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VOCALOID NO ME PERTENECE, LA HISTORIA TAMPOCO, ES DE JANINA PEREZ DE LA IGLESIA, YO SOLO LO ADAPTO PARA USTEDES.

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Mi familia se asombró un poco al verme cuando me senté a desayunar, pero nadie dijo nada. Por suerte somos así. Cada cual hace lo que quiere y deja al otro que haga. Lo peor para mí fue el gel en la cabeza. Aquella cosa pegajosa en mis cabellos me daba deseos de vomitar. Este es otro de mis problemas. Padezco de "cochino-fobia". ¡Le tengo pánico a la suciedad!

No soporto los olores nauseabundos, me lavo las manos cada media hora, no me pongo la misma ropa dos veces seguidas ni aunque me maten y prefiero no comer los dulces de crema con lar de no sentirme la boca pegajosa. Ese es el resultado de años y años soportando los gritos de mi hermano. ¡Ven a limpiarte! ¡No te ensucies las manos! ¡Aléjate de eso que está sucio!

Solo por Miku yo era capaz de soportar aquello. Antes de salir, le eché una ojeada de refilón al espejo de la sala. Las cosas estaban en su lugar. Tenía que funcionar.

Acepté que Luki me llevara en el auto pero con todo aquello encima me sentía un poco incómoda para ir por las calles. Por eso cuando llegué al colegio estaba casi vacío. Me fui al aula, pero para mí desgracia era viernes: largo matutino, himno, efemérides, regaños y todo lo que se le ocurriera al Rector para tenernos un poco más de pie.

Al sonido del timbre, no me quedo más remedio que exponer mi nueva imagen al juicio público ¡Y fue ahí cuando se armó!

¡Jamás pensé que el impacto fuera de esa magnitud! El matutino duro diez minutos en comenzar por mi culpa, mientras yo, en medio de aquel alboroto buscaba a mi asesor para... ¡estrangularlo!

Me puse de última en la fila, pensando disminuir asi el campo de visibilidad de mis compañeros, pero fue peor. Todos volvían la cabeza hacia donde yo estaba.

-Luka-san ¿Qué le paso? -me pregunto alguien. Yo me dedicaba a taladrar con los ojos el pavimento ante mis botas amarillas, con el simple deseo de hacer un hueco lo suficientemente grande como para hundirme en él.

Y ese fue solo el comienzo de un largo día.

Como la mala suerte atrae la mala suerte, la primera hora de clases correspondía a química, que era lo mismo que estar solos en el aula. Nos puso unas diapositivas con problemas de enlaces, lo suficiente para estresarme, seguido de esto se sentó a descansar. Sus años lo necesitaban.

Pero mis compañeros consideraron que yo estaba más interesante que los protones entre el carbono y el yodo y, para mi desgracia, los cuarenta y cinco minutos no pararon de molestarme. Sólo copiábamos Miku y yo. Ella sin decir nada. Yo menos aún. Al tocar el timbre para el cambio de segunda hora me pregunto, preocupada.

- ¿Estás enferma?

-No... es decir... Me siento un poco mal, pero no es nada serio-respondí con la lengua medio enredada.

¿Esa era la impresión que debía de dar? ¿La de un enfermo? ¡Alguien me tendría que dar una explicación de lo que estaba pasando!

Aunque estábamos a finales de noviembre el calor continuaba y ya en el segundo turno las gotas de sudor recorrían por mi frente, mezcladas con el gel. La chaqueta me comenzaba a hacer efecto pero me daba vergüenza quitármela frente a todos; se reirían aún más, tomándolo como una victoria. Por eso me aguanté, mientras me secaba distraídamente con la manga.

Miku utilizó sus minutos de receso en hacer nuevos amigos. Era muy atrevida y ya se llevaba con todas las chicas del grupo... Y para mi desesperación con algunos chicos también. Yo esperé a que el baño se quedara vacío y me encerré. Esta vez no tuve valor para mirarme en el espejo y metí la cabeza directamente debajo del chorro de agua del lavamanos. La viscosidad comenzó a desprenderse de mis cabellos y sentí un poco de alivio. Pero cuando mire al frente me horroricé. El agua bajaba de mi cabeza amenazando con mojarlo todo a su paso.

El DisfrazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora