Capítulo 2: REALIDAD

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El oscuro vacío llenaba todo su mundo ahora, se expandía extensa y embriagadora. Como aguas, la cubrían y zarandeaban para los lados. Su mente no reaccionaba, estaba dormida y por el momento nadie parecía querer despertarla...

Algo tocó sus labios, era frío y se adentraba por su garganta. El sabor era extraño, pero no del todo desagradable, y a medida que bajaba, sentía como una pequeña bola de fuego creciente a cada tramo recorrido...

Despegó las pestañas, una a una, pues parecían haber sido cocidas. Lo primero en presentarse fue la silueta confusa de una persona, que luego se convirtió en Daniel. Su rostro sucio demostraba alivio, aunque también enojo.

_¿Estas bien? -quiso saber-.

_S... -no pudo terminar su frase, pues la boca le resultaba rasposa, como si hubiera comido vidrio mientras en un acto reflejo, se frotaba con la mano el cuello que había comenzado a arderle y no le permitió proferir palabra alguna. Su cuerpo apenas respondía y su respiración era demasiado lenta, que en ocasiones sentía que le faltaba el aire-. ¿Q-q...

-No te esfuerces. -dijó-. Deja que haga efecto. -se irguió sobre sus pies para entonces alejarse de su campo visual-.

Tan pronto como se separó, veloces imágenes se amontonaron en su cabeza, como las cintas de video antiguas, cada una portadora de sentimientos de: furia, miedo y dolor.

Cerró los ojos, negándose a creer lo que sus memorias le mostraban. Tan fantásticos, tan poco realistas. Nunca jamás había visto a alguien brillar de aquella forma. Era muy extraño y Nora estaba casi convencida de que lo soñó. Pero al mismo tiempo se sentía familiarizada, además, cómo explicar el dolor de su garganta, las marcas de dedos en su piel y la molestia en la comisura de sus labios? ¿Como explicar la culpa por haber asesinado a un persona, si en realidad eso era lo que era aquel sujeto? Sea lo que fuera, ella lo había matado, y claro que eso era algo malo.

«Pero lo has hecho en defensa propia»

Opinó una de las tantas voces que rondaban en su cabeza.

«Para proteger a Anny y a tí. ¿Quién sabe lo que les hubiera pasado si no lo hubieras hecho y... y... si Daniel no venía»

Cierto. Recién lo recordó, Daniel también había matado a uno de ellos, al más grande y gruñón. ¿O lo imaginó?
Mientras más trataba de acordarse, más lo olvidaba.

Se incorporó sentándose, con la confusión de quien salió en busca de respuestas y regreso con mas dudas todavía, reconociendo al instante donde se hallaba. Su casa.

Encontrarse en medio de paredes amarillas y escasos muebles que venían con ella cuando la adquirieron, la tranquilizaban de forma inmediata. La sala no era grande, pero si calida, aquel calor que debe de tener un hogar. Sin embargo, fue cuando no logro encontrar los marcos con sus fotos, que el sentido de alarma en ella, se activo. Las desnudas albardillas la inquietaron.
Todo lo que alguna vez le dió un toque personal a la vivienda, desapareció, dejando sólo aquel sentimiento de ausencia y espacios vacíos.

Término de levantarse del sofa blanco, para acto continuo, entrar a la cocina.

De haber podido soltar cualquier palabra, sin duda lo hubiera hecho, y mucho más de reproche, molestia... Ira. Pero no, sus voz se ahogó en su garganta doliente al ver la pila de cajas amontonadas.

DIMENSIONES: La Isla De Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora