que muchos consideraban rara y sifrina porque no era de las que está siempre estaba buscando la atención de los demás y no hablaba con muchos ni se mezclaba. Sabía su nombre, pero en ese momento no lo recordaba. Su rostro mostraba ansiedad y alguna clase de terror, lo que me hizo cuestionarme el por qué de su expresión, así que la observé mas detenidamente hasta que vi que de su bulto colgaba un llavero de mi banda favorita de todos los tiempos The Beatles. Sólo por eso ya merecía que hablara con ella. Era una conocedora de la música de calidad. Un grito agudo a mis pies me despertaron de mis planes. Nico se había pegado a mi pantalón exigiendo que su Beto se quedara con él. Esa pequeña lata hizo que el corazón se me pusiera chiquito, por lo que quitándome el bolso de la espalda y pasándoselo a mi cuñado, cargué a mi sobrino montándolo en dónde mi bulto estaba segundos antes. En cuanto me levanté con el enano en su posición y sin su llanto busqué a mi compañera, no encontrando rastro ni de ella ni de su familia, así que llevé al pequeño hasta su nueva maestra, para luego despedirme y despachar a mi familia.

Quince minutos después observaba la lista de los primeros años de bachillerato quienes habíamos sido mezclados. Estaba al borde de gritar de frustración cuando a mi lado escuché un suspiro de exasperación, al darme vuelta vi a la chama que estaba viendo al llegar a clases. Quería conocerla y hablar con ella, era fanática de los fabulosos cuatro y sólo por eso ya era fantástica, pero además teníamos a los pequeños enanos. Acercándome noté que marcaba frenéticamente en su celular; sospechando que ella buscaba huir; por lo que pese a la chillona voz de la niña más popular del año diciéndome que me acercara al resto de sus amigos y que me alejara de la nerd adoptada, caminé decidido hacia la chica. Fácilmente le quité el celular y lo guardé en mi bolsillo. Su rostro sorprendido y molesto era un espectáculo y eso me hizo provocarla, buscar que reaccionara. Su sarcasmo salió a flote y sin embargo eso solo me impulsó a saber más de ella. Finalmente me presenté y ella me dijo su nombre... Mariza. Su apellido parecía incomodarle, y por el momento no dije nada con respecto a eso, pero esperaba poder hablar con ella sobre eso.

Durante el trayecto de la mañana hicimos una conexión basada en la buena música y libros. Para la hora del recreo nos habíamos sentado a reír y conversar en uno de loa bancos laterales del patio, mientras comíamos Nico se acercó a nosotros corriendo y arrastrando consigo a la que ahora sabía que era la prima de Mariza. Mi sobrino saltó sobre mí y comenzó a llamarme Beto, ante la mirada divertida y maquiavélica. De pronto una profesora entró corriendo en nuestro campo de visión llevándose a los pequeños.

Al dejarnos solos nuevamente, Mariza me encaró diciendo:
-Así que... Eres Beto como el de Plaza Sésamo?-
-Como ese no! Él es muy amargado y feo y por supuesto yo soy todo lo contrario- Le respondí fingiendo estar indignado.

-Entonces eres como Enrique, inmaduro e inoportuno!- Al terminar de decirlo reventó en carcajadas. Yo la seguí enseguida.
Su risa era contagiosa, sus ojos color café claro se achicaban cuando se reía y eso era genial. Cada vez que soltaba una de sus risotadas provocaba mariposas en mi estómago, dibujando una sonrisa inmediata en mi rostro.

Cuando finalmente calmamos nuestras risas volví al ataque:

-A ver mujer, dejemos claro que sí yo soy Enrique entonces tú eres Beto y eso te convierte en mi mejor amigo, sólo que siendo chica.-
-Supongo que puedo vivir con eso. Ahora dame mi celular!- Exclamó feliz y estirando su mano hacia mí.

Derrotado le entregué su teléfono. Pero en el fondo estaba orgulloso de tener una amiga tan excéntrica y genial. Ella no se daba cuenta pero la chillona de nuestra clase la mataba con la mirada, y yo me iba asegurar de nunca en la vida volviera a ser señalada por ser ella misma y ser muy cool a su manera.


Este capítulo va dedicado a mi amiga Ahya Velazco, quien recientemente me inspiró de una manera que ella no se imagina, para darle forma a Beto. Espero que te guste y lo disfrutes!!!

Besos y bendiciones....

Love Bee ;)

Yo No Nací Para ÉstoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora