Capítulo 1: LA CASA PEQUEÑA

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—¿Segura que quieres entrar ahi? -pregunto Anny señalando la casa que tenían en frente. Esa que era tan pequeña, demasiado que parecía la casa de unos enanos, esos que aparecen en el cuento de Blancanieves-.

Con paredes agrietadas llenas de musgos verdosos; el tejado de ladrillo anaranjado rojizo que reflejaba el sólo igual que un espejo y sobre el cual descansaba una chimenea de piedra manchada con hollín; los marcos de las ventanas que ha simple vista le mostraban el duro tanino del que estaban hechos así como también las huellas de las termitas; la puerta de madera desgastada aparentaba haber sido tallada hace más de un siglo; y el fresco aire que le erizaba la piel, le daban a confirmar que además de ser una casa colonial, advertía peligro.

—¿Nora? -le tironeó la manga de la chaqueta reafirmando su desesperación por una respuesta-.

—Claro. No le pague todo lo que llevaba en la cartera a un taxista como para irme sin siquiera golpear esa puerta. -volvió para quedar cara a cara con su hermana-. Por cierto, espero que tengas algo de dinero para la vuelta. Porque en serio no tengo nada. -dijó en tono más serio-.

Anny resopló. Tenía los cabellos alborotados gracias al viento que soplaba con fuerza, una brisa invernal que dejó su pelo como una peluca rubia mal puesta. Seguía con el ceño fruncido como en todo el camino hasta allí.

—No me mires asi, haces que me sienta como si estuviera haciendo algo malo.

—¿Y no lo estas haciendo? -enarcó una ceja-.

—Depende de que punto lo veas. -objetó encogiéndose de hombros. Nora ya estaba nerviosa de por sí, al imaginar que hablaría con la señora que apenas había conocido ayer, por lo tanto, con toda la inseguridad que cargaba en sus hombros, no le venía nada bien sumar la de Anny-. Y desde mi punto, todo lo que hago esta bien. -las respuestas satíricas le salían a la perfección y eran un buen mecanismo de defensa para mantener al margen a todas aquellas personas que querían saber más allá de sus palabras. No era su culpa que fuera alguien solitario y muy poco sociable. En todo caso,  deberían echarsela toda a la televisión. ¿Qué no siempre la culpa era de ese aparato?-.

—¿Es en serio? -pusó los ojos en blanco-. Pues más te vale que lo repitas frente a Daniel, por que de seguro le estallara la cabeza cuando se entere de esto.

—Si es que se entera. -corrigió-. Porque yó no voy a decirle, y tu tampoco. ¿Verdad?

—Las noticias vuelan y Daniel no es ningún tonto.

—Sólo dime que no serás tú quien se lo cuente. -Nora necesitaba oírlo, pues si no podía confiar en su hermana, en quién demonios podía confiar-.

—No saldrá de mi boca.

—¿Ni escrito, ni con mimicas, ni nada?

—Jamás. -Anny no la miró a los ojos para decir aquéllo, propio de ella cuando no se sentía segura de algo, pero por esa vez, fue suficiente-.

—Perfecto. -sabía que si ella llegaría a contarle a Daniel, no lo haría con mala intención. Después de todo Anny era la voz de la razón en esos casos y siempre velaba por ella. Era como una extensión femenina de su hermano mayor, que la acompañaba a esos lugares donde él no podía-. Te creó. -le dijó por encima del hombro dando fin a la conversación con su acompañante y avanzando demasiado nerviosa como para ser algo común-.

Sus manos temblaban y estaban cubiertas por una fina capa de sudor frío, Nora quería disimular su ansiedad, pero esta nueva etapa le dificultaba las cosas. Deseo que Anny no se diera cuenta y que, como siempre, la viera como una persona muy segura de lo que hacía, sin importar le gustase o nó lo que tendría que hacer. Por otro lado, aparte de aparentar la firmeza que no poseía, también estaba la duda de como reaccionaria cuando tenga delante a la dueña de la casa. Si bien se había portado tan amable aquella tarde, nada le aseguraba que lo hiciera nuevamente. Debía estar preparada para lo que viniera.

DIMENSIONES: La Isla De Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora