Romance | 881 palabras | Kyungsoo lo ha visto, Kyungsoo sabe quién es él.
La manera en que sus propios ojos divagaban por la sala era simplemente irritante. Kyungsoo lo observaba a miradas rápidas sin intención, tratando de concentrarse solamente en el libro al frente y bajo él, lleno de letras alineadas perfectamente en orden, con olor a paginas húmedas y viejas sin haber sido tocadas en años—Time New Romance, 9; color negro.
Kyungsoo subió por duodécima vez en la tarde los lentes que caían por el puente de su nariz, sus dedos no se podían quedar quietos, sentía el sudor haciendo su aparición indeseada. Sus ojos volvieron a divagar a la única otra mesa ocupada—2 metros y medio de distancia.
El hombre no se movía, demasiado inmerso en la lectura propia de un libro publicado apenas hace unos meses para tomar indicio de las miradas sutiles y no tan sutiles que saltan en intervalos de veinte segundos a su lugar. Se veía mayor, Kyungsoo sabía que era mayor, puede que más mayor de lo que debería; así tenía que ser. Conteniendo la respiración se puso de pie en dirección a los estantes, pasando junto al extraño sin dirigirle una mirada más, sabiendo, sin embargo, que éste levantaría apenas un poco sus ojos de la lectura para enfocar su nuca—4,45 segundos.
Su cuerpo temblaba ligeramente, la razón era clara, su mente todavía un poco borrosa y había un dolor de cabeza inminente en su parte frontal. Inhaló por su nariz y exhaló por la boca, subiendo su dedo índice a los títulos de libros, murmurando bajo su aliento el único que buscaba para finalizar la última parte de su primer proyecto del segundo año de sus estudios de medicina—libro 437, estante F; donde apenas llegaba un rastro de la luz amarillenta porque la ampolleta quemada aún no era cambiada.
Al hacer contacto su yema con dicho libro fue cuando la segunda descarga pasó frente a sus ojos, y así sin más se esfumó, dejándolo paralizado por un instante y haciendo que una ola nueva de emociones mezcladas lo consumiese. Subió sus dedos hasta su cuello en un punto específico, tomando su propio pulso y la arritmia que parece no irse ni querer disminuir.
Kim Jongin; 34 años, divorciado, sin hijos—Profesor universitario de alguna química especializada, buen amante, lector constante, violento cuando está ebrio, un hombre culto.
El dolor ahora era seguro y punzante, pero Kyungsoo no había olvidado las aspirinas en su estuche ese día; nunca las olvidaba. Con el libro en su mano y la otra pasando por su cabello se dirigió a su asiento. Estaba nervioso. Entonces justo al salir del estante tropezó con el pliegue mínimo de la alfombra que sabía que necesitaba ser estirada y cayó de frente como supo que debía; golpeándose en la cabeza, sin ser algo grave pero causando un gran sonido en la biblioteca casi prácticamente vacía—2 docenas de pasos de un solo hombre en su ayuda.
Cuando el otro tocó su brazo para ayudarlo a ponerse de pie, es cuando la última descarga lo electrificó—Romanticismo, impedimento, escape, cambio, arrepentimiento, regreso, perdón—amor, 10 años, muerte arriba sobre el cielo o abajo en el fondo del mar. Lo podrá escoger.
La última siempre es la más fuerte.
Una inspiración repentina y áspera atraviesa sus pulmones y abre más sus ojos, mientras que lágrimas se acumulan rápidamente y un grito se arrastra por su garganta. Él, el hombre, Kim Jongin, le hacía preguntas con una expresión preocupada que apenas distinguía entre la humedad de su visión que ha manchado también sus lentes. Kyungsoo comenzó a llorar desesperadamente; lloró por su propia muerte y la del extraño, que de pronto ya no era más un extraño, sino que su futura pareja, amante y compañía. Sabía las palabras antes de que fuesen siquiera recitadas; cuando el hombre partía sus labios, Kyungsoo sabía exactamente qué es lo que dirá. ¿Puedo ayudarte en algo? Puedo llevarte a tu casa en mi auto.
Y el joven asintió tapando su cara con sus manos, porque sabía que su destino era asentir, al igual que sabía que el hombre no se iría durante la noche de su apartamento mientras él se quedaría dormido a minutos luego de haberle dicho su dirección dentro del coche. Que el otro buscaría sus llaves en su bolso y lo recostaría en la que pensase que es su cama, en ese apartamento oscuro; y con algo de inseguridad prepararía algo liviano para comer porque se habría dado cuenta de que no tenía nada listo. Kim Jongin dormiría en su sillón en una posición incómoda y él, al despertar, le agradecería. Hablarían un poco y se daría cuenta de que Jongin es, ciertamente, un profesor nuevo en la universidad que está estudiando.
Pero Kyungsoo se quedó con el sentimiento profundo que le provocaron esos ojos de experiencia y las ligeramente visibles líneas de edad en sus ojos cuando lo miraron a través del asiento del auto y vieron que ya se había calmado, ofreciéndole una sonrisa de las más suaves que puede existir. Se aferró al sonrojo y cansancio repentino que sintió justo después de indicarle su dirección porque ya sabía todo lo que le había de esperar por vivir con él antes de morir con su mano en la suya en un accidente inevitable.
Porque Kyungsoo, nuevamente, había visto el futuro.
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Colección de drabbles; Kaisoo
FanfictionRecopilación de drabbles, historias de no más de 1000 palabras, con algunas excepciones, de toda clase de géneros y universos con la utilización de la OTP kaisoo. [1º votación - enero, febrero 2016] | yuyusoo; 2013, 2017