El problema de Kyoko.

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Hacía dos días, Kyoko tenía su semblante serio. Y contrario a la costumbre, salir con Haru sólo la ponía peor. Hana y Ryohei estaban terriblemente preocupados. 

Tsuna no tardó en sumárseles. ¿Qué le pasaba a Kyoko? Era un completo misterio, y cuando le preguntaban, sólo negaba y se disculpaba, ponía una sonrisa forzada, y seguía con lo que estaba haciendo. 

Hana ya se había resignado a nunca saber qué pasaba por la cabeza de su mejor amiga. Pero Ryohei ya conocía ese estado de su hermana: se ponía así cuando sabía que ellos estaban peleando y estaba preocupada, pero.... Sawada no los había metido en ninguna cosa rara esa vez; así que ¿por qué...?

Se lo dijo a Sawada; y Tsuna se quedó pensando con esa información. Lo pensó seriamente por un día completo, antes de tomar medidas. Porque su decisión sería un poco ruda. 

-Reborn... Llama a Chrome. Dale esto. 

Reborn iba a decirle que tenía sus propios planes; cuando vio la cara decidida del castaño. Esa cara de jefe que Tsuna ponía cuando alguien se metía con su famiglia, y dándole la espalda y tapándose la cara con el sombrero para que no vea su orgullo y sonrisa de aprobación, tomó el papel, y desapareció en la noche. Tsuna se recostó en la cama de su pieza. Esperaba equivocarse. Esperaba de corazón equivocarse.  Pero sabía.  Sabía demasiado para que eso no funcionara. 


La noche siguiente, Chrome cenó con ellos, junto con Ken y Chikusa, que no la quisieron dejar sola, y que tanto uno como la otra agradecieron, tanto para que Chrome estuviese cómoda como para que mama no pensara cosas de Tsuna que no eran. Esa mañana, Tsuna había hablado con Bianchi, y ellas dos habían pasado el día con Kyoko. Y, lamentablemente, habían llegado a la misma conclusión que Tsuna. Tras cenar, y con la excusa de acompañar a las visitas hasta la estación más cercana,  Tsuna salió con ellos, y llamó a Ryohei. Le dio una única orden. El guardián entendió que Tsuna había empezado a  moverse desde que le había dicho, y dio lo mejor de si para cumplirla.

Pero no era fácil: Tsuna le había pedido entretener a Kyoko hasta que él llegase, pero desde que ella sabía que se preocupaban por su seriedad, quería evitar pasar tiempo con él. Por suerte para él, nunca se resistía a contarle cuentos. Y eso le dio tiempo a Tsuna para llegar.

Kyoko abrió la puerta, y vio a Tsuna, serio. Iba a girarse a su hermano, cuando el castaño habló apuradamente.

-¡Te necesito, Kyoko! -ella sintió que su corazón daba un vuelco- ¡Tú lo sabes, y nunca me lo dirá a mí! ¿Qué le pasa a Haru? Necesito saberlo para poder ayudarla, Kyoko.

A los diez minutos del timbre de Tsuna, Ryohei se acercó a la puerta, y vio a Kyoko llorando colgada del cuello de Tsuna, ruborizado y con los ojos desmesuradamente abiertos. 

Sonrió y supo que su hermana ya había liberado su carga. Sawada lo había logrado.  Para sus adentros, pensó que si alguna vez tenía un cuñado; ése tenía que ser Sawada. Era el único con el que Kyoko se había sentido lo suficientemente segura para llorar. 

La perfecta chica imperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora