A las tres y treinta golpeaba con el puño cerrado una puerta que iba al encuentro de mi destino.
Había acordado con Miki de ir a las cuatro pero la impaciencia no me dejaba estar quieta en ningún lugar. Desde la noche pasada yo no había pensado en otra cosa. Mi estado de ánimo se debatía entre el optimismo y las ideas del fracaso. A veces me veía junto a Miku, mirándola a mí antojo sin que ella supiera absolutamente nada. Pero las dudas no me dejaban avanzar mucho. ¿Y si no iba más a la tienda? ¿Y si su hermana ordenaba que se fuera a casa? ¿Y si le prohibían que permaneciera ahí toda la tarde?
Al golpeteo solo respondió el silencio. Mi tía prefería desandar por los departamentos y atender a los clientes como un dependiente más, que encerrarse en el interior tranquilo y cómodo de su oficina. El título de dueña no lo usaba para nada. Adornaba el bullicio de la tienda tanto como yo lo detestaba. Por eso no me atreví a asomar ni la punta de la nariz y me quedé en el oscuro pasillo a esperarla.
Como a los veinte minutos se apareció.
— ¡Amor! ¿Llevas mucho tiempo esperando?
—Acabo de llegar—mentí mientras le seguía.
—Pues usted y yo jovencita vamos a hablar de trabajo—me dijo mientras se sentaba detrás de su escritorio, lleno de papeles y con tres teléfonos que chillaban de vez en cuando— ¿Cuáles son tus condiciones?
—Pues...—vacilé—Verás... Miki, ya tú sabes que soy un poco penosa—lo de "un poco" no me lo creía ni yo—Pensé que... bueno si es posible, claro, que no le digas a nadie que yo soy el Santa Claus. Si creen que es el sordomudo pues no me importa.
Miki se quedó mirándome. No era eso lo que ella deseaba, darme una máscara más para esconderme del mundo que me atemorizaba. Por un momento pensé que no iba a aceptar, pero por suerte contestó:
—Está bien, Luka. Vamos a hacerlo así, para todos serás el sordomudo—y noté la pena en sus ojos, solo había aceptado para complacerme. Tal vez en ese momento se estaba preguntando si me hacía algun favor al ayudarme a montar aquella farsa. Lo que no sabíamos ninguna de las dos era que aquella decisión cambiaría mi vida por completo.
Nos fuimos a una pequeña habitación del fondo. Cuando se encendió la luz, algunas arañas de patas largas y flacas corrieron a esconderse tras un espejo con el azogue desprendido por el peso de los años, dejando sus telas a merced de nuestras manos. Al parecer allí solo entraba el sordomudo, y una vez al año. Rebuscamos entre las cajas, rescatando los pedazos dispersos del Santa Claus. No faltaba nada; hasta la pintura había esperado paciente por el momento sin secarse ni derramarse fuera. Me quité las ropas y comenzó la transformación.
Disfrazarse no es algo tan sencillo como te lo hacen parecer, en especial si tienes que engordar unos cuantos kilos y la barriga es tan grande como a de una mujer embarazada. Las botas me quedaban grandes, pero lo resolvimos metiendo algunos trapos viejos en la punta. La chaquea olía a rancio y la barba me picaba la nariz sin contar que no me permitía llevarme nada comestible a la boca, pues la obstruía casi por completo. Confiaba soportar dos o tres horas sin usarla.
— ¡Estás quedando muy bien! —Miki se divertía en untarme la cara con pasta blancuzca y pegajosa, que le daba a todos los Santa el tono pálido de los que pasan once meses sin ver el sol, lo bueno es que gracias a que mi piel ya es demasiado blanca no hubo que usar demasiado de esa cosa. Cuando las náuseas comenzaron a hacer círculos dentro de mi estómago tuce que tragar rápido y respirar profundo para no devolver lo que me quedaba del almuerzo.
"¡Todo por ella! ¿Valdrá la pena?" pensaba mientras la pintura se secaba sobre mi piel. Según Lily me había informado anoche al parecer a Miku le iban tanto los chicos como las chicas, es decir era bisexual. Salí de mis cavilaciones al sentir la cara dura y estirada, como si la hubiesen planchado con mucho almidón encima. Por último me puse las gafas del viejo y traté de sonreír pero ni eso me permitía la jodida barba.
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El Disfraz
FanfictionMegurine Luka es una joven diferente y descontenta con ciertos aspectos de su vida. Un buen día, la chica de sus sueños entra a su salón de clase y todo su mundo se pone al revés. Para conseguirla tendrá que pasar por una cantidad de divertidas aven...