14. | Agua |

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Android!jongin, sci-fi | La sed del hombre; Jongin no debería sentir curiosidad.

Seco—cuando habla, es como si la voz raspara las paredes de la garganta, y cada poro de esa lengua se repletase de sabores igualmente secos, salados y amargos. Por agua clama de rodillas, emitiendo gemidos penosos que a cualquier alma sensible alcanzaría, tocaría con sus dedos y sabría obtener la compasión humana que merece.

Humano—Aquel era el problema. Recibe la orden de dejar de mirar a través de la conexión de neuronas de comunicados, si es que se les podía llamar así, que estaban insertas en su cerebro y que le dictaminaban qué debía hacer en cada segundo de su maquinal vida.

Error—Jongin tenía un error en su sistema desde los 5 años biológicos. Uno tal que permitía no alertar al sistema central cuando no obedecía, por lo que de vez en cuando Jongin podía pensar un poco más de la cuenta, desarrollar un poco más el software de diversas capacidades y nadie lo notaría nunca.

Curiosidad—Jongin fue la última producción de androides con curiosidad, especiales y diferenciados por su cabello platinado, antes de que la detuvieran luego de darse cuenta de lo peligroso que podría resultar. Es por eso que debe trabajar en el centro de investigaciones como lo hace ahora. Pero no está realmente concentrado en eso; la atención de sus visores oculares, camuflados como pupilas oscuras y rodeados de un iris azul artificial cada uno por estética, están fijos en ese ser a apenas 3.5 metros de él.

Los ojos del humano son de café oscuro. Es tan extraño, porque ya nadie los tiene de ese color.

Es un sujeto de pruebas; encontrado en las afueras de Utopía, la metrópoli del último mundo, como le llaman ellos—como le llaman todos. Pero hasta ahora, solo es observación. Los últimos días, ha sido únicamente observación. No se atreven a tocarlo.

Es de noche, según lo indican las características atmosféricas y la hora que es vista por todos. No hay un solo minuto desfasado, para ellos son las 23:50 sin un solo milisegundo más o menos. Cada androide va camino a su despacho u hogar mismo, en el cual comparten relaciones familiares o amistosas con otros de los mismos por el mero hecho de la tradición, de un intento por recrear algo que, en verdad, nunca podrá ser replicado por seres como ellos.

Anhelos—es lo que tiene esa raza, de ser como los seres humanos, sus creadores, padres y semi dioses. Fueron creados a su semejanza, fueron hechos para servirles, desarrollados por mentes que ahora son inferiores en capacidades de cálculos o ciencias, pero que tienen tantas cosas que ellos no han logrado replicar a pesar de haber mejorado en millones de otros aspectos.

Apocalipsis—fue cómo se denominó al período en que el 98,9% de la raza humana encontró su muerte no solo por la enfermedad más peligrosa en la faz terrestre, sino que también en las guerras, en la deteriorada atmósfera en la que vivían, en la falta de recursos tan básicos como H20. Tantas cosas.

Humano H-21—dice el registro de la etiqueta que se la ha puesto en el panel de la incubadora en que se encuentra dormido. Aún sin agua. El vigésimo primer ejemplar masculino de aquella particular especie que se ha hallado en el siglo. La cuenta regresiva que apaga el sistema total de toda la ciudad comienza—diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro. Piensa si este es el momento adecuado, si esta es la respuesta a las infinitas preguntas que ha almacenado en una parte oculta entre sus archivos.

Tres, dos, uno—Jongin se ha desconectado de la central. Con un dedo inserto en el tablero de la cápsula que contiene al humano desnudo, de cabello negro y tez curiosamente clara. Entra al aparato con su conexión y bloquea cada alarma que pueda activarse con su pequeño y poderoso error.

Imperfecto—el ser humano es tan imperfecto que Jongin se maravilla, y la excitación en sus circuitos se expresa con las modalidades de expresiones tales como la sonrisa y la agitación de su simulador de aliento.

Saca un uniforme que había ocultado previamente en su bolso y se lo pone con cuidado al hombre joven; porque esto estaba planeado, y la última vacilación que derrotó fue destruida junto con el último rastro de obediencia que tenía adherido y comenzaba a cuestionar si era necesario o no. Luego lo sube a su espalda, sin tener que esforzarse mucho, y atraviesa con tranquilidad el edificio hasta encontrarse en la salida de la primera planta. Porque no había nadie despierto a esas horas, no lo habría hasta un par más.

Cuando lo lleva a su apartamento, el cual también se encuentra aislado imperceptiblemente del sistema, lo recuesta en una cama de apariencia cómoda que es meramente para el desahogo visual de ver las cosas en lugar, entonces se sienta a su lado. Es cuando finalmente despierta.

¿Qué es eso?—Líquido brota de a poco por sus glándulas lagrimales. Oh, aquello eran lágrimas. Jongin conocía bien la anatomía humana, pero el desconcierto se activa por un instante al verlo pasar. Allí, tan cerca, al alcance, el líquido salino que se produce de ellos, las expresiones naturales en sus facciones. El mayor misterio que los autómatas han conocido nunca.

Con sus manos hace moción de ir a tocarlo pero el hombre se asusta, lo percibe al encontrar sus pupilas con las suyas. Ladea su cabeza apenas unos grados, la articulación en su cuello suena como un zumbido cuando lo hace. Entonces estira su brazo al velador y acerca un vaso. Uno con agua dulce, aquello que tanto necesitaba.

El hombre la traga desesperado, todavía haciendo aquello de botar lo que bebía por sus ojos. Jongin lo archivó como una ironía.

El humano lloró hasta dormirse. El robot solo miró con curiosidad. La mayor de ellas era si por fin encontraría una forma de adherir los sentimientos a él. Su corazón artificial latió con fuerza aquella noche, las mejillas se coloraron.

Colección de drabbles; KaisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora