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VOCALOID NO ME PERTENECE, LA HISTORIA TAMPOCO, ES DE JANINA PEREZ DE LA IGLESIA, YO SOLO LO ADAPTO PARA USTEDES.  

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Puse todo mi empeño y esfuerzo pero valió la pena. Cuando regrese a dirección la versión del Reglamento Escolar escrita por mí superaba a la original. El Rector, al parecer, también lo entendió así, pues no paró de asentir mientras la leía. Después lo colocó en una gaveta y me dejó marchar. Estoy segura de que, para la próxima tirada se apropiarán de elementos de mi trabajo. ¡Pero qué le vamos a hacer! Hoy en día nadie respeta los derechos de autor.

Todo parecía indicar que mi amiga había preparado su autodefensa toda la noche, pues nada más asome la cabeza al patio ya la tenía pegada a mí como garrapata a perro.

— ¡Al fin apareces! —fue el saludo. Esperé a que me preguntara el resultado de mi conquista, pero no lo hizo. Algo se imaginó y trataba de echar por tierra sobre lo ocurrido.

— ¿No te interesa saber que tal me fue ayer? —le dije en tono agrio, que ella captó inmediatamente.

—Hey, Luka-sama—era tan astuta, intentaba alabarme utilizando el sufijo "sama". De ser necesario me hubiera llamado "onee-sama" o "Ojou-sama" —No te pongas asi, aveces los anzuelos no funcionan igual con las sirenas.

— ¡La sirena y tú se pueden ir a la mi...!

— ¡Pero Luka-chan! —Me atajó— ¡No hay que rendirse en el primer intento! Una vez estuve tres meses para... ¡Luka-chan! ¡Eres una maleducada! ¡Malagradecida!

Pero yo ya estaba lejos. No me interesaba un segundo enfrentamiento con Miku y en caso de decidirme (lo que podía suceder en noventa años), ella sería la última en aconsejarme.

Había descargad mi rabia bien temprano. En el pasillo terminé de traspasarle mi frustración a otro. Miku se ganó lo quedaba.

— ¡Luka-chan! ¡Mi hermana ayer me vino a buscar a las dos y tú aún no habías salido!

Entonces caí. ¡Miku se había quedado esperando mientras yo me saltaba el muro! Mi cándido corazón quiso compadecerse de ella, imaginándola al sol con hambre y tal vez hasta con un regaño en las costillas. ¡Pero no! Megurine Luka recordó las burlas y no me permitió ceder.

—Me quede hasta tarde limpiando los mingitorios. Sin guantes, con las manos. Son castigos psicológicos muy utilizados en este colegio—expliqué con cara de mártir. Y me fui al aula ¡yo quería que sufriera! Cuando logré amargarle la mañana me sentí mejor.

La animosidad por el desquite me duro hasta la noche. Tanto así que acepté acompañar a mi hermano cuando me propuso matar un poco el aburrimiento con un salida a la casa de mis tíos. El que no estuvo muy conforme fue el cacharro de Luki. Protestó varias veces negándose a encender. Como a todos los viejos, les gusta dormir temprano pero después de varios tirones logramos convencerlo y a regañadientes arrancó. El pobre ya necesita un relevo, pero no creo que lo tenga por ahora. Papá dice que no comprende cómo la gente vive sentada para morir de obesidad; por eso vamos a pie a todos lados y mencionarle auto nuevo es lo mismo que nada. Parecemos rocinantes: en los huesos pero saludables.

La calle ya olía a navidad. En pueblo despertaba de su letargo de once meses. Los colores brillantes caían como lluvia sobre las paredes, arrasando con la timidez de los tonos pálidos y cansones. Las fachadas de los comentarios parpadeaban sin descanso. Las luces trepaban, colgaban y se enrollaban en cualquier lugar llenando todos los rincones. Los vendedores de uvas alborotaban las esquinas de racimos jugosos y morados, las manzanas hacían equilibrio unas sobre otras y en el aire se paseaba un olor dulzón y fresco ¡Al fin diciembre!

El DisfrazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora